Poco menos de un siglo atrás, Oswald de Andrade plasmó en su Manifiesto Antropófago una teoría estética que definió la vanguardia modernista de Brasil. Aquella antropofagia, que se extendía a las más diversas expresiones culturales y hablaba también de un modo de ser brasileño, resolvía la oposición entre nacionalismo y cosmopolitismo a través de la incorporación del "otro" en el propio cuerpo. Hoy el gigante sudamericano experimenta, según el economista Daniel Feldmann y el historiador Fabio Luis Barbosa dos Santos, un proceso de "autofagia". Un país que se devora a sí mismo. Los investigadores plantean ese escenario, ciertamente apocalíptico, en el interesante -y a la vez controversial- Brasil Autofágico (publicado en la Argentina por el sello Tinta Limón). Un libro que complejiza la -a priori- simple dicotomía entre Lula-Bolsonaro, expresión personalizada de otra antinomia más general: populismo progresista versus extrema derecha neoliberal.
Los autores sostienen que el esquema político y económico en Brasil viene experimentando desde hace años una dinámica de "aceleración y contención" dentro de una lógica excluyente que se mantiene inalterada. Se trata de una dialéctica negativa en la que cada fase contiene y alienta -involuntariamente- el germen de su opuesto. En ese sentido, apuntan, el bolsonarismo no sería "un cuerpo extraño" que apareció de improvisto en la escena brasileña para desarticular una supuesta inercia de progreso y desarrollo. En la "contención" del neoliberalismo que promovieron los gobiernos del PT se habría incubado la "aceleración" de todas las variables que derivaron en Bolsonaro. Del mismo modo, el salvajismo del ex capitán del ejército, "al liberar el monstruo de la acumulación pura y dura, (...) pone en marcha tendencias potencialmente antisistémicas que, a su vez, generan oposiciones dentro del propio sistema".
El libro es crítico del progresismo, al que caracteriza como "lo correcto posible en un mundo equivocado". Esto no significa, ni mucho menos, que Feldmann y Barbosa dos Santos consideren que Lula y Bolsonaro son "lo mismo". Grafican de este modo una de las diferencias conceptuales entre ambos: "El PT es la gestión de la crisis, mientras el bolsonarismo gobierna mediante la crisis, o a través de la crisis".
Según los autores, "la figura más adecuada de la relación entre la defenestración del PT y el ascenso de Bolsonaro no es un giro de 180 grados, sino una metástasis, en la medida en que las fuerzas e intereses corrosivos, cuyo poder nunca fue desafiado y que parecían controlados bajo el petismo, se esparcieron incontestables a través del tejido social".
Se da una situación paradojal de cara a la segunda vuelta electoral. Es la izquierda, históricamente ligada a la idea de conflicto e incorrección, la que apela a la búsqueda de consensos y al pacto social. La extrema derecha, por el contrario, asume una postura rupturista. "En la medida en que el progresismo fuera del gobierno se convierte en una política restauracionista, exhortando a la vuelta a un pasado idealizado, la derecha se posiciona a favor del movimiento de la historia, a favor del progreso, lo que solo puede conducir a la barbarie", plantea el libro.
Lo que se está viviendo, de acuerdo al pronóstico poco optimista de los investigadores, es una dinámica cuya resolución es finalmente indiferente al resultado de las elecciones. Feldmann y Barbosa dos Santos la definen como una "espiral acumulativa hacia la barbarie".
Los autores de este trabajo perciben un proceso de "descivilización" brasileña. Una debacle cultural que encuentra puntos de contacto con los fascismos clásicos, en tanto establece el campo propicio para radicalizar un horizonte de refundación moral y política. Pero también establecen diferencias con el sistema instalado por Benito Mussolini en Italia: "en lugar de la vieja noción fascista de un cuerpo social articulado como un todo, con el bolsonarismo hay un tipo de política que no solo acompaña el proceso de atomización y desintegración social, sino que también lo fomenta in extremis". Otra diferencia es la disolución de los lazos sociales colectivos: "En otro plano, la 'revolución invertida' de Bolsonaro se une al proceso de selección y exclusión que caracteriza la lógica neoliberal, llevándolo hasta sus últimas consecuencias".
No se trata solo de determinadas medidas económicas o políticas, sino de la paulatina instalación de un paradigma aceptado por amplios sectores de la población: "El quid de esta política (por la de Bolsonaro, a quien definen como "un bandeirante del siglo XXI") no es prohibir los sindicatos, los partidos o las manifestaciones (aunque esto eventualmente pueda suceder), sino modificar las condiciones bajo las cuales las personas consideran imperativo manifestarse y rebelarse. Se puede decir que el significado profundo del bolsonarismo, tanto en la forma como en el contenido, es expandir los límites de lo aceptable: generar una nueva normalidad".
En este estado avanzado de corrosión social se vislumbran nuevas formas políticas, que tienden a combinar elementos ya existentes antes de la irrupción de Bolsonaro: "cristianismo conservador y redes sociales; policía militar y crimen organizado; estado penal y políticas focalizadas; extractivismo y capital financiero. Todo junto y mezclado. Para sobrevivir en el juego, la derecha tradicional también precisará reinventarse".
Frente al "molino satánico", idea patentada por el científico social Karl Polanyi para describir el movimiento descontrolado de los mercados, Feldmann y Barbosa dos Santos advierten que no hay alternativas de contención gradualista. "Serán necesarios frentes cada vez más amplios para defender cada vez menos conquistas", anuncian, mientras la ciudadanía brasileña corre cada vez más rápido "para mantener la posición en la escalera mecánica descendente".
En este punto, los autores llevan las ideas al plano de la acción política. Consideran, en sintonía con el filósofo Auguste Comte, que "no se destruye efectivamente aquello que se sustituye". Sostienen enfáticamente que "lo contrario a la forma política que el bolsonarismo encarna no es el progresismo, sino la rebelión". Y finalizan con un alegato que alienta a romper la inercia de salvajismo neoliberal: "El desafío de hacer de la rebeldía emancipación puede ser sintetizado en una línea: ¿cómo dar un futuro a la rabia contra una existencia insoportable?".