Mientras latifundistas y mercenarios queman campos y bosques, incrementando la contaminación ambiental en varias provincias; y mientras el poder político sigue sin derogar el Decreto 949/20 y, para colmo, sanciona nuevas resoluciones que apuntan a la misma perversa decisión de concesionar el río Paraná en beneficio de puertos extranjeros y agroexportadores cipayos, la fecha emblemática del Peronismo –el 17 de octubre– mostrará hoy que la resistencia política y sindical sigue dividida, y que el gobierno, lo quiera o no, sigue beneficiando al fascismo renacido.
Hoy –Día de la Lealtad para la siempre renovada liturgia peronista– no sólo se evoca aquella decisiva gesta popular, sino que puede ser inicio de otra incierta carrera electoral que una vez más delataría la inocultable división del campo popular. Así como también el extravío de un gobierno que por su marcha indecisa, errática y en líneas generales servil a la extranjería, solamente avanza para asegurarles –a ellos– nuestra soberanía Cero. Lo que es duro de afirmar, se admite, pero los hechos sólo muestran la pérdida de toda vocación de reafirmar valores históricos de la República, y obviamente del Peronismo. Lo que también –hay que decirlo– expone el reblandecimiento de los mejores valores de la Argentina contemporánea: la Memoria, la Verdad, la Justicia.
Lo cierto es que este 17 de octubre debería ser más que una jornada que muestre las grietas del campo popular. Por un lado coincidirán en la Plaza de Mayo diversas organizaciones, desde la CGT con Pablo Moyano, las dos CTA y la Mesa Coordinadora por la soberanía del Paraná y el Magdalena, junto con muchos partidos y colectivos; y por el otro el sector más complaciente y burocrático, conducido por los señores Daer y Acuña y concentrados en un acto en Obras Sanitarias.
Penoso que sea así, más allá de si conviene decir estas cosas o callarlas o negarlas. De hecho sobran indicadores de que se avecina un año de pésimo pronóstico y no faltan augurios de altas posibilidades de triunfo del fascismo vernáculo. Que es la única porción de la sociedad que ha crecido –todo soberbia y protoviolencia– y que ha logrado incluso desbaratar al viejo y hasta ahora soberanista Partido Radical, hoy una UCR diluída y en vías de una licuación dañosa para la democracia.
Cabe señalar que ya hay una pequeña parte de la ciudadanía que expresa, en voz baja, su anhelo de que renuncie el presidente Alberto Fernández. Obviamente no es una postura pública importante ni generalizada, pero sí expresión de desencanto. Que aún no se expresa en voz alta quizás por conciencia del riesgo de degradar la democracia y el peligro de quiebre de la paz social.
A todo eso contribuyen la ya grosera entrega de los bienes naturales y de la soberanía nacional, sumada a las expresiones de desencanto ante la pésima calidad de vida de las grandes mayorías, y la bestialidad irresponsable de empresarios y charlatanes televisivos que fogonean confusión pretendiendo que el intento de magnicidio fue una farsa, cuando sobran evidencias del financiamiento filomacrista a grupos de jóvenes violentos.
Y tambíén sobran indicios del inquietante estado de ánimo popular. Que también deviene de la absurda y dolorosa degradación educativa de esta república que fue ejemplar en materia de educación democrática, laica, gratuita y obligatoria, pero hoy se encuentra en una ridícula crisis creada por la pretensión racista y clasista del gobierno porteño, que profundiza la brecha más grande, que es la que separa a las provincias de una capital federal cuyas autoridades, elitistas, desatienden el drama social de millares de compatriotas.
Todo lo cual se combina con la ya inocultable decisión de consolidar la entrega del Río Paraná, el Río de la Plata y también el Canal Magdalena, en beneficio de capitales extranjeros y operadores cipayos. Y lo cual no está divorciado de la pérdida de hecho de las islas Malvinas, hoy defendidas apenas retóricamente.
La soberanización de la Argentina es una urgencia que todavía no hace carne en toda la ciudadanía, pero sí crece. Y crecerá hasta doblarle el codo a las dirigencias retardatarias. ¿Qué hace falta para ello? Por ahora más información de los innumerables y cotidianos hechos de entrega, como que la semana pasada el Ministerio de Transporte habilitó a la Administración General de Puertos para dragar diez pasos críticos, dizque por la histórica bajante que "generaba complicaciones en el tránsito de embarcaciones de gran porte". Rápido para satisfacer al complejo portuario agroexportador cerealista, el flamante Secretario de Transporte, Diego Giuliano, resolvió la cuestión, según declaró, con auditoría ambiental de las Universidades Nacionales de Rosario y de La Matanza, en asociación con el Ministerio de Ambiente santafesino. La orden para que se activen los diez dragados se cumplió de inmediato: empezaron el sábado pasado y se autorizó el dragado extra en pasos críticos en tanto “intervención planificada de emergencia”, que "permitirá agilizar el transporte de cargas, ya que los buques podrán navegar al 100 % de su capacidad" por lo que llaman "La vía". Para seguir no llamando al Paraná por su nombre.
Esto exhibe una vez más el sometimiento: toda exportación desde la Argentina depende del Puerto de Montevideo, que crece y se sirve del canal del Indio, que pagamos l@s argentin@s. Y es obvio que mientras todo termine en Montevideo no tendremos marina mercante. Y eso porque a pesar de algunas palabras ilusionantes del Presidente, el Magdalena duerme su sueño mientras todo lo que piden los agreexportadores se atiende de inmediato. Como dice uno de los ingenieros de consulta de esta columna: "Es evidente que el ministerio macrista de transporte es funcional al modelo egroexportador. Allí no hubo cambio de gobierno".
La soberanización es urgente más allá de un estilo de gobernar que fastidia a muchísimos votantes de 2019. Claudicaciones como en el caso Vicentin, que prologó la actual política económica cipaya que entrega todos nuestros bienes naturales, rifa la soberanía en todos los aspectos y destruye lentamente nuestra moneda, definen a un gobierno que en diversos grandes temas decepciona a la ciudadanía que lo votó.
Así, la dictadura de hecho que significan los grupos concentrados de la (in) comunicación se apoya en que el Gobierno Nacional no sólo no toma medidas para detener la violencia que prohijan esos medios y sus patrones, sino que además los subsidia. Y ni amenaza con relanzar la Ley de Medios.
Claro que lo más grave en esta república es el inadmisible hambre que afecta a la mitad de la población, por lo menos 28 millones de personas que no merecen seguir siendo invocados pero a la vez engañados y condenados.
Súmese
la constante pérdida de soberanía en todos los órdenes –fluvial, marítimo, insular, y
en suelo, subsuelo y espacio– y además el abusivo maltrato generalizado a una
sociedad que pierde Educación, Salud e incluso –y gravísimo– su propia
Historia. Parece claro entonces que en el arduo camino de soberanizar la Patria no
hay más opción que fortalecer educación, información, cultura, conciencia y orgullo. Ésa es la tarea del 17 y de todos los días.