Desde Londres
A menos que medie un milagro Liz Truss tiene los días contados. Este domingo los medios británicos lo dan prácticamente por descontado y se concentran en los distintos planes para defenestrarla esta semana o a más tardar a fines de mes. Su nuevo ministro de finanzas, Jeremy Hunt, se ha convertido en un “de facto” primer ministro mientras que del fatídico presupuesto de Truss para “cambiar la economía británica para siempre”, sobrevive la ayuda energética y poco más.
La figura de Liz la breve se ha encogido a su mínima dimensión, algo que se vio en la patética conferencia de prensa que dio el viernes para anunciar el cambio de ministro y la eliminación de la reducción impositiva a las corporaciones del 25 al 19%. En medio de una fenomenal crisis nacional con corrida sobre la libra y los bonos soberanos, Truss apenas aguantó ocho agónicos minutos que se resumieron en una breve declaración inicial y cuatro preguntas. Lejos de parecer la decisiva capitana capaz de enderezar el barco ante la feroz tormenta se asemejó al impotente conejo inmóvil y deslumbrado por los faros del coche que lo va a atropellar.
El veredicto unánime de la prensa
En la edición bicentenaria del The Sunday Times, el dominical calificó de “lamentable” la conferencia de prensa y no dejó dudas sobre su postura en el título de su editorial: “Truss debe irse”. “En menos de 40 días su agenda radical de disminución impositiva terminó con la reputación del Partido Conservador de competencia fiscal y humilló al Reino Unido en el escenario internacional. La reacción de los mercados a la conferencia de prensa demostró que será imposible recobrar la confianza con ella como primera ministra", dice el editorial.
En sus páginas interiores el dominical desmenuza las distintas conspiraciones en marcha para sacarla esta semana. El veredicto de los columnistas es unánime, solo varía el tiempo: algunos le dan días, otros dos semanas, el más optimista “hasta navidad”. En el artículo central de doble página el The Sunday Times describe al partido Conservador como una secta asesina que estaría por cargarse el cuarto primer ministro en seis años: “Tory death cult” es el título.
Los complots en marcha de las distintas tribus de la "secta" figuran en todos los periódicos, igual que vaticinios demoledores sobre la supervivencia de Truss en el cargo que asumió el 7 de septiembre, dos días antes de la muerte de Isabel II, hace una eternidad. “Se acabó”, titula el Daily Mirror. En palabras del ultraconservador Daily Mail: “the game is up”. Otro dominical conservador a rajatabla, el Sunday Express, se concentra en la mecánica cortesana de su destitución: “Revealed: secret plot to oust PM”. (Revelamos el complot secreto para deshacerse de la Primera Ministro)
El dominical de centro izquierda The Observer señala que la pérdida de confianza en Truss se extiende a su propio gabinete. “Un grupo de diputados senior se reunirán este lunes para discutir el futuro de la primera ministro. Unos quieren que renuncie en los próximos días. Otros dicen que está en el gobierno y no en el poder. Otros amenazan con exigir públicamente su renuncia luego de la implosión de su programa económico”, señaló el dominical.
Mientras tanto más austeridad
Con Truss sumida en un absoluto silencio, Jeremy Hunt se convirtió en la voz del gobierno en medio de una crisis galopante. El flamante ministro de finanzas criticó este fin de semana el “mini-presupuesto” y anunció que otras partes del mismo deberían ser eliminadas para recobrar la estabilidad. Desde el viernes, mediante la eliminación de subsidios a los ricos y las corporaciones con más de 250 mil libras de facturación, el gobierno incrementó sus ingresos en 21 mil millones de libras. No es suficiente. El boquete fiscal que abrió Truss ronda las 60 mil millones de libras.
En el centro está el paquete de ayuda energética más grande de Europa: 60 mil millones en los próximos seis meses, 150 mil millones si hay que extenderlo otro semestre. La intervención gubernamental en el mercado era políticamente inevitable. El impacto de la guerra en Ucrania y la crisis energética global estaba provocando la bancarrota de miles de empresas con muchas más en la cuerda floja y una duplicación del número de hogares en estado de “pobreza energética” (que gastan el 10% de los ingresos en gas y electricidad): de más de 3 millones a más de 6 millones de hogares.
Hunt dejó en claro que mantendrá el subsidio, pero señaló que para que las cuentas cierren se requerirán más impuestos y recortes del gasto público. Truss quiere mantener unas 25 mil millones de libras de recortes impositivos que, por el momento, sobrevivieron a la poda, pero su voz no cuenta. El problema es que aún si se eliminaran todos estos recortes las cuentas no cierran del todo.
En el principal programa televisivo político de los domingos, Hunt declaró que todos los departamentos de gobierno tendrán que presentar un plan de ahorro en el gasto de acá al 31 de octubre, fecha en que presentará los números finos del nuevo presupuesto, acompañado de una evaluación del independiente OBR (Office of Budget Responsability). “Los políticos no pueden controlar a los mercados. Para recobrar la estabilidad tenemos que tomar una serie de duras decisiones en muchas áreas que van a afectar a mucha gente”, dijo Hunt a la BBC.
Time waits for no one
La famosa canción de los Rolling Stones define bien el panorama: al gobierno se le está acabando el tiempo. La primera prueba de fuego será entre esta larga noche (los mercados en Asia) y el aún más largo lunes (los mercados en Londres y otras capitales de Europa y Estados Unidos). Si los cambios al presupuesto y el nombramiento de Hunt no sirven para estabilizar la libra y los bonos soberanos, el desenlace puede acelerarse. Si se logra una relativa calma que se prolongue durante el resto de la semana, sería posible llegar al 31 de octubre, especie de día del juicio final, donde los mercados decidirán si el presupuesto que saque Hunt de la galera es suficiente para darle un respiro.
Entre los conservadores reina el pesimismo. Las voces de diputados que se esconden en el off the record son terminantes: Truss se tiene que ir. Pero cada vez aparecen más legisladores torys dispuestos a hablar públicamente. El ex ministro Crispin Blunt fue efectivamente “blunt” (contundente). “Se acabó. Ahora solo hay que ver cómo manejamos el proceso de sucesión”, dijo Blunt.
Un segundo diputado Andrew Bridgen salió esta tarde a la palestra para decirle al Daily Telegraph, un matutino ultraconservador, que Truss tiene que irse. “No podemos seguir así. El país, nuestro pueblo y nuestro partido merecen otra cosa”, señaló Bridgen.
La cuestión es encontrar un mecanismo que no lleve a elecciones generales en las que la oposición arrasaría y que ofrezca una mínima apariencia de legitimidad. A Truss la eligieron 356 diputados conservadores y unos 150 mil afiliados: una porción ínfima de la población.
Como no hay tiempo para seguir todo el complejo proceso electoral de encontrarle un sustituto (dura normalmente unos dos meses), los medios hablaban este domingo de un gran acuerdo partidario para encontrar una figura de unidad. El problema es que la "secta" tiene demasiadas tribus peleadas entre sí. Ni el mejor candidato de consenso podrá evitar el fuego cruzado de tribus disconformes o despechadas. En algunos diarios conservadores pedían una elección a pesar de que puede ser devastadora para el gobierno que está a 30 puntos de los laboristas en las encuestas.
El fin de una ilusión
Si la política y la teoría económica se manejaran con criterios moderadamente racionales, esta debacle debería ser el golpe de gracia de la teoría del “derrame” (trickle down economics). Más allá de los argumentos que se puedan hacer sobre cada caso particular, Liz Truss y el “derrame” deberían convertirse en sinónimo de “desastre económico-social” tal como se hizo con esos cucos que se montaron en los últimos 12 años: Venezuela y Grecia. Dado el combo de medios hegemónicos/fake news/redes sociales/ grandes intereses/ideología “neocon”, es dudoso que a un gobierno de derecha se le aplique el mismo rótulo descalificador que a uno de izquierda.
Al mismo tiempo resulta también impensable que este fracaso estrepitoso no entre en el debate económico global y en las consideraciones de la ortodoxia más moderada. De hecho ya lo está haciendo. En las últimas dos semanas el FMI fue muy duro con el programa económico de Liz Truss. Ayer el presidente de Estados Unidos Joe Biden sumó su voz. “Era predecible lo que está pasando. No era yo el único que pensaba que era un grave error la idea de reducir impuestos a los super-ricos”, dijo el presidente estadounidense.
¿Llegarán estas voces a nuestras Pampas? Nunca hay que descartar del todo la existencia de los milagros. Son como las brujas: que los hay, los hay.