Desde Santa Fe

La sentencia del Tribunal Oral de Santa Fe que condenó a cuatro represores de la Policía Federal por la ejecución de dos militantes del PRT y el secuestro y torturas a otros tres, el 27 de febrero de 1976, pero que les rebajó las penas a nueve años de prisión por “homicidios en riña”, no tiene antecedentes en el país. Es la primera que aplica esa figura en un juicio por delitos de lesa humanidad en la Argentina. “Me sorprendí al escuchar que fueron considerados culpables de asesinatos en riña”, dijo María Inés Gutiérrez, que sobrevivió al operativo conjunto del Ejército, la Policía Federal y la Policía de Santa Fe, en el que participaron decenas de efectivos. Ella tenía 21 años, estaba embarazada, cuando vio cómo fusilaron por la espalda a su pareja, Carlos Cattáneo, de 24, y después –en el Hospital Piloto- padeció la agonía de otro compañero que tenía 17 años, Fernando Lucio López, por un balazo en la columna. “A mí me cuesta pensar que la escena que tengo muy grabada en mi memoria, que es la de un uniformado que remata a tiros en la espalda a una persona tirada en el suelo, herida, inmóvil, que eso se pueda calificarse como un asesinato en riña. Me parece inverosímil”, dijo en un diálogo con Rosario/12. El indefenso era Cattáneo, su ejecutor también corrió hacia Inés -que había caído en la vereda con una herida gravísima en su pierna izquierda-, pero ella le gritó: “¡No dispare, estoy embarazada!”. Sus otros dos compañeros, Carlos Courault y Eusebio Cabral, se entregaron con las manos en alto, mientras uno de los jefes de la cacería gritaba: “¡No les tiren acá!”, lo que Courault interpretó –en su relato en el juicio- como una orden de que no los mataran en la calle.

El veredicto del Tribunal de Santa Fe integrado por los jueces José María Escobar Cello, Luciano Lauría y Germán Sutter Schneider se conoció el 14 de octubre. Antes, en sus últimas palabras, uno de los imputados intentó zafar con una excusa conocida: que es un “adulto mayor” y ya pasaron 46 años de los hechos. En los alegatos, el fiscal Martín Suárez Faisal y la abogada querellante de Hijos Lucía Tejera habían solicitado “prisión perpetua” para los cuatro acusados por los crímenes: el comisario Rodolfo Gómez Trintinaglia y los suboficiales Ricardo Olivera, Víctor Stahlberg y Elbio Eduardo Píccolo. Pero el Tribunal los condenó por “homicidios en riña”. Una “inusual calificación para delitos de lesa humanidad. Si bien aún no se conocen los fundamentos, es evidente que el Tribunal tuvo dificultades para establecer qué oficial que disparaba sus armas es el responsable directo de las muertes de las víctimas”, dijo Suárez Faisal. En cambio, la abogada de Hijos advirtió que no esperaban “esta sentencia, que es vergonzosa y alarmante”.

María Inés Gutiérrez admitió sus “sentimientos encontrados”. “Entiendo que este juicio y todos los juicios –dijo- se hacen para establecer la verdad: si ellos fueron o no culpables de delitos. Y en este caso, eso quedó claro porque ninguno de los acusados salió indemne, ninguno fue absuelto, todos fueron encontrados culpables y recibieron condenas”. Está probado que “sus acciones no fueron correctas ni adecuadas, ni legales, sino que fueron delitos”.

“Pero, si tengo en cuenta los delitos por los que fueron acusados, el daño que produjeron que fue tan grave, tan intenso y sostenido en el tiempo, las penas me sorprendieron y decepcionaron. Me sorprendí al escuchar que fueron considerados culpables de asesinatos en riña. A mí me cuesta pensar que la escena que tengo muy grabada en mi memoria, que es la de un uniformado que remata a tiros en la espalda a una persona tirada en el suelo, herida, inmóvil, que eso se pueda calificar como un asesinato en riña. Me parece inverosímil”, enfatizó Inés. “Sin embargo, seguimos apegados a la idea de que tengan un juicio justo. Vamos a esperar los fundamentos de la sentencia para entender qué elementos se tuvieron en cuenta, qué valoración se hizo y después se decidirán las acciones que siguen”.

-Usted fue testigo de la ejecución de Cattáneo y el final de López, que era menor de edad.

-Así es, Lucho era un jovencito de 17 años, tenía el aspecto y una carita preciosa de chico-chico. Y fue baleado así, como quien sale a cazar patos y de ninguna manera eso se puede considerar un asesinato en riña –contestó Inés. La “relación de fuerzas” entre un operativo conjunto del aparato represivo y de inteligencia que perseguían a cinco militantes del PRT “era absolutamente desigual”.

-El grupo de tareas de la Policía Federal estaba integrado por catorce oficiales y suboficiales que operaban en tres brigadas, pero sólo cuatro de ellos llegaron al juicio en 2022. Diez tuvieron impunidad biológica.

-Exactamente. El tiempo transcurrido fue un argumento (de los imputados) para evitar la condena, pero los relatos, sobre todo de los familiares, demostraron que no es una excusa, que el daño permanece hasta hoy entre nosotros, en las familias y en la sociedad.

-¿Qué le faltó contar en su testimonio, que fue tan conmovedor?

-No hay ningún testimonio que pueda reflejar (exactamente) cómo fueron los hechos y las situaciones. El testimonio requería detalles de lo que sucedió el 27 de febrero de 1976, pero después pasé seis años presa (hasta 1982), con infinitos momentos de crueldad, represión y horrores. Infinitos. Es imposible que eso se contenga en un relato. Por eso digo que el daño fue intenso, prolongado. Desde ese día, yo pasé por doce cirugías en la pierna y sin embargo, nunca más pude correr, ni saltar. Apenas puedo caminar sin ayuda de bastones. Caminé mucho tiempo con muletas, pasé los embarazos con bastones. Es larguísimo el daño. Entonces, por eso decía que el tiempo transcurrido no los puede eximir. No. Porque no hay olvido de lo que hicieron. Esos hechos no podemos ni queremos olvidarlos. Es muy necesario sostener la memoria –señaló Inés.

El 6 de junio de 1976, en el Hospital Piloto, le hicieron una cesárea de urgencia y nació su beba, Livia Gutiérrez, “con ocho meses, pero sana, con un peso casi normal”, recordó en el juicio. La niña estaba al lado de su cama, todo el tiempo. “Yo no podía caminar, pero la cambiaba, la amamantaba, la tenía conmigo”. “Un día la llevaron porque decían que había bajado de peso” y el 22 de junio, le avisaron que “había muerto de un paro cardíaco”. Sobrevivió 16 días. “Era más de lo que yo podía soportar”, les dijo a los jueces.

-Su beba también fue otra víctima –le planteó Rosario/12.

-Es lo mismo que decíamos antes. Fue una vida muy breve, pero que también queda inscripta en la memoria. Mientras yo estaba en el Hospital Piloto no me daban ningún tipo de explicaciones (por la muerte de Livia). Así que cuando salí en libertad (en 1982) fui a buscar la historia clínica y me dijeron que el archivo se había inundado. También inverosímil. Pero frente a ese tipo de respuestas, no hay respuestas. Sólo puertas cerradas y las preguntas que quedan abiertas.

-¿Nunca le dieron la historia clínica de su beba?

-Nunca.