El Jefe de Gobierno porteño presumirá en la “Cumbre Global del Cambio Climático C40” de su condición de “líder mundial de la ecología” ante cien alcaldes de otras ciudades del mundo. Será una vidriera para instalarse como el mejor candidato a presidente del espacio conservador al que gusta presentar como “moderado y moderno”. Simultáneamente los conflictos sociales en nuestra ciudad se multiplican y se manifiestan en el espacio público, poniendo en evidencia el rasgo autoritario y antidemocrático de su ideología y su gestión. Esta dinámica social genera un choque con la artificiosa imagen de gestor abierto y eficiente construida desde sus usinas de marketing a fuerza de un costosísimo esquema de protección mediático financiado con recursos del erario público, de forma tal que su exuberante campaña política la pagamos todos. Este rasgo autoritario marca el desprecio de Larreta sobre la participación ciudadana en la gestión política. La conducta de subestimación de la opinión del pueblo se expresa en las audiencias públicas, en el rechazo a toda manifestación callejera, y ante las expresiones gremiales, estudiantiles o comunitarias, como el caso reciente de la expulsión subrepticia y violenta del centro cultual de Villa Ortúzar.
La pretensión de estigmatizar y anular la participación, la lucha organizada, el reclamo ciudadano es constante y sistemática. En los últimos días las luchas de estudiantes, docentes, médicos residentes y concurrentes volvieron a visibilizar esta conducta indolente para aceptar el tan mentado “diálogo”. Las audiencias públicas son un ejemplo claro de negación hacia las opiniones divergentes. En ellas miles de vecinos y vecinas rechazaron los proyectos inmobiliarios que impulsa el jefe de gobierno en nuestra ribera. El conflicto con los estudiantes secundarios desnudó la falta de vocación para debatir y negociar una solución a sus demandas. Por el contrario, Rodríguez respondió con patrulleros, judicializaciones a las familias y esencialmente la descalificación como sujeto político a los jóvenes que ejercían su derecho a peticionar y a la protesta. Ya que estaba la ministra Acuña represalió a los estudiantes del Lengüitas suspendiéndole el pago del examen de inglés internacional de Cambridge cuyo valor es de 243 dólares cada uno. Se trata de una actitud primitiva de represión y castigo.
Cada vez se manifiesta más una conducta ideológica de rechazo hacia la docencia, los movimientos sociales, los sindicatos, los pueblos originarios, o cualquier sujeto social que reclame organizadamente por sus reivindicaciones en pos de mejorar sus niveles de vida.
Tanto en la gestión de Macri como la de Larreta, las carteras de educación y de salud han sido castigadas con recortes en la asignación de recursos presupuestarios. Un ejemplo extremo de la visión elitista de esta derecha fue la degradación del Ministerio de Salud a Secretaría, ejecutada por el ex presidente Macri. Durante los momentos más críticos de la pandemia, Larreta no trepidó en reprimir a enfermeros y enfermeras y a descontarle a los y las maestras los días de paro con el fin declarado de obligarlos a asistir a las escuelas, sin importarle el peligro de contagio. Su impostura se sustentó con el axioma de que “lo más importante es la educación”. Como toda consigna marketinera chocó enseguida con la verdad. En este caso con el descenso constante del presupuesto educativo en la CABA, lo cual demuestra que la educación no es considerada en su verdadero valor. Una vez más, Larreta pone en práctica el jueguito inmoral de no escuchar a la espera que el conflicto escale, para luego instalar con sus propagandistas mediáticos que “así no se puede dialogar”. En este caso han transcurrido cuatro semanas de conflicto y todo indica que no existe voluntad de resolver un acuerdo con los trabajadores profesionales. Los residentes cobran 280 pesos por hora, “menos que un kilo de pan”, afirman, y tienen al igual que los concurrentes extensísimas jornadas de trabajo y guardias no pagas.
La verdad es que la calidad del servicio público de salud porteña se sostiene gracias al compromiso de médicas y médicos, enfermeras y todos los trabajadores, en contraste con la falta de vocación del gobierno por sostener el servicio público hospitalario. La Auditoría General de la CABA advirtió en un informe reciente que existe una situación crítica en las guardias de los hospitales Fernández, Argerich, Santojanni y Durand, en las cuales sufren sobrecarga laboral enfermeros y enfermeras, falta de mantenimiento, insuficiencia de personal administrativo y equipamiento médico dañado. O sea: ¡abandono!. Este es el trato que Larreta y su ministro de Salud Quirós le dan a los hospitales y profesionales que ahora sufren la persecución del gobierno con amenazas de rescisión de los contratos por reclamar una remuneración digna.
Las consecuencias también las padecen los y las vecinas que asisten al hospital público para atenderse. Una paradoja en la Ciudad más opulenta del país, con un billón de pesos de presupuesto que además se nutre de impuestos abusivos creados en pandemia, como el que se aplica a los consumos con tarjeta de crédito que afecta a un un millón 750 mil personas. El conjunto de estas políticas ajustadoras hace que resulten inevitables las reacciones sociales desnudando los rasgos ideológicos de la derecha que desde hace 15 años gobierna la Ciudad. Éste es el verdadero rostro de Larreta, quien al igual que su mentor, Macri, coincide en reprimir la protesta social y vedar la participación democrática en pos de aplicar un falso “principio de autoridad”. En la práctica se trata de un vulgar autoritarismo y la voluntad de someter toda disidencia.
La salida a nuestras encrucijadas debe transitar por el camino opuesto. Asignar más recursos a los trabajadores, profesionales, etc. y sostener una actitud de respeto frente a los reclamos de los jóvenes estudiantes. Una vez más retorna Discépolo: siempre están volviendo “los disfrazados sin carnaval”.
* Secretario general del Partido Solidario. Director del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini