Más de veinte años después de su estreno, todavía es imposible hacer declaraciones precisas sobre el final de Evangelion, la serie de Estudio Gainax que, en los 90, triunfó en el canal Locomotion de nuestro país, hipnotizando incluso a quienes no consumían anime. ¿Cómo termina este relato apocalíptico? ¿Es posible hablar de un final concreto? La respuesta varía con cada persona que se interrogue. La trama es inaccesible, se resiste a las interpretaciones concretas y, simultáneamente, es escrita por su público, con sus propias ideas y teorías. Es como si esta historia atemporal no pudiera dejar de ser contada: hasta el día de hoy se estrenan las secuelas Rbuild de la saga. Su última película, Evangelion 3.0+1.0: Thrice Upon A Time, es la cuarta y última entrega de Evangelion. Estrenada originalmente el 8 de marzo de 2021, la película llegó a los cines argentinos este 29 de septiembre y ahora puede verse por streamming en Amazon Prime.
Evangelion y la cultura pop
Su fama como serie de culto, la ambigüedad que rodea su trama, esos robots gigantes que pelean contra criaturas que vienen del cielo, heroínas trágicas que obsesionan, iconografía religiosa, referencias a los campos de la filosofía y la psicología, un estilo de animación inusual para su época. Alguno de estos factores -o más bien una fusión de todos ellos- logran que Evangelion siga generando las emociones y los debates más intensos de la cultura pop. Era 1995 y Hideaki Anno, el director, tenía 35 años cuando la serie se estrenó en la televisión japonesa. Encerrado en una depresión profunda, plasmó todas sus angustias y temores en lo que, a simple vista, parece una serie de robots.
El punto de partida es el año 2015, un mundo destrozado por una catástrofe conocida como el Segundo Impacto que acabó con la mitad de la población humana. Tres preadolescentes elegidos deben ponerse al mando de cyborgs gigantes para defender la humanidad de los Ángeles que han despertado: bajan del cielo y quieren castigar a la humanidad. Una vez que Hideaki sedujo a su público con las batallas de robots que caracterizan al entonces popular género Mecha, se adentró en el conflicto que verdaderamente le interesaba: la complejidad de la naturaleza humana, los traumas que atraviesan estos personajes y las carencias afectivas que sufren en medio de un mundo post apocalíptico.
Shinji Ikari, el protagonista, tiene 14 años cuando su padre -con quien no mantiene ningún tipo de relación- lo envía a vivir a Tokyo-3: una metrópolis futurista construida como fortaleza para resistir cualquier ataque. Cuando tiene a su hijo enfrente, este hombre serio revela la única intención del reencuentro: quiere que se suba y pilotee un robot tamaño edificio denominado Eva. Shinji se niega. Es tímido, delicado, y está aterrado. Si algo caracteriza a los animes de los 90, es la búsqueda del honor por parte de sus protagonistas, el sacrificio que deben tomar para salvar al mundo, sin importar las consecuencias. Quizás por primera vez hasta entonces, el protagonista entra en crisis con el arquetipo, se opone a encarnar el papel heroico. No busca ninguna aventura, quiere encerrarse a llorar.
El fin del mundo en los 90
Pero, claro, tendrá que subirse al Eva contra su voluntad. Los pilotos manejan a estas criaturas a través de sus mentes, sumiéndose en una conexión simbiótica. Una existencia maldita, un deber y una pesadilla. El factor terrorífico de las criaturas se acentúa a medida que la trama avanza y descubrimos que son más biológicas que tecnológicas. Pueden salirse de control y devorarse entre ellas como si fueran animales salvajes. Dentro de esas paredes metálicas, flotando en un líquido naranja que tiene sabor a sangre, los personajes se encuentran con sus traumas más profundos, la sincronización entre humano y máquina pseudo orgánica los enfrenta con sus propias psiquis. Despertares sexuales, episodios depresivos, familias disfuncionales, todo eso colisiona con el imperativo de salvar a una humanidad que parece cada vez más descartable.
Para adentrarse en el plano psicológico de sus personajes, Hideaki usa referencias a teorías de Freud, conceptos lacaniano, y se acerca a la filosofía con la parábola de Schopenhauer para explicar la psiquis de sus protagonistas. Asuka, la piloto traída de Alemania, es una chica pelirroja que oculta su vulnerabilidad bajo un carácter agresivo y narcisista. Esta busca constante de autonomía y de control, de una sexualidad que la salve de la soledad incontrolable. Rei Ayanami, su contracara, está despojada de su propia humanidad, artificialmente diseñada para obedecer órdenes y servir como arma de guerra. Nada de esto impidió que se convirtiera en uno de los personajes más queridos por los fans de la saga: la primera vez que sonríe es, sin dudas, una de las escenas más recordadas hasta el día de hoy.
Finales abiertos y otakus enojados
Rompiendo con todos los recursos usados hasta el momento para construir narrativas dentro del anime, los capítulos finales de Evangelion ocurren dentro de la cabeza de Shinji. Introspección profunda, dibujos en crayón, fotografías fotocopiadas, textos que irrumpen en la pantalla como si nos hablaran directamente. Los personajes se funden en un tejido de voces y recuerdos, en una enorme entidad colectiva inexplicable para quienes no han visto el anime completo. Y el público no tardó en expresar su descontento ante el cierre del anime que marcó sus vidas: pedían respuestas encarecidamente, querían otro final. En Tokio, los fans se reunían en la puerta de la productora, GAINAX, para reclamar un final nuevo. Repetían que no entendieron nada, que no fue suficiente.
Sus plegarias fueron atendidas: dos años después, en 1997, se estrenan dos películas: Death and Rebirth y The End of Evangelion. Para saciar al público, esta última toma lugar antes de los dos últimos episodios de la serie, bajo el nombre: “ONE MORE FINAL: I need you”. El diálogo que Hideaki ha habilitado con su audiencia a través de los años se convirtió en una nueva manera de construir ficción. Los espectadores son parte de la historia, a tal punto que se les habla directamente. Pero el director tampoco pensaba ceder ante los caprichos de esta horda de otakus enfurecidos: para muchos, la película de Evangelion fue aún más desconcertante que los últimos capítulos del anime. Un mar naranja de líquido LCL, la luna negra, ojos inyectados en sangre, una Rei agigantada con el alma de Lilith dentro suyo, las únicas palabras que Asuka pronuncia cuando la humanidad parece haber llegado a su fin: “qué asco”.
Kaworu es un chico angelical de pelo blanco que solo aparece en un episodio de Evangelion, pero ese tiempo es suficiente para cambiar la vida del protagonista y convertirse en un icono gay de la historia del anime. Su aparición ocurre casi al final de la serie, cuando Shinji está más desconectado que nunca de una realidad que detesta. Presentándose como el último piloto de Eva, Kaworu lo invita a practicar en sus robots gigantes, a bañarse juntos mientras hablan de sus sentimientos, con un monólogo que termina mirandolo a los ojos y diciéndole “Lo que quiero decir es que te amo”. Ante esta declaración, Shinji se sonroja.
En Japonés, la palabra “suki” puede hacer referencia al amor o cariño dependiendo de su contexto. Y dadas las circunstancias, la frase dicha por Kaworu tiene el tono de un kokuhaku, una confesión de amor.
Netflix y el camuflaje de la trama lgbti
Su llegada al catálogo de Netflix, hace dos años, trajo nuevas polémicas al universo de Evangelion. La queja más significativa es la que hace referencia al nuevo doblaje, donde se diluye y se pierde casi por completo el romance entre Shinji y Kaworu. En la traducción de Netflix, Kaworu dice “I like you”, que podría traducirse como “me agradás”. Los diálogos son una parte fundamental del vínculo entre estos dos personajes que dieron lugar a una de las primeras representaciones LGBT en el anime, y resulta imposible no pensar que hay una ideología que se esconde detrás del conflicto lingüístico. Por otro lado, mientras que en la serie original la voz de Shinji es interpretada por Megumi Ogata, una mujer, en su traducción al inglés, son voces de hombres las que encarnan la voz de Shinji.
El vínculo entre Shinji y Kaworu no se limita a ese mítico episodio de la serie original. El ángel albino vuelve a aparecer en Rebuild, la saga de películas iniciada en 2007 que retoma y reversiona la serie original con animación de alta calidad. Y En Evangelion 3.33 You Can (Not) Redo, la anteúltima película estrenada en 2012, su relación con Shinji es casi el foco de la trama. Kaworu vuelve a aparecer como una guía para en un mundo desolado que no reconoce, y en el que no sabe moverse.
Musicalizada por Shiro Sagisu, con un atractivo visual que va más allá del interés que se pueda tener por esta saga en particular, Evangelion 3.0+1.0: Thrice Upon A Time, la entrega con la que concluye Evangelion, es sorprendentemente optimista para quienes han seguido la historia y conocen el nihilismo subyacente en su trama. Esta vez, las imágenes de una sociedad reconstruyéndose desde la naturaleza y la vida comunitaria le dan marco a las últimas introspecciones de los tres protagonistas sobre sus identidades, el futuro de la humanidad, y el propósito de sus vidas. También es una carta de despedida de Hideaki Anno llena de referencias metatextuales entre Shinji Ikari y su público -que lo ha amado y odiado en partes iguales-, un último retrato de sus legendarias protagonistas, y un guiño final a la idea de que ha sabido sostener narrativamente a lo largo de los años: toda historia es circular.