"Abandonar nuestra casa es un golpe inimaginable, es dejar atrás años de trabajo, sacrificio, es decirle adiós a una parte muy grande de nuestra historia e identidad." Esta es una de las frases de un texto publicado en redes sociales por los integrantes del Club Cultural Matienzo, que deberá cerrar sus puertas en Pringles 1249, en el barrio porteño de Villa Crespo, a partir del 31 de diciembre de este año. La razón es que los propietarios informaron que van a demoler el local para la construcción de un edificio. Pero nadie del club piensa que la historia terminó. "La decisión es mudarse, sostener todos los puestos de trabajo y un espacio que creemos que tiene algo para dar al arte que pasa por la Ciudad todos los días", dice Claudio Gorenman, uno de sus directores, a Página/12.
Y amplía: "Por una cuestión cambiaria el valor de la propiedad no rinde como el alquiler. Al propietario le conviene la construcción de una torre y que le den cuatro, cinco departamentos. Estuvimos un montón de tiempo negociando. Como Matienzo es tan grande no podíamos a esperar a último momento para negociar una renovación o extensión. Fue un ida y vuelta y la respuesta final fue 'no hay número, vamos a vender para demoler y construir'".
Al igual que sus compañeros está muy triste, pero la noticia no lo tomó por sorpresa: era algo que veían venir. "Sólo en la cuadra de Matienzo se ha construido una torre, hay otras dos en vías de construcción, y en toda la zona aledaña esta parece ser la tendencia irreversible", se lee en un comunicado llamado "Una mudanza obligada". El texto difundido esta semana resalta también que tras la pandemia "Matienzo logró ponerse en pie, renovar su espacio y volver a dar un escenario a artistas independientes de todas las disciplinas". Después de ese episodio, sus gestores sólo obtuvieron "pequeñas extensiones sobre el contrato existente", lo que "alimentaba" la "incertidumbre" respecto de cómo continuarían.
"Desde la pandemia no hubo renovaciones. Y en marzo fue la última extensión. (Los propietarios) No querían comprometerse a tres años. Nosotros queríamos una renovación o nueva extensión de por lo menos un año", detalla Gorenman. Esta problemática no afecta solamente a Matienzo. Otros espacios culturales de la Ciudad afrontan la misma situación. "Muchísimos llevan años donde están y de repente están con temor a perderlo todo. Algunos han tenido más suerte y saben con más anticipación. Otros están con la incertidumbre de que se les vence el contrato o están con contratos vencidos y no se los renuevan porque esperan que pase algo con la Ley de Alquileres o los precios. Los dueños no quieren hacer compromisos largos", explica el integrante de Abogados Culturales. "Es una situación generalizada, vinculada al hecho de que la mayoría alquilamos. Además, cambió el código de edificación. Es visible todo lo que se está demoliendo y construyendo. El valor de los terrenos aumentó mucho, y a los propietarios les conviene más vender que alquilar. Hay cosas que son más especulación y genera mucha incertidumbre y angustia no saber."
La decisión colectiva es de continuidad. Esto implica una mudanza, tarea "titánica" que demandará "esfuerzo, dedicación y recursos". Hace nueve años que el club funciona en esta sede --había abierto en 2008 en Matienzo y Cabildo--. "Tenemos una sala de música para 300 personas, una de teatro para 50, una galería, otras salas, una parte de gastronomía, una radio... casi mil metros. Tenemos que desarmar todo eso, y hay intangibles, como los murales que hicieron artistas en el marco de un proyecto después de la pandemia. Es difícil una mudanza cuando tenés una identidad, un espacio armado y conocés tu casa", señala Gorenman. "Queremos sostener las fuentes de trabajo. Somos más de 20 entre las áreas de gastronomía, programación, comunicación y administración", agrega.
La energía del grupo está dividida entre "mantener a Matienzo abierto" hasta fin de año --lo que posibilitará reunir recursos necesarios para lo que se viene-- y, a la vez, encarar la mudanza. "Por ahora no hay nada firmado. Estamos avanzados en formalizar un contrato. Es un proceso difícil. Hay pocos lugares en alquiler, y menos con las características que requiere Matienzo. Estaríamos mudándonos a una zona donde no hay tanta oferta cultural como donde estamos ahora. Por un lado, es alejarnos del polo en el que estamos. Puede ser visto como desventaja pero, por otro lado, se trata de ir a aportar a otros lugares que quizás empiezan a emerger como nuevos centros o polos culturales en la Ciudad. Se pierde por un lado y se gana por otro."
El hecho de compartir la "angustia" y el "estrés" mediante un comunicado y posteos en redes derivó en una repercusión "enorme". Aparecieron muchos mensajes de "tristeza, apoyo, acompañamiento". Es que son varies los que sienten que esta noticia roza parte de su propia historia. "Llegamos con mucho cansancio, pero este abrazo colectivo nos da aire para seguir empujando", expresa el abogado.
En todos estos años, el espíritu de Matienzo ha ido "cambiando". Su sello es albergar "muchos lenguajes". "Tener varias propuestas en simultáneo es un diferencial. También el acceso gratuito, aunque haya que pagar para los espectáculos. Eso lo convirtió en un espacio de encuentro. El club hizo un aporte a la identidad colectiva y tiene un camino recorrido en la militancia de un montón de leyes y logros que ha tenido la cultura colectivamente", destaca Gorenman. El CCM es integrante del Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos (MECA), Espacios Escénicos Autónomos (Escena) y la Cámara de Clubes de Música en Vivo (Clumvi). Próximamente, el colectivo anunciará los detalles de "una despedida" que buscará estar "a la altura" de toda la historia que se construyó en la calle Pringles.