En el acto del 17 de octubre en Plaza de Mayo hubo representaciones de varios territorios, comenzando por el peronismo de la ciudad, pero la celebración, tanto arriba como debajo del palco, tuvo un fuerte componente bonaerense. Y los bonaerenses de arriba y debajo del palco se manifestaron contentos por los anuncios hechos por el gobernador, junto a los representantes gremiales, esa misma mañana. Con este último tramo del acuerdo salarial para lo que queda de 2022, los trabajadores de la provincia acumulan 90 por ciento de aumento en el año, apenas por debajo del noventa y cuatro recientemente obtenido por La Bancaria, liderada por Sergio Palazzo. Los bancarios pulsean con uno de los sectores de mayor rentabilidad de toda la economía.
Dentro del gobierno con sede en La Plata, el más sonriente era Walter Correa, que se anotó su primer poroto importante como Ministro de Trabajo al cerrar el arreglo con los estatales bonaerenses, docentes incluidos. Axel Kicillof y el secretario del Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires, SUTEBA, abrazados en el palco, fueron la representación pública del acuerdo.
Hubo tres actos con agendas distintas. Y distintas visiones. Incluso críticas. “El 17 de octubre los laburantes vinieron desde todos lados hasta la plaza, para pedir la liberación de Perón”, dijo un importante dirigente de la tercera sección electoral de la provincia. “No se puede conmemorar ese hecho en otro lado. Un acto fuera de la plaza no es un acto por el Día de la Lealtad. Es otra cosa. ¿Hay fuente en Obras?”, ironizó con pedido de reserva de su nombre, según su opinión para no caldear aún más los ánimos.
Es que la conducción de la CGT hizo lo suyo temprano para que las bases no tuvieran que elegir entre dos actos. Muchos trabajadores hasta hicieron doble jornada. Por la mañana, estadio Obras, por la tarde Plaza de Mayo. En el barrio de Nuñez fue llamativo el despliegue publicitario de Gastón Frutos, secretario General de Panaderos y Tesorero de la CGT. El Evita, desde su acto en Laferrere, anunció que presentará candidatos propios en varios distritos del conurbano. Este diario averiguó que sus objetivos específicos, además de La Matanza, son Lanús y San Martín. En este caso es un problema a resolver para el tándem Katopodis-Moreira, que debió remar en dulce de leche para ganar ajustadamente en las legislativas.
Los discursos abarcaron temas diversos y terminaron abriendo debates hacia el futuro. Uno, sobre el rumbo del gobierno. Otro, sobre lugares en las futuras listas. Proyecto y poder, o poder y proyecto.
El Día de la Lealtad partido en tres permitió que los dirigentes hicieran números y se contaran, así fuera provisoriamente, las costillas. En machirulo básico, se midieron dentro del campeonato de “a ver quién…” Estos semblanteos suelen ser más que útiles, en especial cuando la correlación de fuerzas se ha vuelto trending topic y hay discusión dentro de las dos coaliciones, la que encabeza el peronismo y la que pilotea el PRO.
Un experimentado dirigente presente ayer en Plaza de Mayo recordaba que en pleno menemismo, Antonio Cafiero reclamó a los peronistas “un corazón dispuesto al combate”. El fragmento de video todavía circula por redes sociales y plataformas de mensajería. Eso es justamente lo que se exhibió ayer. Un espíritu y un músculo similar al que enfrentó a Macri entre 2016 y 2019.
Hace ya más de medio siglo los boxeadores Muhammad Alí y Joe Frazier pelearon a quince rounds por el título del mundo. Se fajaron como nadie nunca. Estaban exhaustos antes del décimo, pero siguieron hasta el catorceavo. Cuando la campana los llamó para el último asalto, Alí no quiso seguir. Su legendario entrenador, Angelo Dundee, lo convenció de pararse y caminar hasta el centro del ring, con la promesa de que enseguida tiraría la toalla. No fue necesario. Alí retuvo el cinturón de campeón: su pequeño gran gesto de voluntad fue demasiado para su rival.
El peronismo de ayer pareció sentirse un poco más Alí y menos Frazier.