Voy a aprovechar ese recurso. Atraer con el título y bajada, total... ¿a quién le importa el contenido? En general cada vez más la gente lee sólo titulares. Muchas y quizás muchos también, habrán pasado esta nota como un título acompañador de este movimiento de liberación. Pero es sabido que después, arteramente se usan estas notas para instalar sentido común allí donde el debate no es suficiente. Y se interponen discursos de varones, internacionales, en diarios de gran tirada, que terminan en un meme, un videíto con la última aplicación de moda o alguna rápida y certera forma de patetizar lo que es profundo.

Estrategias de un mundo enrarecido donde las distopías han suplantado a las utopías y donde quien más grita, más insulta y más se hace el zarpado alucinante o alucinada, con gestos lacerantes gana cámara, atención y, en el peor de los casos, hasta votos.

Los movimientos de mujeres y disidencias les preocupan, claro que sí, son los que ponen en debate antiguos (no ancestrales, como intentan también instalar, solo antiguos) privilegios que buscamos debatir y cambiar. Pero de ningún modo, privilegios que buscamos obtener. Y es que una no deja de sorprenderse de los imaginarios del patriarcado sobre el movimiento feminista.

Esta nota, publicada originalmente en La Vanguardia de España, “me apareció” en el google noticias –esos extraños entramados de los mal llamados algoritmos y anuncios pagados- post Encuentro de San Luis, al que no fui, pero seguí por las redes. El título tiene gancho, claro, ya estamos alertas ante esas trampas, pero hasta la bajada era halagadora, así que la leí.

Lo grave es que, detrás de ese título, con el que si concuerdo – “El futuro les pertenece a ellas. En medio siglo, el feminismo se convirtió en la revolución más victoriosa de todos los tiempos”- John Carlin, el autor, es un varón blanco del mundo central privilegiado con acceso a medios importantes, que solo cita libros de otros varones como él, se manda una sarta de miedos propios de los cobardes. La cobardía de aquellos que ejercieron a troche y moche sus privilegios y ahora se ven amenazados de perderlos. Entonces, pone su propio fantasma vergonzante en un espejo que refleja sus miedos: el fantasma de quien lo combate se le parece asombrosamente. Son cobardías que me hacen acordar a ciertos altos rangos militares de la guerra de Malvinas, que eran autoritarios con los colimbas veinteañeros, pero se morían de miedo cuando la guerra estalló en serio y las bombas del enemigo sonaban cerca de su cobarde cuerpo. El miedo --por no decir cagazo--, de los más feroces, cuando les toca su turno de ser juzgados, siempre me llamó la atención... Hay millones de ejemplos en la historia y, casi siempre, sino siempre, son ejemplos de varones muertos de miedo. Entonces, acuden al famoso “todxs son iguales, todxs hacemos lo mismo”. Pues no señores. No, es no, también ante la invención de fantasmas para protegerse.

¿En qué momento el movimiento feminista esbozo siquiera como idea –y eso que es amplio, atrevido y diverso- que nuestro objetivo era cosificar a los varones como nos cosificaron desde tiempos antiguos (insisto que no ancestrales) a nosotras?

“Algunos se colaran” “ (… ) algunos romperán el techo de cristal”. “Las chicas triunfan en los estudios; los chicos son unos huevones”. Y frases por el estilo, no son festejadas por los movimientos feministas. Su remate final, luego de varias lisonjas a las mujeres de todo el mundo, es revelador de su profunda ignorancia de lo que el movimiento busca- Y, aunque escrito en tono sarcástico, me preocupa especialmente en la lectura de varones jóvenes o mayores que buscan ubicarse con respeto ante estos cambios: “Mi consejo para mi hijo sería relajate y disfruta. Esmérate en ser un buen objeto sexual. Vestite elegante, ve al gimnasio, aplicate botox en los labios, ponete implantes en los pectorales o en los glúteos, si hace falta. Si vas en serio te conquistarás a una abogada millonaria. Lo mismo le diría a todos los chicos de 22 años para abajo, y a los que están por nacer. Y agregaría que con suerte, si todo sigue por el camino señalado, la próxima vez que estalle una guerra no los llamarán a ustedes, las llamarán a ellas.”

¿En qué momento propusimos cambiar solo el signo del género en este mundo que han putrefaccionado? ¿No nos leen? ¿No nos escuchan? Repito, ¿no se toman el tiempo de escucharnos y leernos? Solo se asustan e invierten el signo de la opresión..
Y ojo, ya lo sabemos, pero lo repito, no tiene que ver con la genitalidad, y ni siquiera con la autopercepción de genero de quienes gobiernan. Acaba de asumir una, que lleva un nombre de mujer, en el cargo de primera ministra de Italia. No es una conquista del feminismo, claramente. Entiendan que estos ejemplos no nos enorgullecen, y los rechazamos al igual que el patriarcado antiguo que pervive hasta hoy

¿Por qué insisto con que también desarmemos esas ideas de que “el mundo siempre fue así”?

Porque si instalamos la idea de que siempre fue así, la esperanza de dar una vuelta estructural a esto se hace más difícil.

Dice el escriba: “El imperio, existente desde los comienzos de homo sapiens, se construyó sobre la idea de que el hombre era el que ganaba el pan”. No señor, ¿de dónde saca eso? El “hombre” en esos términos, esto es, el varón, ganó el pan muy recientemente en la historia, yo me animo a decir desde que el capitalismo formalizó la división sexual del trabajo. No hay evidencia científica alguna de que el mundo haya sido siempre así, al menos desde la maravillosa aventura de habernos hecho humanos, evolución mediante. Ha sido la cooperación, la ayuda, el mantener a nuestros enfermos y ancianos, el despiojarnos y cubrimos ante el frio, el compartir, lo que nos permitió evolucionar como especie. En palabras simples, ha sido el comportamiento solidario en comunidad el que nos permitió dejar de ser una especie predada, acechada y débil y pasar a pararnos en nuestras dos piernas para recorrer el mundo –aunque hoy vemos, con pavor, que con el paso del tiempo nos hemos vuelto los más predadores, algo que el feminismo también quiere cambiar. En esa aventura inicial, la ancestral, digamos, la arqueología muestra que estuvimos juntxs, varones, mujeres, niños y ancianos e, incluso, que las disidencias sexuales no necesitarían siquiera el nombre de “disidencias” porque eran lo más normal y natural.

El movimiento feminista quiere un mundo más justo, no el mismo injusto mundo, pero ahora gobernado por nosotras. Y tenemos sobrados motivos para quererlo. Y sí, somos la revolución más victoriosa de todos los tiempos. Y la vamos a sostener. Claro que sí. Vayan a un psicoanalista y dejen de meter miedo.

* Arqueóloga, docente-investigadora UNT (Tucumán) e investigadora en CONICET