Pomposa, atrevida, mística y moderadamente reivindicativa, la serie Limbo (Star +) tiene como protagonista a una influencer con implante coclear que tiene más de un millón de seguidores, Sofía Castelló (alias Sou, interpretada por la actriz española Clara Lago), que tras la muerte de su padre debe viajar en jet privado de Madrid a Buenos Aires para asistir al funeral del patriarca, el empresario de productos cosméticos Francisco Castelló (que encarna Enrique Piñeyro) y resolver cuestiones legales con sus hermanos mayores, Ignacio y Andrés (Mike Amigorena y Esteban Pérez).
La primera temporada de la serie, de diez capítulos, profundiza en el “limbo” en que vive Sou, a medio camino entre la comodidad y el aturdimiento que puede provocar una vida tan fastuosa y frenética como la suya, evidenciada en el primer capítulo escrito a catorce manos por Margarita García Robayo, Ana Navajas, Nicolás Diodovich, Javier van de Couter, Martín Vatenberg, Gastón Duprat y Mariano Cohn. Los demás capítulos, quizás por fortuna, tienen guión de Van de Couter y Vatenberg.
Cohn y Duprat son, además, los creadores de la serie, que está dirigida por Agustina Macri y Fabiana Tiscornia. Uno de los atractivos de Limbo es que tanto algunos de los realizadores como las condiciones de producción parecen provenir del mismo mundo que se intenta retratar, el de la elite, en este caso porteña, con sus códigos, estereotipos y tics que, ante los cambios sociales, deben empezar a transformarse. Sin pretender ser un manual de corrección política, Limbo apela a los debates contemporáneos para “contrabandear” un rosario de ideologías que van del empoderamiento femenino a la ecosofía (Sou quiere ser la líder de una empresa de cosméticos cruelty free), y de la inclusión social al antiautoritarismo.
La máscara que Clara Lago presta a Sofía –una especie de heroína de animé hipermaquillada con la impasibilidad de Kate Moss y el carácter de Electra, y que se define como “la única mediocre en un linaje excepcional” – transmite las vivencias del limbo al que fue arrojada por los varones del clan. Sin embargo (y esto se podría anotar como otro logro), en la serie no hay villanos “puros”, o tal vez todos, incluso Sou y sus “amiguitos” (como llama el personaje de Andrea Frigerio, la misteriosa Lucrecia Aiz, a la claque de Sou) pueden convertiste en villanos. La ambigüedad sexual, moral, ideológica y afectiva de la heredera llegada de España contamina a los demás personajes. Limbo tiene como subtítulo Hasta que lo decida, y la decisión de Sofía se va desplegando en un contrapunto de escenas dramáticas ambientadas en la infancia y la adolescencia y en el presente.
El limbo se vuelve menos encantador con el uso excesivo de la voz en off de Sou, que puede filosofar con grandilocuencia tanto en discotecas y orgías como en velorios y juntas de accionistas; la seguidilla de videoclips con canciones de moda que ralentizan o infantilizan la acción (si bien la banda de sonido compuesta por Sergei Grosny viste bien varios momentos de la trama), la solemnidad de algunos enunciados del guión y la sensación de que algunos intérpretes no han renovado sus técnicas de actuación hace años. La aparición de Belén Blanco promete que, en la ya anunciada segunda temporada, la serie avance por terrenos políticos.
Pero cuando se apuesta por la extravagancia, la levedad y la ironía, la narración gana. Algunas pequeñas escenas ilustran este procedimiento virtuoso. De vuelta en Madrid, Sou se divierte con sus amigos (una trans, un sordomudo gay y una antigua compañera del internado de monjas) en una discoteca, donde aparecen Lucrecia y el empresario Henry Deman (Pepito Cibrián). “No entiendo por qué estás tan enojada”, le dice Lucrecia. “Yo tampoco entiendo cómo es que dejaron entrar a gente tan pasada de moda”, responde la joven, que se siente traicionada por Lucrecia. En otro momento, Sofía va con Martín (el enamorado de la protagonista que no debe faltar en ninguna serie y que en esta interpreta Michel Noher) a conocer a los amigos de su galán, que resultan tan insufribles que ella elige desconectar su implante coclear para dejar de padecerlos.