En su tercera vuelta al escenario, Campino apareció ataviado con la bufanda del Liverpool FC, equipo del que es hincha, pese a ser alemán. De pronto, la puso sobre su cabeza, y le pidió al público que hiciera lo mismo con lo que tuviera a mano. Entonces dio play a su teléfono, y gritó “¡Esto es Buenos Aires!”, a lo que la muchedumbre reaccionó de manera enardecida, mientras hacía una panorámica con su cámara. Ese souvenir fue uno de los tantos testeos que en la noche del viernes demostraron que el idilio entre Die Toten Hosen y la Argentina sigue intacto. A cuatro años de su último recital en esta parte del mundo, el quinteto regresó no sólo para renovar su localía, sino también para celebrar con esa audiencia apasionada los 30 años de su debut porteño. Si bien desde esa vez en la mítica discoteca Halley hasta este Obras (la segunda función estaba pautada para este sábado) corrió mucha agua debajo del puente, este emblema punk supo conservarse muy bien. Al igual que sus fans.
No fue fortuito que el grupo arrancara su show con su último single, “Alles sagen das”, en el que evidenció la vigencia de ese sonido diligente. Eso sucedió luego de que en la previa argentinos y parte de la colectividad alemana establecida en el país convirtieran el patio cervecero del estadio en una especie de Oktoberfest. Ahí corrió el rumor de que el Embajador alemán en la Argentina se encontraba en el predio, lo que le daba un carácter casi oficial al evento. Tras la novedad, los de Düsseldorf continuaron el repertorio con una canción representativa de la ceremonia que acababa de comenzar: “Auswärtsspiel” (en español se traduce como “Juego fuera de casa”), tema que titula a su álbum de 2002. A la que le secundó “Altes fieber”, estrenado diez años más tarde, lo que (casualidad o causalidad) ponía a dialogar a varias instancias generacionales que tenían como punto de partida el año del primer recital de la banda en esta ciudad.
Justo detrás de los integrantes de Die Toten Hosen se alzaba un telón alusivo al festejo, que cobró mayor significado cuando Campino saludó por primera vez a su público: “¿Todo bien?”, dijo en español. “Los extrañamos mucho”. Y, a manera de broma, remató: “Somos Coldplay, y mi nombre es Chris Martin”. Con el tribunero “Paradies”, los Hosen pusieron a circular su primer clásico, así como una de las razones que los transformaron en un hermoso fenómeno inexplicable: las melodías furiosas de sus canciones tienen ese sabor de domingo en la cancha, con la hinchada alentando al equipo. Tal como volvió a suceder al momento de desenfundar otro de sus himnos: el filoso “Bonnie & Clyde”. Esto allanó el camino para uno de los pasajes significativos de un recital que iba tomando forma de fiesta. “Esta es una visita especial, la más especial”, manifestó en español el guitarrista Breiti. “No está más nuestro amigo Pil Trafa”. A continuación, lo tributaron con un cover de “Más allá del bien”.
Pero no fue el único momento de las dos horas de show en el que homenajearon a la leyenda argentina del punk. Antes de que volvieran a invocarlo, pusieron a prueba la elasticidad de su propuesta con el hard rock “Cocaine”. Al que le siguió esa suerte de spaghetti western “Niemals einer Meinung”, en tanto que lucieron su veta pop con “Das ist Der Moment”, y flirtearon con el reggae en “Laune der Natur”. Mientras daban rienda a uno de los tramos concienciadores de su lista de temas, en “Du lebst nur einmal” desataron un mega pogo. Uno de los tantos que organizó el público que se encontraba en el campo del estadio. Lo mismo pasó con “Halbstark, por más que con “Alles was war” intentaron bajar un cambio. Después de hacer “Pushed Again”, Die Toten Hosen volvió a recordar a Pil Chalar con “Iván fue un comunista” y “Uno, dos ultraviolento”. A este tándem de temas le sucedieron el iracundo “Wünsch dis was” y “Hier kommt Alex”, para luego despedirse por primera vez.
Como preludio de lo que iba a ser el encore, cayó al suelo el telón alusivo a esta serie de shows en la Argentina (además de los Obras, el martes Campino presentará su libro Hope Street en The Roxy, el miércoles harán una nueva fecha en La Trastienda y el 28 de octubre tocarán por primera vez en Tandil), dejando al descubierto su tradicional emblema: la versión anarco, caricaturizada y osea del águila heráldica de la bandera alemana. Si antes habían saludado a los integrantes de Los Violadores que se encontraban entre el público, en esta ocasión los Hosen materializaron su fraternidad con el punk argentino al invitar a Mosca, cantante de 2 Minutos, a hacer el hitazo de su banda: “Ya no sos igual”. Lo que sirvió para que las guitarras de Kuddel y Breiti surfearan con la velocidad de la canción, apoyados por la base rítmica impecable conformada por Vom (batería) y Andi (bajo). Y se mantuvieron en esa frecuencia con el salvaje “Opel Gang”, donde el público prendió de vuelta el mosh.
El bloque terminó con “Freunde”, tema que representa bien lo que se vio en el escenario: un grupo de amigos con ganas de divertirse y de que su arte siga trascendiendo. “Aprendiendo argentino: lección 30” se titula este desembarco de la banda en el que no dejó de sorprender cómo un idioma tan ajeno a la cultura local como el alemán haya sido apropiado de semejante forma. Por fonética o sabiendo lo que dicen las letras, el público no paró de cantar en la lengua de Goethe de principio a fin. Y para nueva muestra de ello estuvieron “Alles aus Liebe”, “Viva la Revolution” y el ramonero “Bis zum bitteren Ende”, que dieron vida a la segunda salida a escena del grupo. Frente a la insistencia de sus seguidores, el quinteto volvió a salir para tocar “Represión”, de Los Violadores, y mecharon otro clásico más: “Eisgekühlter Bommerlunder”. Entonces vino el abrazo de los integrantes, gesto que luego se hizo colectivo. Y es que hay amores que duran para siempre.