Desde Río de Janeiro
Río de Janeiro impacta. Pocas metrópolis fueron fundadas sobre paisajes tan lindos. Ahí están los morros verdes que orillan sobre el mar, el Cristo de Corcovado en lo alto, las calles que desembocan en las playas de Copacabana, la escalera de Selarón con cerámicos de colores en el barrio de Lapa. Por las noches de este mes de octubre puede verse la luna grande y tropical sobre la ensenada de Botafogo a los pies del Pan de Azúcar, y las escuelas de samba, como la Estácio de Sá, se preparan para los próximos carnavales: tocan, bailan, compiten internamente, invocan a santos de muchos cielos hasta la madrugada.
Las postales de la zona sur o el centro de la antigua capital brasileña son sin embargo una superficie, el borde iluminado de una ciudad desigual y violenta. Puede verse en la cantidad de personas que sobreviven en las calles; en una geografía donde en cualquier esquina emerge una favela; en los kilómetros de villas miserias y paisajes rotos al tomarse un tren hacia el oeste de la ciudad; o por el marcado control territorial de organizaciones armadas, tanto narcos como las llamadas milicias, que, entre tantos crímenes, tienen haber asesinado a la joven feminista negra Marielle Franco en 2018.
“La mayoría de los territorios populares están dominados por milicias, grupos militarizados, las iglesias pentecostales tienen hegemonía, un papel importante de diálogo cotidiano en la vida de las personas, existe un gran vaciamiento de las relaciones sociales procedentes del Estado, consejos populares, instituciones no solo de participación social, sino de agenda social, las personas no tienen lugar de debate público, de encuentro, esos lugares están ocupados en los territorios por las milicias, el narcotráfico o en la iglesia”, explica Tainá de Paula, concejala por el Partido de los Trabajadores (PT).
De Paula se presenta como “mujer negra de favela, madre de una niña, sobreviviente de las lógicas racistas de Río de Janeiro”, un estado donde 53% de la población es negra. Está en una mesa de campaña con banderas, volantes, se fotografía haciendo la L de Lula con la mano con quienes pasan y apoyan al ex presidente. Un dato le preocupa: “hay un mapa muy impactante, comparando el voto de Bolsonaro en Río con el mapa de ocupación de las milicias, es 90% de coincidencia”.
Las milicias parapoliciales
El resultado electoral le dio la victoria a Jair Bolsonaro en el estado de Río con 51.09% contra 40.68% de Lula da Silva, y su candidato a gobernador, Cláudio Castro, alcanzó 58.67%. La votación en el estado de más de 16 millones de habitantes fue una de las que marcó el mapa del sudeste de Brasil favorable al actual presidente. En el caso de la ciudad Bolsonaro ganó en nueve de las diez zonas controladas por las milicias.
“Las milicias surgen originalmente de grupos de exterminio que operaban a partir de policías institucionales, policías y bomberos que se organizaban después del trabajo, muchos con la perspectiva de complementar la renta y una perspectiva de llevar una falsa idea de seguridad para los territorios sin cobertura de la policía institucional”, explica De Paula. Las milicias crecieron y mutaron desde aquellos años 70 hasta la actualidad: pasaron de centrarse en la seguridad armada, a controlar servicios, cobrar para realizar actividades, “ocuparon todo el territorio, casi una sustitución de lo que debería ser el Estado”.
“Más recientemente hubo una relación más estrecha entre las milicias y el narcotráfico, empezaron a juntarse y a crear lo que se llama narco-milicia, donde existe un acuerdo sellado entre la distribución de la droga, la protección de los traficantes y el control territorial, es una junción que en mi opinión y la de varios estudiosos está fuera de control, porque no se sabe dónde empieza una facción y dónde termina otra”, explica la concejala del PT, que sitúa la presencia o control de milicias en 60% de la ciudad.
“Los cuadros políticos que hacen campaña para Bolsonaro son figuras ligadas a estos grupos, trabajan aliados a las milicias, operan en territorios donde la mayoría de las personas no pueden operar, ¿cómo logran entrar a esos territorios ocupados por las milicias?”. Bolsonaro “no tiene idea de cómo es la gente de Río porque su vida está ligada a los milicianos que mataron a Marielle”, dijo el mismo Lula días atrás.
El factor evangélico
Lula realizó esa afirmación en el acto realizado en la favela Complexo do Alemão, en la zona norte de Río de Janeiro. Fue el primer acto en la campaña en una favela de la ciudad, en la punta del morro, con casas a medio terminar, escaleras hacia siempre más arriba, batucadas, euforia por la presencia del ex presidente vendido en gorras, toallas, camisetas y banderas. “Soy el único candidato a presidente que tiene el coraje de entrar a una favela, sin chaleco de seguridad”, le dijo Lula a Bolsonaro día después, el domingo, durante el debate entre ambos.
“Votar a Lula no es pecado” fue una de las frases que se escuchó desde ese escenario del Complexo do Alemão en el que Lula estuvo acompañado, entre otros, por Wesley Teixeira, quien encabeza un sector del evangelismo que lo apoya. “Percibo en mis bases una presencia muy fuerte de evangélicos, con mucha dificultad de discutir sin que aparezca la religión como regla, como parámetro. Lula no es evangélico, y el hecho de que no lo sea lo transforma en impío, mundano, hablando en términos cristianos, es una dificultad para que parte de ese sector que se alinea y se conecta con esa cosmovisión del mundo lo vote”, explica De Paula.
“Es un voto muy difícil de dar vuelta porque parte de la subjetividad de la fe, no de una materialidad de una teoría, la fe es el centro de la vida y visión del mundo. Es muy importante modular un discurso para intentar dar vuelta algunos votos, pero hay que enfocarse principalmente en quienes están desencantados de la política, se abstuvieron, existe una presencia muy grande de la abstención en todas las ciudades y las encuestas muestran que aquí puede llegar a 20%, hay que enfocarse en esas personas, están desencantadas, pero es posible sensibilizarlas con lo que estamos viviendo, con el hambre, la miseria”.
Quedan menos de dos semanas de campaña. Lula encabeza en las encuestas, y según Atlas, la encuestadora que se acercó a predecir el resultado en primera vuelta, el líder del PT tiene 52.4% de votos válidos contra 47.6% de Bolsonaro. “Tengo la impresión grande de que ganaremos, pero no tendremos ganado Brasil, Brasil estará dividido. Cuál va a ser el tamaño de nuestra sabiduría en aproximarnos a los diferentes, en construir puentes, solo el tiempo dirá”, concluye De Paula antes de seguir con el vértigo de la campaña.