“Atribuyo una importancia fundamental a la escala de inversión y me intereso en la tasa de interés, como uno de los elementos para alcanzarla”. La frase es del economista británico John Maynard Keynes, cuyo pensamiento se basa en la necesidad de la intervención del Estado en la economía para impulsar tasas de interés negativas. Es decir inferiores a la inflación, para incrementar la inversión productiva que permita equidad distributiva. Este último paso es crucial ya que el crecimiento es condición necesaria, pero no suficiente, para evitar una sociedad fragmentada como la actual, que detenta hambre y consumo.

Desde una óptica distinta, Carlos Marx agrega: “El interés no es más que una parte de la ganancia promedio. La que tiene que pagar el capitalista industrial al capitalista dueño del dinero. El límite máximo del interés es la ganancia misma”. Es decir: tasas de interés elevadas generan contradicción dentro del empresariado productivo y financiero. Una tasa alta perjudicará a los primeros -principalmente a las pymes-, que dependen del mercado interno y del financiamiento local. Por ende, impactará negativamente en el consumo y el crecimiento, que arrastrará al empleo y al salario.

Las tasas positivas como base de la financiarización facilitan la dolarización de los precios. Siendo éstos soporte de ganancias extraordinarias, posibilitan la especulación y/o fuga. Lo anterior es causa –una de las causas– de inflación y a la vez, de estanflación, es decir, caída del crecimiento con inflación, complementado con corridas cambiarias que aumentan el precio del dólar y presionan por tasas positivas. Aún sin concretarse, generan pobreza y el socavamiento político de los gobiernos populares-democráticos.

Contrariamente, Keynes entendía la necesidad de potenciar la inversión productiva a través de tasas de interés negativas, para lograr espirales virtuosas. Coincidía con Marx en mantener la tasa de interés por debajo de las expectativas de ganancias futuras de los empresarios, en relación a una inversión productiva, que denominaba “eficacia marginal del capital”. Para lograrlo debía superar el límite impuesto por la “preferencia por la liquidez” que explica que, por los riesgos de invertir, los empresarios preferirán la liquidez a menos que las tasas de interés sean atractivas. 

En otros términos, si la tasa de ganancia futura de la inversión (T.I.R.) resulta inferior a la tasa de interés de referencia impuesta por el BCRA -por ejemplo, al fijar intereses en emisiones de Leliq- preferirán posicionarse en líquido o efectivo, para especular y/o fugar.

De la teoría a la práctica

La teoría de Keynes se verificó en la realidad. Durante el gobierno de Mauricio Macri las tasas de las Lebac y Leliq  superaron el 90 por ciento y la trillada “lluvia de inversiones”, no pasó de ser un torrente de daños sociales. Lamentablemente, existe similitud con la actualidad. La emisión de Leliq por parte del Banco Central sumó en agosto de este año los 6 billones de pesos. Si agregamos “pases” supera los 7 billones de pesos, con tasas efectivas próximas al 100 por ciento. 

Esta suma fabulosa y parasitaria de intereses que paga la sociedad a través del BCRA a los bancos, les permite a éstos beneficios extraordinarios en desdeño de la financiación como apoyo de la producción. No es como expresa la conducción del BCRA que “las Leliq respaldan el ahorro”. ¡No es ahorro! Se trata de atesoramiento estéril. Es un perjuicio social grave, que limita la obtención de créditos y restringe el consumo. 

Además, el ahorro solo tiene sentido como base de inversión futura que, en este caso, nunca llegará a serlo. Solo se trata de beneficios bancarios estériles, ya que las tasas de Leliq - siempre en crecimiento aunque negativas-, son esencia del neoliberalismo que insiste en mutar a la economía productiva, en un “casino”, como decía Keynes.

Hasta aquí la teoría. En concreto, la tasa de interés promedio desde 2020, fue generalmente negativa. Sin embargo, la regresividad del ingreso ocasionado por la inflación fragmentó a la sociedad entre sectores hedonistas e indigentes, por la aceleración de los aumentos de precios sin control. ¿Quiere decir que tanto Keynes como Marx estaban equivocados? La respuesta es no. 

Aún con tasa de interés negativa, pero siempre en crecimiento, se cumple el fundamento del propósito neoliberal de potenciar la actividad financiera en detrimento de la producción. En la práctica, lo que importa para el poder económico oligopolizado formador de precios, denominado mercado, es que la tasa de interés sea lo más elevada posible. Por ello las corridas devaluatorias, que implican beneficios financieros adicionales a los obtenidos por la economía bimonetaria, es decir, dolarización de los precios versus ingresos en pesos.

En tanto, la ortodoxia neoliberal trata de esbozar alguna justificación y parte de la falacia de que ahorro e inversión son idénticos, sustento del pensamiento de la cúpula del BCRA, para arribar a un dislate aún mayor. Osea, a que el interés depende de la capacidad de ahorro y, por ende, se posibilitaría la acumulación de bienes de capital. En nuestro país, el ahorro y la inversión nunca se igualarán, mientras que el ahorro se fugue descontroladamente hacia paraísos” con deudas dolarizadas – públicas y privadas de empresas oligopólicas -, que siempre termina pagando la sociedad.

* Docente, contador público, economista e integrante del Club Argentino Arturo Jauretche. [email protected]