Las torsiones del “yogui de la escritura” invitan a una lectura sosegada. En el centenario del nacimiento de Antonio Di Benedetto, autor de clásicos como Zama y Caballo en el salitral, hay una cuenta pendiente con el escritor y periodista mendocino, que fue detenido el 24 de marzo de 1976 en el diario Los Andes de Mendoza, donde trabajó más de tres décadas y llegó a ser subdirector. Torturado y luego encarcelado en La Plata, cuando salió de la cárcel se exilió en Madrid. La editorial Adriana Hidalgo acaba de publicar Escritos del exilio. Textos desde Madrid 1978-1983 y organiza un homenaje en el Centro Cultural Borges, que se extenderá durante dos jornadas, este viernes y sábados, con la participación de escritores, directores de cine y especialistas, entre los que se destacan Fernando Spiner, Eugenia Almeida, Gabriela Saidón, Mercedes Araujo, Carla Maliandi y Liliana Reales, entre otros.

Un escritor discreto

“La verdad es que prefiero evitar la palabra deuda porque en muchos casos, y en el de Antonio Di Benedetto en especial, la literatura no trabaja teniendo como meta principal el reconocimiento y sí el goce, ese atelier o mesa de experiencias con el lenguaje, ese trabajo incesante por rescatar del lenguaje iluminaciones poéticas en la vertiginosa experiencia del transcurso de una vida”, advierte Liliana Reales, compiladora de la obra periodística del escritor mendocino, que nació en la ciudad de Mendoza, el 2 de noviembre de 1922 y murió en Buenos Aires, el 10 de octubre de 1986, a los 63 años. Di Benedetto publicó el libro de cuentos Mundo animal (1953) y su novela consagratoria Zama (1956), que fue llevada al cine por Lucrecia Martel; también es autor de las novelas El silenciero (1964) y Los suicidas (1969) y los Cuentos del exilio (1983), entre otros títulos.

Si hay deuda, es lo que sienten ciertos sectores de la sociedad -admite Reales-. Y yo creo que tiene que ver con al menos dos cosas: lo difícil que es abrirse camino en el circuito literario argentino en el que prevalecen nombres de la capital. No olvidemos que toda su obra, literaria y periodística, ha sido reeditada en Buenos Aires y su obra ficcional traducida a varios idiomas. La otra es que Di Benedetto no fue proclive a aparecer en los medios como escritor, fue muy discreto. Apareció más al regresar del exilio. Y ahí conocimos una imagen del escritor como sobreviviente de la cárcel y la tortura, lo que fortaleció el sentimiento de profunda deuda. Hay deuda, sí, la de la dictadura y sus cómplices, con él y tantos otros. También, tal vez haya faltado hasta ahora mayor empeño institucional para impulsar la lectura de su obra”.

Alta densidad

La escritora Gabriela Saidón señala que, en el prólogo a los Cuentos completos, Julio Premat sugiere que Di Benedetto trabajaba con cierto concepto de autodestrucción permanente de la propia obra, y eso complejizaba los procesos de edición. Para Saidón el largo exilio en dictadura pudo haber influido en que su obra sea poco recordada. “Yo estoy trabajando la hipótesis de que dos sombras oscurecieron su producción: la de Borges y la de Rodolfo Walsh”, plantea.

Mercedes Araujo, poeta y narradora mendocina que vive en Buenos, observa que hay ciertas cosas que tanto en la obra como en la vida de Di Benedetto aparecen formuladas por él mismo como vaticinios. “En una entrevista en la que le preguntan qué lectura espera de su obra (ya a la vuelta del exilio), él responde que desea que sus escrituras hagan un camino sosegado, que se les preste atención pero sean objeto de pacientes y razonables lecturas”, recuerda Araujo. “Es cierto que la literatura de Di Benedetto pide un calado, una profundidad que implica entregarse a su música, a los temas, a ese artefacto en el que paisaje, historia, habla y creación fantástica funcionan en el escandido lexical y narrativo. La aventura formal y filosófica que propone tiene mucha densidad, pero también la tienen otros corpus mucho más canónicos como el de Borges o el de Silvina Ocampo -compara Araujo-. Siempre me gustó mucho lo que Jimena Néspolo nombra como ‘la escritura pudorosa de Di Benedetto’”.

El director de cine Fernando Spiner dirigió Aballay, el hombre sin miedo, un western-gauchesco que se estrenó en 2010 basado en el cuento “Aballay” de Di Benedetto. “Su prosa narrativa es sin duda de las más originales que he leído, y es muy difícil encontrarle influencias en otros narradores. Me sorprendió su sobriedad estilista, y su particular visión sobre nuestra cultura judeocristiana. En el cuento "Aballay" eso fue algo que me impactó muy profundamente, y generó en mi un gran interés en llevarlo al cine. Sus textos tan afines al existencialismo me hicieron pensar que abordarlo desde la gauchesca, enmarcándolo en el genero del western, tan afín a cuestiones relacionadas a la ética y la condición humana, podría ser un acierto”, explica el cineasta.

Un yogui de la escritura

La lectura de la obra de Di Benedetto tiene “un impacto gigantesco” en Araujo. Lo primero que leyó fue Zama, hace veinte años. “Me deslumbró absolutamente. Una novela que sobre el artificio de la narración histórica cuenta la alienación y desesperación contemporáneas, ‘la trituración humana o la existencia como un trecho entre vacío y vacío’, tal como lo nombra él”. Saidón revela que también “el gran anzuelo” fue Zama, “una obra diferente, única, comparable al mejor (Andrés) Rivera o a Río de las congojas de Libertad Demitrópulos”, subraya la escritora. “Di Benedetto genera leves torsiones con la puntuación y las palabras, como si fuera un yogui de la escritura. Quizás esa originalidad lo hace poco mainstream. A pesar de que no es difícil de leer, tampoco te lo sirve en bandeja -reflexiona Saidón-. Por otra parte, es un gran constructor de tramas (y de dramas), tanto en su cuentística como en la serie de las novelas de la espera (Zama, El silenciero, Los suicidas)”.

Araujo define a Di Benedetto como “un escritor de un oído absoluto”, pero también detalla que fue “un innovador formal” que rompió las coagulaciones de los géneros; un “cultor del silencio” que desafió el mito centralista y cualquier otra forma de estandarización lingüística o mítica. La escritora mendocina destaca también que Di Benedetto anticipó los debates del siglo XXI entre los que menciona la relación de mutabilidad entre lo humano, vegetal y animal; el paisaje o ecosistema entendido como personaje esencial; la problematización de la identidad, el castellano roto y a la deriva del habla latinoamericana.

Di Benedetto admiró a Borges. Reales afirma que hay varios documentos que prueban el mutuo reconocimiento. “Borges es un autor que de un modo u otro tuvo una presencia fuerte en muchos escritores argentinos. Borges es el inesquivable de la literatura argentina. El género fantástico aproximó a Di Benedetto con Borges, sin dudas”, analiza Reales y menciona que Borges invitó al escritor mendocino a dar una conferencia en la Biblioteca Nacional sobre el género fantástico en 1958. “Tal vez la presencia de Borges en la literatura de Di Benedetto tenga más relación con ese gran tema que fermentó en la Argentina por su intermedio, pero que ya era un tema mayor para muchos teóricos europeos y que más tarde Peter Sloterdijk, gran lector de Borges, resumió en su conocida frase: ‘venir al mundo es venir al lenguaje’. Di Benedetto tiene como principal preocupación el manejo del lenguaje. Sus textos son al mismo tiempo singulares y absolutamente imprescindibles porque nos transforman como lectores, nos desplazan de lugar y nos obligan a pensar de otro modo”.

* Las jornadas se realizarán el Centro Cultural Borges (Viamonte 525), el viernes 21 y el sábado 22, de 16 a 20 horas, con entrada libre y gratuita. Más información aquí