El anuncio era tentador: “Sea usted el detective y gánese una espléndida motocicleta participando en el gran concurso policial de Patoruzito”. Aceptaron el desafío más de 20 mil lectores. Todos querían tener la flamante moto argentina Broadway 100 cm3 de cilindrada, motor Sachs de dos tiempos, dos velocidades, suspensión delantera telescópica y suspensión trasera telehidráulica, un litro cada 40 km de consumo, es decir lo más avanzado del mercado. Entonces, el día previsto para dar a conocer al ganador, el dibujante Mirco Repetto (director de la revista) trepó al escenario del abarrotado Luna Park y le recordó a la multitud por qué estaban ahí ese domingo 30 de agosto de 1959.
La revista semanal Patoruzito, fundada por el dibujante y empresario Dante Quinterno, llegó a los kioscos la semana anterior a la gesta peronista, es decir un nublado jueves 11 de octubre de 1945. La publicación de “grandes historietas concebidas especialmente para la juventud amante de las aventuras” contenía en el centro y a doble página las andanzas de infancia del cacique Patoruzú, y en el resto de la edición mucha acción: Vito Nervio, Rip Kirby, Tucho de Canillita a Campeón, Flash Gordon, Rinkel el ballenero, El Huinca, Fierro a Fierro, Langostino, El gnomo pimentón, y el formidable Don Pascual, entre otras. Un lujo. La revista --que para algunos marca el inicio de la verdadera edad de oro de la historieta, mojón siempre atribuido a las publicaciones de Oesterheld-- alcanzó un total de 892 ediciones hasta el 31 de enero de 1963 cuando dejó de salir. Ahí están los imprescindibles tomos de Carlos Altgelt Las historietas de Patoruzito. Una guía ilustrada que pone todo en orden y contexto.
Pero nosotros estamos en 1959, otoño, pocos días después del primer año del gobierno frondizista. Los números de venta de la revista oscilan entre 150 y 160 mil semanales y la Editorial Quinterno quiere más. Nace entonces la idea de un concurso y Repetto convoca al guionista Alfredo Insúa para crear una historia policial, un relato clásico de enigma que le facilite al lector las pistas necesarias para que pueda descubrir las alternativas del delito. Se acordó luego con Alberto Breccia que la nueva historia “Los ojos de Kali” se publicaría en entregas de tres páginas durante 13 semanas, es decir desde el 14 de mayo hasta el 13 de agosto. Sólo faltaba definir el premio.
Isacc, Abraham, Jacobo, David y Aaron eran cinco hermanos. Cuatro nacieron en Rumania y el último, en Argentina. Todos fanáticos de Racing, del billar y del dominó. Incómodos por esa sucesión de nombres bíblicos, deciden cambiarse los nombres. Y así fue que para los vecinos de Boedo Isaac pasó a ser Francisco, Abraham fue Juan, Jacobo fue Ángel, David fue Fernando y Aaron fue Marcos. Todos ellos, de apellido Lavintman, son los iniciadores de las empresas de rodados para niños y muñecos más importantes en el país en las primeras décadas del siglo XX. Isaac fundó La Automática y Abraham muchos después la firma Halcón. Los tres restantes (Ángel, Fernando y Aaron) crearon en 1929 Establecimientos Broadway S.A.I.C. que funcionaba en avenida La Plata esquina Tarija y llenaron el mercado de patines, bicicletas, autitos a pedal, triciclos con acoplados, lanchas, y monopatines.
Entre 1950 y 1952 Broadway lanza para los niños la furgoneta Alegretta, el triciclo Comet, la moto Pumita, el Cadillac de oro, el Impala, y muñecos con mecanismos sonoros como la Lolita Johnson. Las ventas crecen y los diarios y revistas se llenan de sus publicidades con niños felices dibujados por Oscar Blotta padre. Broadway publicitó fuerte en Patoruzito. La relación entre Quinterno y la firma de juguetes data de 1946, cuando los hermanos Lavintman crearon muñecos articulados de Patoruzú, Upa e Isidoro Cañones. Pero, insisto, estamos en 1959, y ese año Broadway decide incursionar en el creciente comercio de la motocicleta impulsado por el conglomerado de empresas IAME y sobre todo por la aparición en 1954 de la cordobesa Televel y Sequenza, firma que obtuvo la licencia para fabricar los motores alemanes Sachs. En pocos años, Televel alimentó de motores a más de 60 marcas de motos argentinas. El secreto: no exagerar las ganancias, permitiendo así desarrollo interno y nula competencia extranjera. Todo un modelo. Bien. Con la vista puesta en la famosa moto Puma, Broadway diseña un nuevo cuadro y le da carácter a su moto con detalles cromados y suspensión moderna. La experiencia se difunde junto al concurso de Patoruzito.
La historia de “Los ojos de Kali” es convencional. Si no fuera por los dibujos de Breccia --ya asoman rostros y climas que más tarde se verán en Mort Cinder-- no habría mucho para decir. Cumple su objetivo. ¿El misterio?: el magnate Ronald Rowling adquiere un collar de rubíes que representa el rostro de una divinidad hindú. La prensa difunde la noticia y los codiciosos de siempre preparan sus garras. Pero Rowling, que por algo es millonario, consigue una póliza de reaseguro por un valor muy superior al que verdaderamente tiene la joya. Durante una reunión, alguien riega narcóticos en las copas, todos se duermen una siesta y los diamantes desaparecen. Antes de que el Teniente Gibson aclare el caso, la revista anuncia que los participantes deben enviar una carta con la respuesta a tres interrogantes: ¿Quién es el ladrón?, ¿Dónde están los rubíes? y ¿Dónde se perpetró el robo? Llegan a la redacción miles de sobres pero sólo 2000 contienen las respuestas correctas. Las cartas de esos “detectives sagaces” van a un sorteo que se realiza en el Luna Park. Luego del Ballet de patinaje artístico acrobático del elenco “Los patinadores de Broadway” con dirección de Roberto Fontana, se conoce al ganador de la moto número 373: Alfredo José Genini, de 27 años.
¿A qué viene toda esta historia? En un arrebato de evasión (la realidad económica nos asfixia) me propuse buscar la moto, no cualquier Broadway, sino la del concurso. La pesquisa amateur demoró un mes y medio, y los datos obtenidos arrojaron que solo habría dos motos marca Broadway asentadas de manera legal en el país. Una está en Monteros, Tucumán, y lleva el número 1061. Se mantiene impecable y en marcha gracias al cuidado del abogado Julio César Guerra Logwiniuk, quien la heredó de su padre, que en 1962 la ganó en una rifa del Colegio Médico de esa provincia. La otra, la que hace 63 años Repetto entregó en el Luna Park, le pertenece a Marcelo Rey, empresario del gran Buenos Aires. Pero la verdadera sorpresa es que Rey es el gran coleccionista de los productos de la firma Broadway, material que forma parte de su amplia colección de juguetes llamada “Retro Park, colección de diversiones”. Rey sueña con poder exhibir su gran tesoro. ¿Habrá algún lector de estas líneas que lo acompañe en esa aventura?
Dos salvedades finales: los rubíes dibujados fueron escondidos en el interior de unos habanos por el malicioso asegurador de joyas, y Genini, el ganador del concurso, anduvo (dicen) pisteando con la Broadway por las calles de Villa Ballester hasta que un día conoció a una rubia muy alta, de rápida carcajada, que se lo llevó para siempre.