Barra y vereda

Casa Percal es un bar de barrio, una parada técnica y placentera donde beber un trago y comer unas aceitunas antes de volver a casa. Así lo entendieron los vecinos de Coghlan que se acercan mientras pasean al perro o cuando terminan de hacer las compras, atraídos por la buena música y las ganas de sacudirse el trajín del día. Apenas pasado el mediodía, Juani Calcagno o su socio Esteban Pereira levantan la persiana, acomodan las sillas y la mesa comunitaria que va a la vereda, disponen la comida para que el que pase se tiente con alguna delicatesen y esperan a los primeros clientes. Ya cuando arranca la tarde, la barra empieza a llenarse y ahí se dividen las tareas: mientras Pereira –sommelier también del restaurante Bestia en Zona Norte– comenta los vinos que hay disponibles, Calcagno muestra su experiencia en la barra, con una carta que se especializa en Negronis y Gin Tonics (desde $700), aunque también salen cócteles hechos a medida y gusto de cada comensal.

Con vereda ancha y poco tránsito, el lugar cobra ritmo sin interrupciones. Los miércoles es hoy el día más concurrido, con ciclo de música armado por gente de la Rock&Pop; otras tardes también suelen tocar artistas amigos, depende el capricho de los dueños. Cada mediodía el bar funciona además como una rotisería con platos para llevar y disfrutar en casa. A la noche, la comida cobra vuelo: el paté con focaccia es muy pedido como entrada, lo mismo pasa con los buñuelos de espinaca, parmesano y limón con alioli ($700). Es muy rico el katsu sando de pollo con mostaza de Dijon y pepinos agridulces ($1500) y se suman más sándwiches, incluyendo uno vegetariano de portobellos con cebollas asadas, queso de cabra y rúcula) y raciones como las berenjenas ahumadas con yogur, cilantro y maní o las papas fritas con parmesano crocante, ralladura de lima y alioli (desde $700).

A poco tiempo de abrir, Casa Percal es una bienvenida propuesta en un barrio donde faltaba un bar con buenos vinos y una coctelería bien servida.

Casa Percal queda en Rómulo Naón 2334. Horario de atención: martes a sábados de 12 a 24. Instagram: @casapercal.

Aromas japoneses

El bar Amaterasu está escondido en el primer piso del restaurante Himitsu Kichi. Su nombre refiere a la diosa japonesa del sol y busca combinar la coctelería con el mundo virtual de los NFT. Sin entrar en la parte cripto y cuestiones más cercanas a un presente cyberpunk, nos detendremos en la parte gastronómica. Al bar se sube por una escalera que está dentro del local, abierto tanto a los comensales del restaurante como también a clientes de la calle que busquen un lugar nuevo en la ciudad. A tono con el nombre, la barra tiene una de las colecciones de whisky japonés más grandes del país con más de 25 etiquetas, además de sakes y licores asiáticos. La carta de tragos suma nombres clásicos y otros cuantos inspirados en la mitología japonesa, combinando sabores y productos de oriente y occidente. Un ejemplo es el Amaterasu, que se prepara con vodka Danzka, Kai Sake, pomelo, Angostura y schrub de ananá; o el Iwasaku que lleva Chivas 12, cordial de té verde, tintura de shiso y Cinzano Pro Spritz (desde $1100).

Un piso más abajo funciona el restaurante con dos modalidades: el cliente puede pedir a la carta o elegir una suerte de omakase donde el chef Esteban Leira arma combos especiales donde siempre hay tiraditos, rolls, niguiris y sashimis. Los comensales se acomodan en una gran barra semi circular de 25 cubiertos, el corazón del lugar, rodeada de paredes negras y piedras que dan la sensación de estar comiendo en una sofisticada cueva tallada en la roca. Algunos de los platos también pueden llevarse arriba, a la terraza. Hay ramen, tatakis, okonomiyaki y las conocidas gyozas de cerdo o de shiitake. Los postres son para paladares aventureros: podrá ser por ejemplo un helado de soja (que sorprendentemente funciona muy bien en su versión dulce) sobre una tierra de masa sablée y pistachos, salsa de frutos rojos y whisky; o el Ichigo Mochi, una frutilla bañada en ganache de chocolate y envuelta en una flexible masa de harina de arroz (desde $800).

No son tantos los lugares que apuestan a la originalidad en Buenos Aires: sin dudas, Amateratsu es uno de ellos.

Amaterasu queda en Costa Rica 5198. Horario de atención: martes a sábados de 20.30 al cierre. Instagram: @Amaterasu.ba.

Mona reloaded

El lugar nació como espacio de eventos, enseguida vino una pandemia, luego mucha reflexión y finalmente una reapertura con nuevo nombre e ideas. Se trata de Punto Mona, el flamante bar de Mona Gallosi, una de las figuras más reconocidas de la coctelería argentina. Todo esto en Chacarita, el barrio recientemente elegido por la revista Time Out como el más cool de Buenos Aires.

Con la ayuda de Gonzalo Córdoba, iluminador y gran creador de ambientes y espacios a través de la luz, Punto Mona cobra vida para mostrarse como codiciado punto de encuentro para beber bien, comer rico y relajarse en las noches de la semana. Detrás de la barra, además de la propia Gallosi, un numeroso grupo de bartenders ataja los pedidos de los clientes que pasean por el salón o salen a tomar aire al patio al aire libre. La música es un elemento importante del lugar, con una cuidada curaduría donde conviven distintos géneros musicales con muchos guiños a los mayores de 30.

Luego de un par de años difíciles para la gastronomía y coctelería en el mundo, Mona logró una propuesta donde cada pieza encaja a la perfección; en sus palabras, ella espera que con el tiempo, este lugar “se convierta en el Danzón de Chacarita”, refiriéndose al icónico bar de Recoleta que ya sobrepasó los 20 años de vida. La carta de tragos cubre todos los frentes, con cócteles propios y clásicos que arrancan en los $1050. El menú de comida no se queda atrás: hay snacks para picotear como la trilogía de empanadillas de osobuco y queso, buñuelos de humita y croquetas de jamón crudo ($2300) o la degustación de blinis ($2450); se suman sabores livianos como el salmorejo con tartar de langostinos ($2150) y el carpaccio de remolacha y burrata ($1950); y otros más intensos como la morcilla crujiente con pimientos de piquillo ($2650) y el bao de chistorra ($2650). De postre, churros con ganache de chocolate y torreja de pan brioche, entre otros.

Recién comenzando su recorrido, Punto Mona ya es todo lo que se espera de un buen bar: un lugar donde comer, beber y pasar una gran noche.

Punto Mona queda en Fraga 93. Horario de atención: miércoles a sábados a partir de las 19.30. Instagram: @puntomona.bar.