¿Qué impacto tuvo para usted la muerte de Fidel Castro?

–Cuando muere un líder como Fidel, te das cuenta de que cosas que pensabas que tenían una gran importancia no la tienen. Hay una serie de sentimientos encontrados que van desde la decepción hasta el estupor. Es una sensación rara, difícil de llevar a palabras, ¿no? Yo nunca fui muy fidelista, te confieso. De joven sí me gustaba esa impronta de rebelde y atrevido. Pero un proceso político de este tipo tiene una cosa que es demasiado seria para mi gusto. Son personas que les gustan que los tomen en serio, que no les gusta el humor y esa necesidad de relajamiento. Ser gobernado por héroes es muy complicado porque no te puedes reír de ellos. Yo no creo en la trascendencia ni en los fines últimos. La vida no tiene un fin último; eso de pensar que vas a ser un gran escritor. El humor es muy propio de la condición de la negritud, que hace que la gente piense: el negro está pobre, pero está alegre. La gente negra tiene una mirada menos seria ante las cosas de la vida. Incluso en las religiones africanas, los dioses, los orishás, te dan lo inmediato. Son religiones alegres que no quieren la trascendencia, sino el dinero mañana (risas).