Será difícil de olvidar el campeonato que se le escapó a Racing este domingo en Avellaneda. Con Independiente, su rival de toda la vida, dándole una mano histórica y con un penal fallado casi que en el último minuto, previo a que Borja pusiera el 2 a 1 final para River y decrete un clima de tragedia en el Cilindro.
Tan difícil de explicar cómo esta Liga Profesional terminó en manos de Boca será la tarea de justificar por Avellaneda la elección del pateador del penal -un refuerzo de este semestre en un plantel lleno de referentes- que terminó atajando Armani, un verdadero verdugo de la historia académica de estos últimos años.
Todo a pedir de Racing, incluso River
Racing hizo lo que tenía que hacer... Al menos por los primeros 15 minutos. El inicio del encuentro mostró al equipo de Gago dominando la pelota e incluso con momentos de 10 jugadores por delante de la mitad de cancha. La cosa parecía estar por el lado de Carbonero ya que el colombiano seguía endiablado como en los últimos partidos, en modo Garrincha, encarando desde la izquierda al centro a pura gambeta y velocidad e ilusionando a la Academia. De todos modos, la fórmula más efectiva del local resultaba ser el pelotazo largo que partía de la zurda de Piovi en busca de Copetti, fajándose con la dupla central rival.
Pero entre pareceres y fórmulas, el peligro no aparecía por el área de Armani. River hacía su parte, mostrando una versión muy floja a la hora de manejar la pelota pero muy encendida cuando era turno de protestar al árbitro.
Quien haya pensado que los de Gallardo salieron con el freno de mano puesto, estaba en todo su derecho. Es que a la visita no le salían ni los pases más simples y tardó casi un cuarto de hora en pasar mitad de cancha. Claro que lo vino después habrá hecho cambiar de parecer a más de uno ya que Racing pasó a ser el que exhibió un fútbol difícil de explicar.
Autoboicot académico
Cuando todo indicaba que lo que tenía que hacer el local era jugar en campo rival, que cualquier cosa podía pasar por esos lares, Racing se empecinó en tocar cerca de su propia área. Ni el festejado gol rojo en La Boca despertaba a los jugadores de Gago. Todo era confusión, incluso los cantitos que no se coordinaban entre una y otra popular. Así, Arias empezaba a ser importante, tapando dos mano a mano muy claros.
Una linda volada de Armani para sacar un cabezazo de Copetti y un mano a mano que Alcaraz definió de zurda por arriba del travesaño -podría haberle pegado de derecha, su pierna hábil- le dieron fin a la primera parte, con algo de esperanza para las intenciones académicas.
Un final de película
Y fue con un pelotazo, un despeje desde el fondo, que Racing encontró lo que tanto necesitaba. A los 55, Copetti le ganó en velocidad a Pinola y terminó en el piso tras un empujón por la espalda del veterano central, exRacing por cierto. Matías Rojas lo pateó muy bien y el local pasó a estar arriba.
Con el 1 a 0, Racing adoptó una táctica más defensiva, acorde a la situación: la historia ya no se trataba de lo que sucedía en el Cilindro, sino de lo que decían en la radio o los whatsapp. Y desde La Boca llegaban los atajadones de Rossi. Claro, cuando se supo la buena nueva del 2 a 2 rojo, Racing todavía estaba atónito por el gol de Borja ya que ambos se dieron casi que en simultáneo.
La gente avivó al equipo local de que la gloria estaba a un gol de distancia y empezaron a llover los pelotazos al área de River. En uno de esos, hubo un agarrón bastante grosero sobre Sigali y el árbitro señaló penal. La emoción por lo oportunidad divina fue superada por la sorpresa cuando el pateador agarró la pelota. "¿La tiene Galván?", se preguntaban en el Cilindro, casi que a modo de augurio. Al defensor le salió una masita y Armani hizo festejar al mundo Boca, casi que una ironía.
Después llegó el segundo de Borja y, entre lágrimas de Avellaneda y festejos en La Boca, Gallardo finalizó su primera despedida de River con una de sus costumbres: amargar a Racing (hace diez que no pierde con los de celeste y blanco).