Hubo una vez un grupo que quedó del otro lado de la grieta rockera de fines de los sesenta. De la complaciente, como se la llamaba entonces para diferenciarla de aquella otra creativa, artística, osada. The Walkers, se llamó; Carlos Altamirano, Roberto Jorge, Ignacio Tata y Daniel Polak fueron sus fundadores; y sus discos fueron tres en tres años, los últimos de la década. Los dos primeros (el epónimo + Nosotros, los Walkers), era más de los mismo en una época en que la clave del éxito comercial –siempre hablando de rock, claro— pasaba por versionar, copiar o imitar lo mejor posible bandas foráneas. Pero el tercero –hete aquí lo opinable del lugar del grupo en la grieta— era para ajustar oídos en torno de él. Waking Up With Los Walkers, se llamó, y no solo temas propios como “Hasta el fin de mis días” o “La casa de Juan”, reemplazaron a los calquitos de The Who, The Hollies o los Stones, sino que el sonido de la banda –ya con “Polo” Pereira, el muy buen guitarrista de Los Mockers uruguayos, dentro-- se volvió más sofisticado, psicodélico, más emparentado con el marco pos Revolver de The Beatles.

Los Walkers no eran los Shakers, claro. Tampoco Los Gatos, que ya habían atravesado el límite hacia la libertad, pero el sonido de la agrupación, su intención, concitó nada menos que la atención de un joven Carlos “Machi” Rufino, que no tardaría en convertirse en uno de los mejores bajistas del rock vernáculo de los setenta. El futuro Pappo`s Blues-Invisible, en efecto, empuñó el bajo de Los Walkers en reemplazo de Tata y cuando la banda con semejante monstruito dentro estaba por romperla se separó. Versiones de dos temas de Litto Nebbia incluidas en un simple (“Piensa en mañana” y “Tiempo”); los pasos fugaces y tardíos de Héctor Starc y Black Amaya, y un notorio vuelco hacia un rock menos complaciente, no alcanzó para alargar la vida de una banda que daba para más.

Justicia discográfica entonces --como pasa desde que empezó la desclasificación del catálogo de Music Hall para su recuperación-- es la que hizo el Instituto Nacional de la Música al posibilitar la reedición no solo de la tríada disquera de esta banda originada en San Telmo, en agosto de 1966, sino también de doce simples que no replicaron en los LP`s, más dos temas hasta hoy inéditos. “Me encontré con una decena de cintas de los Walkers que estaban en distintos estados de conservación, y que contienen grabaciones realizadas por la banda entre 1967 y 1970 para Music Hall”, cuenta a PáginaI12 Gustavo Gauvry, el técnico de sonido que tuvo a su cargo el arduo trabajo de rescatar los masters originales, y digitalizar el material. “Las cintas halladas son mezclas en mono, y me sorprendió la capacidad que tenía el grupo para lograr el sonido británico de la época, incluso en versiones de los mismos temas. Básicamente, ante la enormidad de digitalizar lo que se encontró del catálogo de Music Hall en forma física, cientos de rollos de cintas y decenas de DAT, me enfoqué en digitalizar en forma directa los contenidos de las cintas sin realizar ningún ajuste en el audio”, detalla Gauvry, que además restauró y remasterizó el máster de Waking up con Los Walkers, para su próxima edición en vinilo, cuya gráfica también pasó por un proceso de restauración digital

A diferencia de otros discos liberados por el INAMU, la tríada Walkers --por ahora-- se reeditó en CD, y está disponible a la venta de dos maneras: por separado, o todo contenido en un Box Set. Para los melómanos, en tanto, Fonocal --sello encargado de la reedición-- tiene en gateras la publicación en vinilo del mencionado Waking Up… través del sello NoSeso Records, algo que adquiere más relevancia aún porque este trabajo, al igual que los anteriores, jamás se habían vuelto a publicar desde sus ediciones originales. Llevan, por tanto, medio siglo descatalogados, algo que por supuesto los transforma en un material preciado para coleccionistas.

Respecto de las regalías, como el INAMU ya no reedita el material por cuenta propia sino que otorga las licencias a los músicos o sus herederos, no interviene en la comercialización del material, aunque sí recibe los importes en concepto de comunicación pública por los derechos de productor fonográfico con un fin: destinar lo recaudado al proyecto “Mi Primer Disco”, a través del cual el Instituto fomenta la primera producción discográfica de solistas y bandas nacionales.

El próximo episodio de esta batalla destinada revisar la historia de la música nacional y popular consiste en la reedición de los dos discos que María Rosa Yorio grabó para Music Hall (Con los ojos cerrados, de 1980. y Mandando todo a Singapur, publicado en 1982) y el disco epónimo de Merlín, banda new-wave que formaron, entre 1979 y 1982, Alejandro de Michele de Pastoral y el Gustavo Montesano post Crucis. Será esta tríada un paso más en la ciclópea batalla que se propuso el Instituto –actualmente bajo dirección de Buco Cantlon-- de recuperar un poblado material musical que había estado paralizado a causa de un proceso judicial de quiebra desde 1993.

Entre las festejadas reediciones producidas a la fecha figuran Kubero Diaz & La Pesada; los siete volúmenes de Pappo's Blues; Nayla, de David Lebón; Mateína y Unidad, de Miguel Cantilo; Agitor Lucens V, Inti Raymi, Mañana Campestre, Sudamérica o El Regreso de la Aurora y Tiempo de Resurrección, de Arco Iris; el primero y único de Los Gatos Salvajes; y el tríptico En Concierto, En Gira y Contracrisis, de Pedro y Pablo, entre otros.