Alquilar una vivienda se convirtió en una odisea en la Argentina. A una inquilina que se le vence el contrato a fin de octubre en Posadas (Misiones), le pidieron más de 300 por ciento de aumento: de 20.000, lo que paga actualmente por tres ambientes, a 85.000 pesos mensuales

Aumento de los alquileres en Argentina

“El precio del alquiler debe ser tratado y regulado como el resto de los consumos fundamentales para garantizar la dignidad. Todo precio es político. No faltan casas, sino política de vivienda”, dice Gervasio Muñoz, presidente de la Federación de Inquilinos Nacional. 

Los precios de los departamentos en alquiler en el AMBA subieron 125 por ciento en el tercer trimestre del año respecto a igual período del año pasado, de acuerdo con un relevamiento de Mercado Libre Inmuebles junto con la Universidad de San Andrés, sobre la base de la oferta y demanda de inmuebles que registra la plataforma. 

Ley de alquileres

Muñoz pone en cuestión estos números porque no miden precios de alquileres sino los de la oferta en la plataforma, por lo que es “imposible” saber si son mediciones reales. “Desde que está vigente la ley de alquileres operan para plantear que la causa del aumento es la ley y no la desregulación. Nadie mide precio de alquileres; por eso no hay datos ciertos”.

La inflación interanual es del 83 por ciento. “El índice de aumento del contrato de alquiler establecido por ley está en 67 por ciento y así se ubica 16 puntos porcentuales por debajo de la inflación. Los precios varían mensualmente entre un 6 y 7 por ciento”, explica Muñoz. 

Durante la última quincena de junio realizaron una encuesta nacional inquilina que respondieron más de dos mil inquilinas e inquilinos de todo el país. El 70, 7 por ciento tiene contrato de alquiler por 3 años, como indica la ley. Pero casi un tercio de los inquilinos (29,3 por ciento) no cuenta con un plazo legal. En cuanto a los precios promedio —lo que pagaban los inquilinos en la segunda quincena de junio—, un ambiente en la Ciudad de Buenos Aires estaba a 31.656 pesos (dueño directo) y 31.890 (inmobiliaria); 2 ambientes 36.500 (dueño directo) y 38.220 (inmobiliaria) y 3 ambientes 51.700 (dueño directo) y 53.562 (inmobiliaria).

Asimetrías

Paula tiene 46 años, vive en Posadas, Misiones, y es dueña de un estudio de diseño. Alquila un departamento de tres ambientes desde hace 12 años, pero también es propietaria, a su vez, de otro departamento de tres ambientes. “Los aumentos fueron progresivos, pero estaban bien, aunque a mí me costaban. El alquiler se me vence a fin de octubre y sin previo aviso me pidieron más de 300 por ciento de aumento”, cuenta a este diario sin perder la dulzura en su tonada. 

Paula estaba pagando 20.000 pesos por mes. Si le hubieran aplicado el índice del 67 por ciento de aumento, como corresponde, debería pagar 33.400 pesos en noviembre y no los 85.000 que le piden. “Estoy buscando un nuevo departamento y los precios se han ido por las nubes; está desfasado lo que se cobra por un alquiler con el salario de las personas. A uno le cuesta muchísimo llegar a comprar un inmueble y si lo alquilás es porque necesitás. Yo soy una laburante y no tengo mil propiedades. Por ser honesta y respetar lo que dice la ley lo que yo cobro por el alquiler está desfasado de lo que yo pago de alquiler en donde vivo. Si vos no sos un especulador, te ves afectado”. 

Paula cuenta que ella firmó un contrato por tres años con su inquilino, que actualmente paga 30.000 pesos.

“Tiene que haber un resguardo tanto para el inquilino como para el propietario. Pero es complejo porque cada vez son mayores las asimetrías —plantea Paula—. La economía de nuestro país es una locura. Yo me tengo que achicar y voy a alquilar un departamento de un dormitorio, muy pequeño, cuando estaba en un departamento de dos dormitorios. Ahora prácticamente gasto en el alquiler y las expensas el 50 por ciento de mis ingresos, cuando antes lo podía pagar, con esfuerzo, pero lo podía pagar. Como hay poca oferta y mucha demanda, el precio se eleva y se producen estas situaciones que son terroríficas porque nadie las regula”. 

Paula comenta que un empleado de comercio “bien pago” o un auxiliar de farmacia está cobrando un salario de 120.000 a 130.000 pesos en Posadas. “Acá los sueldos no son altos, imaginate esa persona que alquila, ¿adónde va a vivir?”. La pregunta queda rebotando en el aire y Paula agrega: “Los propietarios no quieren renovar con los antiguos inquilinos, como es mi caso. Si me renovaran como fija la ley, tendrían que aumentar un 70 por ciento y no un 300 por ciento

Entonces me ponen un alquiler imposible de pagar para me vaya. En Misiones el plan de vivienda es importante; muchísimas familias accedieron a la vivienda propia, pero los alquileres están muy complicados porque hay pocos departamentos en buen estado y los propietarios empezaron a vender propiedades porque les reditúa más tener la plata en plazo fijo que tener una renta”.

Un poco de historia

Un obrero asalariado gastaba un cuarto de sus ingresos en pagar el alquiler en 1933; un 18,7 por ciento en 1935; un 18,2 por ciento en 1943; un 2,6 por ciento en 1957; un 3 por ciento en 1960 y 3,4 en 1970, según datos del Indec. Muñoz suele recordar que el Estado Nacional reguló el precio de los alquileres y el plazo de los contratos desde 1921, bajo la presidencia de Hipólito Yrigoyen, hasta 1976. 

La dictadura cívico militar desreguló el precio de los alquileres por decreto y estableció exenciones impositivas para la construcción en 1977. Ese mismo año apareció el primer aviso de una vivienda cotizada en dólares. Desde entonces “la vivienda se convirtió en negocio de sectores concentrados de la economía y en una necesidad urgente de los sectores mayoritarios de nuestra sociedad”. En Argentina, según datos oficiales, hay 2 millones y medio de viviendas en desuso. Sólo en la ciudad de Buenos Aries son 350.000, según el censo 2010.

Camila tiene 28 años, es docente y vive en San José de la Esquina, un pueblo de 7.000 habitantes a 120 kilómetros de Rosario, en la provincia de Santa Fe. En julio renovó el contrato por tres años y tuvo un aumento del 55 por ciento. En realidad dice que tendría que haber sido mayor el incremento que le correspondía, pero pudo conseguir un descuento de 2000 pesos. Antes pagaba 12.900; en julio pasó a 20.000 pesos, por una casa chica, con cocina comedor, una habitación, un baño, un patio y una pequeña cochera techada en la entrada. 

Renovamos el contrato justo cuando aumentó el dólar y fue todo un caos. Eso hizo que nos pidieran mucho más de lo que podríamos haber arreglado. La situación del país influyó bastante en el aumento. Aunque pensamos en mudarnos, los lugares que vimos eran más caros todavía, así que decidimos quedarnos. Ahora el próximo aumento lo tenemos en julio del año que viene. Cuando se cumpla el año del contrato, vamos a sentir otra vez la subida del precio”.

Como en el caso de Paula, Camila cree que debería haber una regulación porque hay “mucha disparidad” en los precios. “El alquiler representa un 60 por ciento de mi sueldo, sin contar lo que tengo que pagar de luz, agua, gas e impuesto inmobiliario. Yo soy docente, pero no soy titular y tengo pocos años de experiencia; entonces mi sueldo es bajo. Hay un montón de docentes que están en la misma situación que yo, pagando alquiler, incluso algunos viven solos. Yo vivo con mi pareja, entonces compartimos gastos; pero hay docentes que viven solos y que tienen hijos a cargo. Cuando uno tiene un sueldo bajo, se hace muy difícil alquilar”, resume Camila las dificultades que enfrentan las inquilinas y los inquilinos en todo el país ante un mercado inmobiliario que sólo busca “maximizar la renta de la forma que sea”.

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