“Después de la muerte de Nico la casa quedó hinchada por la humedad. Estoy seguro de que fueron las lágrimas. Ahora somos tres y la mesa nos queda grande”. Un tornado alrededor comienza con una ausencia y un enigma: el hermano pequeño del protagonista ha muerto, pero no sé sabe cómo ni de qué. Tal como suele suceder de forma clásica en el género policial y de forma paradigmática en los crímenes políticos argentinos, en esta tragedia se conoce el nombre de la víctima, pero se desconocen el/los nombre/s del/los posibles victimario/s y los detalles de las circunstancias que provocaron el dramático episodio.

En todo caso, después de la muerte del hermano menor solo quedan restos y no solo de humedad: son restos de una familia rota y objetos diseminados y desperdigados por doquier. Los mismos objetos que, agrupados (por ejemplo: Peluche/Gamuza/Botiquín/Cuaderno) estructuran los capítulos de la ficción. a partir de ellos, el narrador despliega vivencias, experiencias, sueños, anhelos, secretos y recuerdos familiares y personales. Son también objetos que suelen operar a manera de indicios para una investigación y parecen poseer claves para develar el misterio.

Aunque en la mejor tradición de ese género en Argentina -Facundo de Domingo Faustino Sarmiento, Respiración Artificial de Ricardo Piglia, Santa Evita de Tomás Eloy Martínez- se invoca a un fantasma al estilo de Hamlet o se indaga en torno a un cadáver para hallar los sentidos y el destino de las existencias, Un tornado alrededor no es una novela política.

A pesar de sus características intrínsecas, la primera ficción de Facundo Abal tampoco es una novela policial. En todo caso, si hay un acertijo a descifrar o una búsqueda a encontrar, es la del del propio protagonista -un adolescente sin nombre- respecto de sí mismo, de su erotismo y de sus potencialidades vitales.

Por eso, el género que mejor la identifica es el del Bildungsroman, la novela de iniciación. Si en el clásico Bildungsroman del siglo XIX, el personaje principal realiza un viaje iniciático o una odisea espiritual -que terminan siendo un viaje al interior de sí mismo-, en busca de “ser lo que se es”, en Un tornado alrededor, el joven protagonista realiza un tortuoso recorrido existencial para poder huir de sus miedos y sus pesadillas y de intentar que el Eros prevalezca sobre el Tánatos.

Para ello, el personaje central tiene que asistir al desmoronamiento de su familia, a escenas cotidianas alucinantes, alucinadas y grotescas, a rituales siniestros de homenaje y despedida y a celebraciones mortuorias en el cementerio. También a liturgias montadas en el hogar y a diversas estrategias para exorcizar el dolor, tales como: “Mamá improvisó un altarcito en el mueble del living. Una virgen de yeso con vestido mal pintado. Dos estampitas empalmadas. Una fila de velas con perfume. En el medio, una foto de Nico encadenada por rosarios. Está frente a una torta. Un número seis enterrado en la crema. Mira a cámara sonriente. Atrás, los cuerpos de mamá y papá descabezados”.

La prosa de Abal es potente, de oraciones cortas, precisas y punzantes. Cada párrafo -casi ninguno supera los dos renglones y habitualmente se reducen a menos de un renglón- posee una maestría inusual en un autor novel y parece no haber ninguna palabra de más ni de menos sino las imprescindibles para producir efectos emocionales sobre lxs lectores. Una emoción que se desliza entre las frases y las palabras: frecuentemente son cuchilladas directas dolorosas al corazón, pero también hay imágenes vívidas con fáciles referencias reales y espacios de tregua para la ternura y la voluptuosidad.

Porque entre desolados abandonos familiares, paseos por escuelas, cementerios y manicomios, escarceos amatorios sórdidos y las primeras desilusiones amorosas se asiste al despertar sexual del protagonista. Esto permite que Abal ponga en juego su destreza literaria para narrar con delicado erotismo la sexualidad del protagonista adolescente: “Con los ojos entrecerrados veo al entrenador en la ducha de enfrente. Ya no tiene la malla ajustada. Se pasa el jabón por las piernas. El agua rebota en su pecho velludo. Los dedos de los pies se abren contra el suelo. Mi mirada queda fija hasta que el champú me entra en un ojo. Me refriego con el agua. Intento volver a abrirlo, pero el ardor no me deja. Vuelvo a poner la cabeza en el chorro. Cuando logro abrir los ojos el entrenador ya no está. De pronto siento un tirón debajo de mi malla”.

Una familia muy normal

En forma concomitante con el pasaje del narrador al mundo adulto y a su búsqueda de un lugar más habitable en el mundo, se producen transformaciones en el resto de los personajes de la familia y nuevos vínculos afectivos alternativos que intentan evadir la catástrofe. Así, hacia el final de la novela, queda conformada una nueva configuración familiar alucinante y casi queer conformada por el padre, la madre trastornada y medicalizada egresada de un instituto de salud mental y la amante del padre (una peluquera que monta su negocio en el otrora hogar familiar).

Si el protagonista de Un tornado alrededor tuviera nombre propio, el mismo merecería figurar en el podio de personajes literarios adolescentes tales como el Holden Caulfield de Jerome Salinger o el Toru Watanabe de Tokio Blues de Harucki Murakami, entre otros. En efecto, Facundo Abal no solo escribió una sinfonía del adiós y las despedidas, sino que parece haber escrito la versión gay, local y descarnada de “El cazador oculto”. Pero, al contrario del personaje de Salinger, el muchacho no se resigna a ser el guardián y el niño-madre de su naciente hermana, sino que clarividente, sabe que, para salvarse tiene que huir definitivamente de su entorno familiar. Hacer el viaje desde el “Peluche” hasta el “Diploma” que le permita ingresar a la ciudadanía adulta y desplegar su tornado interior y las promesas vitales. Abal desplegó su propio tornado interior en su impresionante, conmovedor e inédito debut literario ampliamente merecedor del Premio Nacional de las Artes que lo sitúa en mucho más que en una zona de promesas.