El primer ministro iraquí, Haider Al Abadi, llegó ayer a Mosul para felicitar a las fuerzas armadas por la “victoria” sobre el grupo jihadista Estado Islámico (EI), tras nueve meses de cruenta batalla. En una foto publicada en la cuenta oficial de Abadi en Twitter, se ve al primer ministro iraquí vestido con un uniforme militar negro a su llegada a Mosul, en el norte de Irak, para anunciar la conquista de la ciudad. Sin embargo, no parece que la batalla haya terminado completamente, pues en la tarde se podían escuchar disparos y bombardeos en la segunda ciudad más importante del país.
“Sólo quedan uno o dos reductos de jihadistas”, indicó Abadi. “La victoria es segura y los últimos jihadistas están cercados (...) es una cuestión de tiempo para que podamos anunciar la gran victoria a nuestro pueblo”, agregó. La reconquista de Mosul es el triunfo más importante de Irak desde que el EI se apoderara de la urbe en una ofensiva relámpago el 10 de junio de 2014, antes de hacerse con el control de grandes partes del corazón sunnita del país y de proclamar su “califato” a caballo entre Irak y la vecina Siria.
Este avance tuvo, sin embargo un enorme costo en vidas humanas y forzó al éxodo a casi un millón de personas. Miles murieron atrapados entre los combates y gran parte del oeste de la ciudad fue pulverizada por los bombardeos de la coalición liderada por Estados Unidos y por los morteros utilizados por el EI.
El grupo jihadista, que enfrenta ofensivas apoyadas por la alianza encabezada por Washington en ambos países, ha perdido gran parte de los territorios que controlaba desde entonces. Mosul tiene una importante dimensión simbólica para el EI, ya que su jefe, Abu Bakr al Bagdadi, proclamó ahí su “califato”, en su única aparición pública. Su paradero es incierto.
En una reunión en el cuartel general de la policía federal de Mosul, el primer ministro iraquí ordenó “eliminar a los últimos (jihadistas) derrotados (...), establecer la seguridad y la estabilidad en la ciudad liberada y limpiarla de minas y explosivos”.
Las fuerzas iraquíes lanzaron su campaña para recuperar Mosul en octubre, y desde entonces el EI pasó de controlar toda la ciudad a verse atrapado entre las fuerzas de seguridad y la orilla occidental del río Tigris.
Apoyada por los bombardeos de la coalición, la ofensiva iraquí redujo gran parte de la ciudad a escombros y obligó a huir a miles de personas. En los últimos días, las fuerzas de seguridad abatieron a jihadistas que trataban de escapar de sus menguadas posiciones en Mosul, mientras las fuerzas iraquíes luchaban para recuperar las dos últimas áreas en manos del EI, cerca del Tigris.
Hasta los últimos días de la batalla, miles de civiles seguían atrapados dentro de la Ciudad Vieja. Alrededor de 915.000 residentes huyeron de Mosul desde los primeros combates según indicó Naciones Unidas esta semana.
La reconquista de esta gran ciudad del norte del país no supone, sin embargo, el fin de la guerra contra el EI, que aún controla algunas zonas en Irak y territorios en el este y centro de Siria, donde su feudo de Raqa es objeto de asedio por fuerzas también apoyadas por Washington.
Entre los cientos de civiles que huyeron en los últimos días, unos 60 mujeres y niños estaban traumatizados y desconsolados. Entre ellos estaba Fatima, quien por fin veía la luz tras cuatro meses en un sótano, “casi sin comida ni agua”. Cuando su grupo se puso en marcha, su hermano recibió un disparo de un francotirador jihadista, contó.
Algo más lejos, una madre de familia, con el rostro descompuesto por la pena, dijo a un soldado que acababa de perder a su hijo de 7 años en el momento en que huía. “No pude hacer nada”, gritaba.
Una larga fila de civiles caminaba entre los escombros con los pocos bultos que podían cargar. Entre ellos, Mohamed Yunus, llevaba a cuestas, con la ayuda de otros hombres, dos bolsas negras como sus únicas pertenencias. Unos militares le ofrecieron una botella fresca de agua y Mohamed la aceptó. Cuando le preguntaron qué guardaba en el interior de los sacos Mohamed respondiò: “Mi madre y mi padre”. El fuerte olor a descomposición no lo dejaba mentir. Ya iban dos días que sus padres habían muerto y Mohamed recién los podía llevar hacia su descanso final. Los últimos días del Estado Islámico en Mosul los pasaron encerrados, atrapados.
Varios de los civiles que marcharon bajo el intenso calor lo hacían con una sonrisa. Acaban de escapar del infierno y a pesar que sus hogares fueron destruidos y algunos perdieron gran parte de su familia, el alivio de dejar atrás el horror de la guerra les hacía olvidar lo que vivieron.