Los errores se pagan. A veces muy caros, sobre todo cuando una es víctima de ellos y no la culpable. Esta es la historia de uno de esos errores, o más bien cabría decir de un desatino que trae de cabeza desde hace algo más de un mes a Lurdes R. Basolí, una de las fotógrafas españolas más reputadas a nivel internacional. Según confiesa ella misma, Basolí está viviendo "un calvario" por culpa de Amazon y, en menor medida, de la empresa de mensajería SEUR. Es tal el despropósito, que la fotógrafa –ganadora del prestigioso premio Inge Morath de la agencia Magnum en 2010– se enfrenta a la terrible posibilidad de ver cómo parte de su trabajo –"y de mi vida", añade– desaparece para siempre.
Todo empezó por una maldita causalidad. A mediados de septiembre, Basolí dejó en el servicio de paquetería del lugar donde trabaja –el centro artístico Roca Umbert Fàbrica de las Artes de Granollers, en Barcelona– una caja con 16 rollos fotográficos para enviarlos a un laboratorio de revelado. Era material no digitalizado que contenía fotos profesionales y personales. Ese mismo día, un mensajero de la empresa SEUR acudió al centro artístico a recoger una devolución de Amazon –la funda de un móvil–, pero por error le dieron el paquete de Basolí y el mensajero se lo llevó. Ahí empezó la odisea para recuperar los rollos.
Tras muchas llamadas al servicio de atención al cliente de Amazon, Basolí averiguó que su paquete había llegado al centro logístico Mad4 que la empresa tiene en San Fernando de Henares, Madrid, y donde hay cientos de miles de paquetes. Ahí se pierde el rastro de los rollos. "Me confirmaron que mi paquete fue ingresado pero no registrado. No registrado quiere decir que nadie lo ha abierto, lo que deja abiertas dos opciones: que, efectivamente, no han abierto el paquete y que está en algún lugar de ese gigantesco almacén, o que lo han destruido".
La fotógrafa catalana intentó todo e incluso consultó el asunto con una abogada. Consciente de que el servicio de atención al cliente de estas grandes compañías actúa como un muro –"cada vez que llamo me piden que cuente desde el principio mi historia"– contactó con el servicio de prensa de la multinacional y con distintos trabajadores, "incluso con algún alto cargo y directivo medio". Aunque algunos trabajadores se solidarizaron con ella, por ahora no ha tenido éxito.
Basolí aún no ha tirado la toalla, pero la posibilidad de perder un material único la tiene en vilo: no descarta que el paquete extraviado pueda haber sido desechado siguiendo la política de destrucción que aplica Amazon a millones de productos. "He salido de la fase de desesperación, y digamos que ahora estoy a la espera, pero es verdad que puede convertirse en una espera muy larga porque lo que se destruye no deja rastro. Si Amazon destruyera mi paquete, nunca me lo diría", se lamenta Basolí.
La política de Amazon establece que si un producto devuelto tiene alguna imperfección o no coincide con el original, hay que desecharlo y destruirlo. Sin embargo, según una reciente investigación de ITV News, no sólo se destruye mercancía en mal estado o devuelto, sino también material nuevo: desde libros hasta portátiles, televisores, máquinas de afeitar, etcétera. Basolí asegura que detrás de esta práctica rige un criterio puramente económico: "Amazon también destruye material sin usar porque es más económico destruir que devolver o seguir almacenando".
Según ITV News, la trituradora de Amazon destruye hasta 124.000 paquetes a la semana. Sólo en la Comunidad de Madrid, la multinacional puede llegar a destruir hasta cinco camiones diarios, de acuerdo con una información publicada por El Periódico de España a finales de 2021. La nueva ley de residuos, aprobada en abril de 2022, pretende acabar con estas prácticas por sus daños al medio ambiente. La norma prohíbe destruir excedentes no vendidos de productos no perecederos como los provenientes de las devoluciones y especifica que dichos excedentes se destinarán en primer lugar a canales de reutilización, incluyendo su donación, y cuando esto no sea posible, a la preparación para la reutilización.
Víctima de "una cadena de fatalidades", Basolí cree, sin embargo, que el vía crucis que está viviendo se podría haber evitado. "Si viviésemos de otra forma este problema se podría solucionar. Mi trabajo, lleno de amor y de vida, está en una cajita vulnerable y frágil que ha terminado en un lugar inmenso, tan grande como cinco canchas de fútbol. Puede que esté viviendo todo esto de forma muy intensa, pero creo que lo que ha sucedido es la máxima expresión de ese capitalismo salvaje y deshumanizado en el que vivimos. Todos podemos cometer errores, pero en este caso no parece haber solución porque lo humano y lo vivible no importa", reflexiona Basolí con un punto de resignación.