Los objetivos a lograr cuando una persona adicta a drogas y alcohol ingresa a un dispositivo terapéutico responden a una escala de estándares. Estos se definen por el comportamiento y la interacción entre la persona, sus vínculos y el equipo de trabajo. A lo largo del proceso las etapas van visibilizando la evolución y hacia donde nos dirigimos.

Podemos definir un nivel de estándares en función a las expectativas generadas. Aquí hay que ser objetivo y adaptar lo deseado a la realidad que se desarrolla en el abordaje y a los recursos de la persona asistida.

La meta de máxima es que la persona que llega al dispositivo logre resolver su situación de consumo. Ordenar sus vínculos. Retomar su actividad laboral y académica. Definir su nuevo lugar en la estructura social. Que siga en contacto con el dispositivo en un seguimiento de desprendimiento paulatino.

O sea, logra una normalidad peculiar, propia. Una normalidad superadora. Que tenga el sentido de pertenencia. Llegar a este lugar luego de la decisión de cambio primaria. A la exigencia posterior que lleva al convencimiento. Esto es, a la conciencia de su situación. Para que, luego, el “deber”, se manifieste en armonia y no como una ya conocida trampa rutinaria, que llevara nuevamente al consumo.

El polo opuesto seria quedar fuera del dispositivo por una o más transgresiones graves. Entre estas dos posibilidades se abren objetivos viables.

Podemos trazar un modelo aproximado de un año en el abordaje. Desde el ingreso al dispositivo hasta el periodo de seguimiento. Aquí hay instancias para avaluar y superar.

El abandono primario se puede dar luego que la persona se ha adaptado al programa. Ha dejado el consumo atrás. Tiene un orden estructural. Y que haya empezado a vislumbrar su historia en los espacios terapéuticos. Alli, lo que ve de su pasado no le gusta nada. Y en vez de seguir profundizando opta por el abandono.

El segundo nivel se presenta cuando la persona logra superar esta instancia y se involucra con su intimidad. Alli enfrenta esos fantasmas que lo tienen aprisionado desde hace años. Paralelo va integrándose a la vida familiar, laboral, académica, social. Aquí aparece el desafío de seguir indagando o acomodarse a esta nueva realidad lograda. Esta comodidad y bienestar real lo llevaran a desertar del programa.

Entonces podemos ver cuatro niveles dentro de los estándares definidos.

Salvando el primer nivel, donde la persona, al transgredir gravemente, se irá mal del programa. En los otros tres niveles los objetivos se habrán cumplido en función a sus realidades alcanzadas.

Las expectativas cuando una persona ingresa a un dispositivo terapéutico deben ser optimistas. Creer que vamos a llegar al nivel de superación esperado. Esto está condicionado en el desarrollo del abordaje. Por la voluntad. Por el rol de los vínculos referentes. Por la supervisión adecuada del equipo de trabajo. Por el crecimiento ordenado, en base al reconocimiento de las etapas. Por la responsabilidad adquirida y sostenida en el tiempo. Por la rebeldía para integrarse nuevamente a la vida social. No como víctima o victimario. No como el enano de sus miedos. No como el gigante de sus sueños. Sino como una mujer, un hombre. Única. Irrepetible. Valiosa. Parte del universo.

 

Osvaldo S. Marrochi 

 Presidente Fundación Esperanza de Vida