Si toda obra de arte es un secreto ineludible como sostiene Jorge Macchi, Tesoro en Colección Amalita evidencia un lazo oculto, enigmático al punto de lo íntimo y, al tiempo, resplandeciente como joya. La muestra, que incluye Fiesta, exhibición de Chiachio & Giannone; Los pies en la tierra, los ojos en el cielo, pájaros en la cabeza de Delia Cancela, y Chicha, Chispa, Chimilar. Las tres hijas del chacal de Sofía Torres Kosiba, une obras, artistas y biografías diversas: una fortuna que se disfruta.
Esta es también la última edición de Explorando la colección, un ciclo que desde 2018 puso en diálogo obras de artistas contemporáneos con piezas del acervo de la Colección Amalita. Cuando tuvo que seleccionar una obra para esta edición, Cancela no dudó: fue directo a Presagio, un óleo de Raquel Forner, cuya obra admira desde que visitó el Museo Nacional de Bellas Artes cuando apenas tenía 12 años. “Allí fue mi mirada: la mujer, el pájaro, el presagio y los ojos en el cielo, ella sería parte de mi inspiración. No creo en el puro dolor o el puro goce, con ella siento la vulnerabilidad y el empoderamiento”, dice la artista, que para esta muestra se cuestionó los límites de la destrucción y del dolor.
Cuenta que ante el descreimiento “en un futuro que logre escaparle a la guerra, al sufrimiento y la contaminación”, hizo la gran tela de nueve metros que cuelga en sala y que creó como un cadáver exquisito: pintando y enrollando el lienzo una vez que se secaba, en su taller. Luego, al desplegarlo, descubrió una sucesión de escenas que condensa tragedia.
A simple vista sus figuras femeninas, hechas con unos pocos trazos delicadísimos y precisos, parecen muy diferentes a las de Forner –esbeltas como troncos añosos, robustas: firmes en su dolor y certeza–. Sin embargo, las mujeres de ambas artistas se hibridan con la naturaleza, tanto en su contundencia como en su fragilidad.
“Yo soy de hacer mujeres con hermosos vestidos. Toda esta serie de mujeres están desnudas y tienen partes de la naturaleza, están sosteniendo la naturaleza, convirtiéndose en ella o luchando”, señala la artista, pionera pop en el ámbito local, quien desde 1964 y hasta fines de los setenta trabajó con Pablo Mesejeán, su pareja en la vida y en arte. En 1969, viajaron a Nueva York y un año después a Londres, donde hicieron una carrera internacional que incluyó trabajos para importantes revistas de moda como Vogue, Harper’s Bazaar y Marie Claire, y la creación de su propia marca de ropa, Pablo & Delia, representada en el Victoria and Albert Museum.
Cancela decidió filmar su performance con la actriz Inés Efrón, su joven alter ego de más de 40 años de diferencia, a quien conoció por azar en la calle. Al cruzarse constataron que eran muy parecidas: dos gotas de agua separadas por el tiempo. Charlaron y descubrieron más similitudes. Cuando la artista ideó esta performance, sin vacilar convocó a su alter ego.
El video, con seis escenas surgidas a partir de los dibujos de Cancela y filmado con cámara fija, llevó un día de trabajo contrarreloj en Cañuelas donde funcionará el Museo Campo. Cancela, que acaba de cumplir 82 años, estuvo a cargo de la dirección y también, claro, participó en la performance, que fue absolutamente espontánea. Hay penuria en esos dos cuerpos que se consuelan mutuamente: la naturaleza ya no es un sitio plácido y seguro para ellas; sí lo es el cuerpo ajeno, devenido refugio, capullo protector.
“El cuerpo de Inés es mi propio cuerpo desnudo frente a esto que nos está pasando. En el video hay un cuchillo: tenía ganas de escribir en ese cuchillo “Stop the massacre”, cuenta la artista. Y añade: “En otra escena estoy jugando con los cardos; en otra, ella está envuelta en un capullo y sale: es como un crecimiento o una destrucción: no lo sabemos”.
Así como Cancela descree del puro dolor tanto como del absoluto goce, en el cuerpo performático de Torres Kosiba conviven horror y erotismo. “A través del humor, la fascinación y una sutil violencia, descubro una realidad alienante y decepcionante entorno a lo doméstico, las políticas corporales y el erotismo”, señala la artista. Y agrega: “Con un clima surrealista y contradictorio, intento mostrar que para mí todo está inundado de belleza y horror”. En sus performances musicales, como la que presentó en la multitudinaria inauguración de Tesoro, encarna desde criatura extrañas y encantadoras hasta otras monstruosas.
Para esta exhibición, Torres Kosiba, que seleccionó Bri-País-Gente, una acuarela de Xul Solar, creó a partir de sesiones esotéricas una instalación en el segundo subsuelo, en las entrañas del museo donde está la colección permanente y donde por primera vez se realiza una intervención de este tipo. Incluye videos, tres figuras monumentales humanoides (de más de dos metros de alto y casi dos de ancho) a las que denomina las amigas, que están acompañadas por instrumentos musicales, flechas, espigas de trigo: imágenes que surgieron en las sesiones y que la artista hizo en sala con telas recubiertas con silicona líquida.
Todas las obras surgieron a partir de “oráculos y canalizaciones para salir del plano mental y adentrarse en el inconsciente”, dice la artista. Xul Solar, que llegó dominar diez idiomas e incluso creó un lenguaje universal denominado panlengua y también el neocriollo, fue un apasionado de la filosofía y las ciencias ocultas; en la década de 1930 incursionó en el misticismo, la teosofía y la astrología.
En su instalación, Torres Kosiba crea una nueva especie que trasciende la humana y que no encaja en los cánones de belleza conocidos. Se las ve plácidas a esas mujeres exuberantes, entre las obras de Antonio Berni, Victorica, Alfredo Prior y Margarita Paksa. Concentradas en sus pensamientos, esas aves fénix son únicas en su hermosura. En sala, la artista alerta con un texto: “En mi alma llena de trapo viven monstruos y gacelas, son amigos y asesinos, tienen colmillos de estrella… Ojitos como cristales y garras como cuchillos. Tienen amor y dolor. Hay asfixia en sus cabeza y ternura en su corazón”.
Chiachio & Giannone, pareja en la vida y en el arte desde hace dos décadas, eligieron Pericón en la estancia, un óleo de Pedro Figari. “En 2007 el pericón fue declarado por el Congreso danza nacional argentina. A partir de observar esta pintura pensamos y reflexionamos sobre nuestra idea de nación”, dice Daniel Giannone.
Con Agustina Comedi, y con producción de Corvus Art, hicieron el cortometraje Fiesta, donde ocho performers bailaron el pericón creando una nueva pieza que le escapa a los gestos del original que, señalan Nicolás Cuello, Lara Marmor, Guille Mongan en el texto del catálogo, constituye “uno de los símbolos que estructuran el imaginario (normativizante) de lo nacional”.
Con nueva música y coreografía, danzaron sobre las dunas en una playa de San Clemente del Tuyú con 8 personas que jamás hubieran sido invitadas a las fiestas patrias: un representante de la identidad negra, una chica trans, David Gudiño (actor perteneciente al colectivo de identidad marrón), un gay, una lesbiana y trabajadoras sexuales, entre otros.
En una sala ambientada como cine de época con butacas, puede verse este cortometraje en súper 8 que, además, próximamente se presentará en festivales de Europa. Algunos invitados a danzar este nuevo pericón cuentan momentos claves de su biografía, de esos que los marcaron. Con el recuerdo de los detalles intactos, a flor de piel, narran en apenas unos minutos ese pequeño tesoro de sus vidas.
Lucen vestidos que Chiachio & Giannone diseñaron con ropa donada, manteles y cortinas, y que están estampados con los patrones de textiles representados en pinturas de Antonio Berni, Prilidiano Pueyrredón, Fernando Fader, Emiliano Centurión y Cesáreo Quirós, que integran la colección. Esos vestidos, hechos con telas recicladas, ahora encarnan cuerpos ausentes que siguen danzando en sala. Despojos que cobran vida en un baile liberador.
Tesoro: Delia Cancela, Chiachio & Giannone y Sofía Torres Kosiba. Hasta el 5 de febrero en Colección Amalita, Olga Cossettini 141, Puerto Madero Este. Jueves a domingos de 12 a 20. Ingreso hasta media hora antes del cierre.