El fantasma de Torquemada recorre Brasil buscando espíritus profanos. No es un inquisidor con toga, crucifijo y su rama de olivo. Son muchos, acaso cientos de miles. Hombres y mujeres en campaña electoral para arrimarle los votos que le faltan a Jair Bolsonaro. Incitan al odio contra los no alineados a su conservadurismo, atacan a curas díscolos en sus propias iglesias, llaman a quemar estudiantes como en el Santo Oficio, presionan a los feligreses para que no apoyen a Lula, están poseídos por su Guerra Santa y operan sobre la primera comunidad católica del mundo.
El gigante latinoamericano sufre las primeras cruzadas del siglo XXI. La dialéctica violenta satura las redes sociales, se pavonea en las calles y ataca con saña en los templos y durante los últimos días en las universidades. Estas patrullas de la fe muestran sus garras en el día a día y atizan el fuego de la discordia. Se mueven con impunidad en un país dividido donde la religión parece haber desplazado a la política como expresión identitaria.
Algo huele a podrido después de la primera vuelta que ganó el expresidente. Las pasiones eclesiales desbordaron a la grey de Bolsonaro en este octubre que ingresa en su semana decisiva. La Iglesia Católica repudió la utilización política que hizo el jefe de Estado de la procesión fluvial del Cirio de Nazareth que realizó en Belém, la capital de Pará, cuando se apareció sin ser invitado. Fue justo en el corazón de la Amazonia donde el gobierno alienta la depredación del medioambiente.
Michelle, la esposa de Bolsonaro, recorre capitales del nordeste donde la diferencia de votos a favor de Lula es notable. Corre de atrás y se apoya en los fieles de las iglesias evangélicas. En ese segmento el militar ultraderechista también saca ventajas ostensibles. Pero no todo es uniforme. La Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB) – la autoridad principal de la Iglesia Católica en el país- se mantiene neutral y no declaró a quién respalda de los dos aspirantes a la presidencia.
El clima de tensión y violencia se respira en la nave principal de cada catedral o parroquia. El 16 de octubre fue un punto de inflexión. El padre Everton Machado daba su sermón en Jacarei, San Pablo. Pero lo interrumpieron cuando recordó a la concejala socialista Marielle Franco, asesinada por parapoliciales el 14 de marzo de 2018. Uno de ellos, Ronnie Lessa, hoy detenido, era vecino de Bolsonaro en el barrio cerrado de Barra de Tijuca. “No vas a hablar en la casa de Dios de una izquierdista del PSOL y homosexual, que quería ideología de género dentro de la escuela de los niños”, le gritaron al cura.
Los sacerdotes están muy divididos. Hay quienes como Edivaldo Betioli defienden al gobierno de Bolsonaro y hasta el uso o portación de armas. Dice en una de sus oraciones: “Líbranos madre de Dios y nuestra del flagelo del comunismo” Otros como Dom Leonardo Steiner sostienen que la religión se transformó en “ideología”. No se juega tanto como Fray David Santos y Julio Lancelotti que hicieron público su voto por Lula.
Un extenso informe de la BBC Brasil da un indicio de por qué la ultraderecha militante salió a captar voluntades electorales. “Según una encuesta del Instituto Datafolha de 2020, el 50% de los brasileños se declara católico, frente al 31% que se declara evangélico”. Entre los primeros la mayoría vota por Lula. Al actual presidente no le alcanzarían estos guarismos para remontar la cuesta del primer turno si se analizan los porcentajes de fidelidad religiosa. El líder del PT, además, le sacó 6,100 millones de votos.
Los testimonios a cara descubierta de católicos y evangélicos desencantados con sus iglesias reflejan tensiones en aumento. Algunas de las denuncias que recogió la BBC dicen: “La persecución a cristianos ya comenzó, solo que dentro de la propia iglesia”. “Es como si nosotros estuviéramos viviendo la propia dictadura dentro del templo”. “Vi el odio presente en las personas, en los amigos que eran de la iglesia”.
A los afectados les exigieron orar por el candidato que proponían los religiosos. Se les dijo que no eran cristianos si apoyaban a otro. También que la universidad pública es “un destino peligroso” para los jóvenes. Les pasaron videos tendenciosos sobre los estudiantes que “consumen drogas” o “se hacen homosexuales”. La investigación de la TV contiene más de cien testimonios según el periodista Ricardo Senra que la presentó. En el trabajo se observa cuando los pastores evangélicos acompañan su prédica con imágenes de Bolsonaro de fondo y piden el voto por él, o cuando a los gritos atacan al PT, Lula y la izquierda porque van a “desmantelar aquello que Dios constituyó”. Las iglesias consultadas declinaron responder a la BBC.
En los templos funcionan estos tribunales de la Inquisición. Sus pastores no queman incienso. Prefieren encender hogueras de odio que recorren la amplia geografía de Brasil. Seguidores de Bolsonaro, estos hombres-antorcha no necesariamente se ordenaron sacerdotes o pastores.
Bibo Nunes es un personaje que brotó del inframundo. Este diputado del Partido Liberal (PL) en Rio Grande do Sul, un fanático del presidente, dijo en un video reciente que los estudiantes universitarios merecían ser quemados vivos después de que se manifestaran contra los recortes en el Ministerio de Educación del gobierno nacional.
Su mensaje medieval no iba destinado a cualquier comunidad académica. Apuntó contra los estudiantes de las universidades federales de Santa María (UFSM) y Pelotas (UFPEL) en el sur de Brasil. En la primera ciudad se produjo el incendio del club nocturno Kiss, que dejó 242 muertos en 2013. La mayoría eran muy jóvenes, como a los que Nunes deseó la purificación en las llamas. Fue la peor tragedia en la historia de Santa María.
El troglodita está siendo investigado ahora por el Ministerio Público Federal. La dirección central de la UFPEL informó que las palabras de Bibo son “algo vil” y la UFSM repudió “cualquier discurso de odio, de falta de civismo, que no tolere opiniones ideológicas y políticas diferentes y que aliente la agresión”.
Airton Silva, alumno de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul y presidente de la Unión Estatal de Estudiantes del estado se preguntó en un artículo que escribió: “¿Qué hace que el bolsonarismo nos elija como enemigos? ¡La universidad pública es capaz de transformar la sociedad!”.
En Brasil hay jóvenes como Silva que están en sus antípodas. Profesan las ideas del presidente y lo imitan en sus manifestaciones más violentas. En la Universidad Federal de Mato Grosso alentaron en sus grupos de WhatsApp una movilización armada a favor de Bolsonaro en el campus de Cuiabá. La justicia investiga desde el último viernes una denuncia de la Fiscalía Regional Electoral contra dos de estos estudiantes.
El fiscal Erich Raphael Masson dijo que “no es admisible” (…) “como en el presente caso, llamar a armar a los manifestantes en un lugar público”. También pidió que “se abstengan de divulgar, propagar, convocar y/o realizar un acto con uso de armas, en vía pública”. Les podría caber una pena de multa de 100 mil reales (unos 7 millones de pesos) por incumplimiento.