Tras las restricciones cuarenténicas, el turismo -tal como lo conocíamos- volvió a reconstruir sus hábitos a partir de 2021. Ya nadie lo recuerda, pero al principio de la pandemia nos mostraban fotos de peces en los canales de Venecia, una narrativa sobre "la naturaleza recuperando espacios" que duró nada. Creíamos que no íbamos a volver iguales, y al final todo terminó siendo lo mismo, solo que un poco más aburrido.
El año pasado, la zona de Península Valdés registró 45 ballenas francas australes muertas. Los cetáceos llegan en gran cantidad hacia septiembre para quedarse hasta marzo, antes de volver a aguas de Brasil. Una decisión táctica, como la de tantas otras especies: ahí, en la axila de la provincia de Chubut, pueden alimentarse, reproducirse y criar a sus prole. Necesidades vitales.
Naturalmente, la cercanía con el mamífero más grande de todos estimuló el turismo de diversas maneras, que se fueron actualizando con el tiempo. Actualmente, por ejemplo, es uno de los destinos más solicitados por el segmento sub30 en las plataformas de viajes. Y la oferta va desde el avistaje casi poético en la costanera de Puerto Madryn hasta la aproximación literalmente pornográfica del Golfo Nuevo, mientras las ballenas se cortejan buscando aparear. Ambas experiencias fueron contadas en el NO hace casi ocho años, como una forma de observar ese vínculo cargado, intenso, entre el humano y la franca austral.
Aunque el promedio de muertes anual de esta clase de ballenas en Valdés es de 40 (en una población de 1400), aquella saga del 2021 se combina ahora con una cifra intempestiva y alarmante: desde el 24 de septiembre pasado, cuando se registró la primera ballena muerta en la zona de Punta Pardelas, el número ascendió a un parcial de 30, todavía con dos meses y medio por delante para cerrar la estadística comparada. Estamos atravesando la temporada alta y caliente del avistaje de ballenas en Argentina, gira que ceba a la pibada a la Península en un contexto de dificultad para lanzarse a Ezeiza (así sea para jugarla de gasolero en Europa o tirarse en cualquier playa de Brasil).
En el contexto internacional, el 21 de septiembre, tres días antes del primer registro en Valdés, circuló la noticia de que 230 ballenas habían quedado varadas en una playa de Australia, la mitad de ellas muertas. A las pocas horas, solo el diez por ciento seguían vivas. Las hipótesis fueron diversas y confusas. Una sugería que las ballenas confundieron su rumbo con las señales de un sonar de alta frecuencia y así cayeron en la trampa mortal de una costa baja que les impidió volver atrás.
► Una marea roja contra las gigantes negras
Los ejemplares locales fueron encontrados en la zona de Golfo Nuevo de Península Valdés, cerca de Puerto Pirámides, el lugar que permite la mayor aproximación a través de unos barcos-submarinos que penetran aguas adentro. La primera hipótesis de los investigadores fue la aparición de la llamada "marea roja": la proliferación en el agua de toxinas letales para las ballenas a través de moluscos, su alimento en las aguas de Chubut. Una intoxicación. Igualmente hoy, a casi un mes de la primera muerte, sigue sorprendiendo la cantidad en tan poco tiempo.
Las ballenas fueron sometidas a necropsias y todas mostraban buen estado de conservación, eliminando otras tesis (como las de lesiones traumáticas o enmallamientos, usualmente derivaciones de la pesca industrial en el mar). De las investigaciones participan, entre otros, el Instituto de Conservación de Ballenas de la Universidad Nacional de la Patagonia, con sede central en Comodoro Rivadavia; y el CENPAT, del CONICET.
En simultáneo a esas tareas, se ordenó una veda parcial a la pesca de moluscos, principal sospechoso del conflicto, pero a la vez bajón por excelencia de esa zona turística. Una forma de limitar la pesca informal y dejar la comercialización en manos de portadores de habilitación (mercados, pescaderías, restaurantes, locales de comida, básicamente). Aunque días después la restricción debió ampliarse aún más: según este diario, los últimos estudios del denominado Nivel de Toxina Paralizante de Moluscos arrojaron 18 mil Unidades Ratón, 45 veces más que las 400 establecidas como límite tolerable por el Ministerio de Salud.
El alerta se propagó hacia el agua que llega a las canillas de Puerto Pirámides, el destino "de culto" de la Península Valdés. A sus hostels, a su camping, pero también a sus casas. Aunque unos exámenes lo negaron y repusieron cierta calma. "Hace 14 años que no hay un caso así", había dicho el director de Flora y Fauna Silvestre de la provincia, Fernando Barsano.
Tan solo 72 horas después del primer hallazgo en la zona de la península, el número de ballenas muertas ascendió a siete y encendió las alarmas entre los especialistas. La industria del turismo, de todos modos, siguió su ritmo y en el feriado largo por el 12 de octubre se registró más del 90% de ocupación en las plazas de Valdés.
► Pingüinos con estrés crónico
Similar éxito turístico se vivió en Punta Tombo, unos 200 kilómetros al sur de la costa chubutense, la mayor colonia en el mundo de los pingüinos de Magallanes, quienes eligen esa playa por los mismos motivos que la ballena franca austral. Un sistema de pasarelas y senderos permite que turistas caminen entre esas aves (que no vuelan pero pueden estar media hora bajo el agua) en el preciso momento que desembarcan de a millares.
Según un estudio del CONICET publicado en enero de 2019, "los ejemplares más expuestos al turismo mostraron estrés crónico y deterioro de salud". Hablar de estrés crónico de pingüinos suena a meme. Sin embargo, la investigación aporta data sobre el vínculo entre el humano y otra especie, en una dinámica que se da con el pingüino en Tombo de la misma forma que con la ballena en Valdés.
"Los resultados indicaron que el turismo en Punta Tombo tiene consecuencias claras sobre la salud de los pingüinos más expuestos a los visitantes, aun cuando estas aves están habituadas a ellos", indicó el estudio. "La colonia recibe desde hace medio siglo unos 100.000 por año. Además de estar más estresados, estos pingüinos podrían volverse más vulnerables a las enfermedades".