El Ministerio de Economía puso en marcha un programa para relanzar el consumo. Se trata de un financiamiento a 30 cuotas para la compra de televisores, celulares y aires acondicionados a una tasa subsidiada. Si bien no están los detalles del esquema financiero, se especula con tasas anuales del orden del 30 por ciento, unos 60 puntos porcentuales por debajo de la inflación proyectada para este año.
El costo de subsidiar las tasas es neutralizado generalmente por el Banco Central, mediante una rebaja en la cantidad de plata que los bancos están obligados a mantener como reserva a tasa cero (encajes no remunerados, en su denominación técnica). Dado el exceso de liquidez que caracteriza el sistema financiero argentino de los últimos años, esa pequeña rebaja no supone ningún riesgo relevante, más que el costo cuasifiscal de un parcial reflujo de esos fondos hacia títulos del Central remunerados.
Al respecto, es interesante la discusión de por qué razón un equipo económico que está obstinado en reducir la liquidez de la economía en nombre de la austeridad fiscal y monetaria pactada con el FMI, lanza un programa de expansión de liquidez para la compra de electrodomésticos.
Más allá de que las escalas no son mensurables, dado que el programa “Ahora 30” es mínimo en relación al financiamiento de déficits fiscales, los economistas ortodoxos parecen imaginar, por alguna intrincada razón, que el financiamiento al Estado para que éste gaste es inflacionario, mientras que el financiamiento vía bancos o comercios para que el sector privado gaste, no lo es. Una posible explicación es que la ortodoxia fiscal y monetaria es para cumplir con el FMI, mientras que los programas de financiamiento como el “Ahora 30”, como no tienen un costo fiscal directo, zafan a las restricciones fiscalistas que impone el organismo internacional.
Divisas
Pero más allá de las travesuras del estudiante para eludir las restricciones de su tutor, la política de subsidiar el consumo en cuotas de productos electrónicos no parece ser la mejor para una economía que padece una aguda escasez de dólares. Se trata de rubros que son sólo ensamblados nacionalmente, por lo que casi el 90 por ciento de su valor va directo a importaciones de insumos, que se pagan en billetes norteamericanos.
Así, mientras los ajustes fiscal y monetario ponen el freno a una serie de servicios sociales y de la construcción ligada a programas de viviendas que dinamizan la economía y el empleo con un mínimo requerimiento de dólares, los programas de financiamiento subsidiado al consumo de electrónicos tienen un mínimo impacto en el empleo con un elevado costo en dólares.
Con la misma cantidad de dólares que se requieren para sostener un empleo en la industria electrónica, se pueden sostener casi 30 puestos de trabajo en la construcción o en los servicios sociales. Así, para una economía restringida por falta de dólares, el debate debe escapar de la miopía monetarista antiestatal que emanan las doctrinas del FMI, y ampliarse a un análisis acerca de qué sectores económicos deben expandirse y cuáles retrasarse, más allá de si son estatales o privados, financiados vía emisión o vía expansión del crédito bancario.
@AndresAsiain