Todavía recuerdo aquella llamada. Eran tiempos en que se hablaba más por teléfono que ahora. Fue entre fines de abril y principios de mayo de 2013. Me contactó Gloria Bonder, académica feminista que trabaja en FLACSO hace muchos años y me contó que una exalumna suya, ya investigadora del Conicet y docente de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, quería frenar la presentación que iba a hacer un excamarista marplatense en la Feria del Libro de Buenos Aires. Se había anunciado que Edmundo O´Neill, juez durante la última dictadura militar y posteriormente en democracia, presentaría su libro Sancho, una edición pagada por el mismo autor, en el stand de Dunken. Y ese hombre había sido su abusador.
Así empezó a salir a la luz la historia real en la que se inspira la película Algo incorrecto, de la cineasta feminista Susana Nieri, que se estrenó el 6 de octubre y continúa exhibiéndose en el cine Gaumont. Esa exalumna de Bonder era Carolina Carrillo, bióloga molecular, cuyo nombre cobró resonancia mediática en 2020 porque ella y su equipo desarrollaron en tiempo record, 45 días, el primer test molecular de detección de COVID 19 y ese anuncio lo hizo el presidente Alberto Fernández.
En aquella llamada Gloria Bonder me planteó qué se me ocurría para frenar la presentación. Para las víctimas de O´Neill, que él estuviera en un ámbito de la cultura como la Feria del Libro, que fuera aplaudido ahí, significaba un golpe muy duro. No había una sola víctima. Eran muchas.
Le propuse que juntáramos firmas para acompañar una carta dirigida a las autoridades de la Feria del Libro, donde les pidiéramos que suspendieran la presentación de O’Neill. Al mismo tiempo, yo me encargaría de contar la historia del exjuez y este reclamo en Página/12. Y así se hizo. En pocas horas habíamos conseguido reunir más de un centenar de firmas de referentes de organizaciones de mujeres y de derechos de la niñez y personalidades de la ciencia. Y se envió la nota a la Feria. En el artículo que publiqué en este diario el 3 de mayo de 2013 di cuenta del pedido y conté que una docena de amigas de las hijas de O´Neill, sobrinas y vecinas –ya adultas– habían relatado en forma contundente en la Justicia de Mar del Plata que en su infancia, cuando tenían entre 6 y 12 años aproximadamente, el entonces camarista había abusado sexualmente de ellas. La causa se abrió en 2004, pero dos años después se cerró, sin llegar a una condena, “al encontrarse extinguida la acción penal por el paso del tiempo”. En el expediente, el acusado llegó a admitir que había hecho “algo incorrecto”.
Luego de la publicación en Página/12 de su historial, el mismo O´Neill decidió suspender la presentación. Y no estuvo en la Feria. Por entonces, Carolina no se animaba a dar su apellido.
La semana pasada compartimos con ella, y otra de las sobrevivientes de abuso sexual del mismo O´Neill, Julia Auge --actriz y directora de la carrera de Artes y Tecnología de la Universidad Nacional de Quilmes-- un panel junto con la directora de Algo Incorrecto, tras un preestreno de la película en la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica. Entre el público también estuvo Gloria Bonder, y se la vi muy emocionada. Nos dimos un fuerte abrazo. También con Carolina y con Julia, a quienes entrevisté en estos años en varias oportunidades por esta misma historia. El testimonio en primera persona de Carolina Carillo forma parte de mi último libro Yo te creo hermana (Aguilar, 2019).
“En la causa declaramos más de 14 víctimas de O´Neill. Pero en ese momento, 2004, los casos de abuso sexual prescribían con el paso del tiempo. Ahora con la lucha activa de muchas personas y organizaciones esto ha cambiado: la prescripción empieza a correr a partir de la denuncia. Sin embargo, todavía poder poner en palabras lo que significa un abuso es muy difícil, y es muy difícil encontrar las palabras y el momento para narrar el horror, por eso es tan importante sumarse a las acciones de visibilización, de toma de conciencia. Por eso celebro esta película”, me dijo Carolina.
O´Neill abusaba de las amigas de sus hijas cuando iban a su casa a jugar, en los cumpleaños, en las guitarreadas que organizaba en la playa. Hay un relato de una de sus víctimas que no voy a olvidar jamás: él abusaba de ella cuando se cantaba el feliz cumpleaños y se apagaba la luz para soplar las velitas. Se ponía por detrás y se aprovechaba de esa quietud obligada para manosearla.
Es decir, los abusos ocurrían a la vista de muchos. Pero parecía que nadie veía nada. Incluso se presume que la esposa estaba al tanto como los padres de algunas de esas niñas, porque algunas pudieron contar algo en su momento. Pero nadie se animó a denunciar al camarista. Era un tipo muy influyente en los tribunales marplatenses. A lo sumo las niñas dejaban de ir a la casa. Como suele suceder con los abusadores, O´Neill era un hombre seductor, con muy buen concepto en su entorno, un caballero.
Después de la publicación de las notas de Página/12 sobre O´Neill, otras mujeres que habían sido abusadas por él se fueron contactando con las sobrevivientes que habían declarado en la causa. En total, fueron identificadas al menos 37 mujeres que sufrieron abusos de parte suya. Algunas eran de la localidad bonaerense de Ayacucho, donde la familia de la esposa de O´Neill tenía campos. Seguramente sean aún más.
Un dato que me resultó muy interesante es cómo se rompe el silencio y se empieza a correr el velo sobre estos abusos. La menor de las dos hijas de O´Neill, ya adulta, a comienzos de los años 2000, empezó a contactar a sus amigas de la infancia: no casualmente todas se habían ido de Mar del Plata a vivir a otros lados, como un exilio. Y se fue encontrando con cada una de ellas para preguntarles si su padre cuando eran chicas les había hecho algo. El alerta se lo dio una amiga suya, trabajadora social, que había observado dibujos de las nietas de O´Neill –hijas de la mayor de las hijas del excamarista– que le llamaron la atención porque le resultaban muy fálicos. Fue la punta del ovillo que se empezó a tirar. Después, esas mujeres fueron a la Justicia.
Edmundo O´Neil murió en 2016 a los 86 años, en Mar del Plata, sin haber sido ni siquiera llamado a declarar. La película Algo incorrecto es una forma de reparación para las víctimas.