Este último sábado se puso en funcionamiento la Casa Mama Quilla, ubicada en la localidad jujeña de Tilcara. Un espacio que propone repensar y plantar una lucha y resistencia desde los feminismos comunitarios, campesinos y populares del continente.
La Casa organiza su funcionamiento a partir de equipos de gestión comunitaria, áreas, comisiones académicas, pensamiento y filosofía comunitaria campesina y popular, entre otras, en favor de la atención y acompañamiento, primordialmente, a mujeres, lesbianas, travestis, trans, bisexuales, intersex, y no binaries.
Salta/12 dialogó con su coordinadora general Adriana González Burgos, quien compartió la alegría de poder abrir un espacio que nace desde un proyecto autogestionado y que cuenta con el trabajo de un equipo de 22 personas, conformado por activistes, docentes, estudiantes, gestores comunitarixs, miembrxs de la comunidad, académicxs y profesionales de Jujuy, Argentina y de la comunidad internacional.
Desde la Casa sostienen "todo acto de activismo como un acto formativo", por lo que buscan crear en comunidad distintos conocimientos, saberes y prácticas para "alcanzar un entendimiento histórico acerca de las complejas y múltiples maneras en que la modernidad/colonialidad y el patriarcado propiciaron distintas formas de opresión y explotación hacia las mujeres y disidencias de los territorios de Abya Yala".
La Casa se pensó también con la intención de "favorecer la apropiación y construcción de proyectos colectivos para potenciar la construcción comunitaria, campesina y popular de feminismos anticoloniales, antirracistas y antipatriarcales, recuperando la autonomía epistémica de Ixs pueblos", señalaron en el proyecto de constitución del espacio. Además pretenden desarrollar esas prácticas feministas desde una epistemología del cuidado.
En sintonía, González Burgos expresó que se asientan "en el trabajo que se venían haciendo en distintos territorios", en referencia a otras provincias y a países de Latinoamérica, como Bolivia y Brasil. Por ello, insistió en que desde el espacio se recuperan las experiencias de la Abya Yala porque tiene que ver con la propia definición y elección de "cómo queremos llamarnos", pues representa un reconocimiento de "nuestros territorios" y de la idea de cuerpo como territorio.
Sostuvo que "nuestros cuerpos son nuestros territorios, pero que, además, el territorio es nuestro cuerpo y jugamos con eso". Desde allí es donde toma mayor fuerza el concepto de lo comunitario, dado que es la forma de organización que se adopta en el espacio para responder a una idea de comunidad. "Forman parte de la Casa, colectivas, organizaciones, hermanas, hermanes que están en la Quebrada y en la Puna, pero también, quienes están en San Pedro (de Jujuy) o de otras provincias y países", expresó la coordinadora general.
La Casa se constituye con distintas áreas, comisiones y espacios. Por un lado, está el área de atención y acompañamiento de mujeres y disidencias en situación de violencias de género, que prioriza la atención de los diversos casos que llegan y la implementación de una práctica filosófica feminista desde un abordaje comunitario.
También está el área de atención y abordaje integral de la salud, donde se incluye un trabajo sobre ESI (educación sexual integral), ILE (interrupción legal del embarazo) e IVE (interrupción voluntaria del embarazo), junto a salud mental y salud ancestral tradicional. Se incluye el área de gestión cultural comunitaria, de comunicación y de formación.
Mientras que en las comisiones se destacan la académica para el pensamiento de los feminismos andinos, comunitarios, campesinos y populares en Abya Yala; la de feminismos negros; de economía comunitaria campesina y popular; de gestión cultural comunitaria; y de violencia de género, con abordajes teóricos prácticos.
"La Casa cuenta también con un espacio de ceremonial y ritual andino amazónico (espíritu de la casa), de hospedaje para la comunidad internacional, de editorial y de administración y gestión comunitaria", precisaron en la presentación.
Antecedentes de masividad
La posibilidad de tener un espacio propio cuenta con una antesala de más de 10 años de trabajo activista y feminista. No obstante, la potencia del espacio empezó a tomar una mayor masividad y fuerza durante la pandemia ya que "fuimos fortaleciéndonos en encuentros por plataformas virtuales". Esos intercambios llevaron a tener una de las primeras grandes iniciativas: la creación de la Diplomatura en Feminismos Comunitarios, Campesinos y Populares del Abya Yala, que se dicta en el Instituto Rodolfo Kusch de la Universidad Nacional de Jujuy.
"Tuvo una convocatoria que no esperábamos y que superó ampliamente la iniciativa", dijo González Burgos, quien relató que el cupo inicial tenía un máximo de 200 personas, pero terminaron inscribiéndose 750 hermanas, hermanes y algún que otro hermano. "Lógicamente, no podíamos dar respuesta a todes", por lo que el cupo se cerró en 250.
Para González Burgos, esta primera gran demanda respondió a una necesidad de las personas de pensar el feminismo de una manera más amplia y plural, en la que no hay una separación entre los feminismos comunitarios, campesinos y populares, sino que "coexisten y conviven en la vida misma de cada una, de cada une". "¿Quién no ha transitado una práctica comunitaria, campesina o popular?", se preguntó.
En base a su propia experiencia de vida, contó que se considera feminista "desde siempre", ya que se debe en gran parte a la práctica feminista que fue inculcada por su abuela María Pérez y otras mujeres, porque "tuve varias abuelas (como Melchora González) que se han encargado de mi cuidado, me han educado en una cosmovisión andina", destacó. Su familia es originaria de la comunidad kolla de Rodero, en Jujuy. "Yo me defino y considero kolla", afirmó.
Su abuela María quedó huérfana siendo muy pequeña, lo que la llevó a transitar "una vida de lucha y fortaleza enorme". Fue ella quien le enseñó a Adriana sobre la Pachamama y la vida campesina indígena. "Con mi abuela pasamos de la vida en comunidad, a la vida en el campo. Y también, a la vida en sectores populares porque en algún momento terminamos viviendo en el barrio Mariano Moreno, que es un barrio popular", relató.
Si bien están estas prácticas cotidianas, González Burgos también destacó el posicionamiento político que adoptaron desde la Casa Mama Quilla y que responde a impulsar una mirada crítica desde los feminismos comunitarios, campesinos y populares del Abya Yala, con el fin de "repensar las teorías, los modelos de gestión y atención más allá del legado eurocéntrico, patriarcal y colonial", señalando también "el patriarcado que se ha configurado en nuestros territorios, con sus propias características y sus terribles consecuencias".
Otra de las acciones que también llevaron a buscar un espacio propio fue la realización del Primer Encuentro Internacional de Feminismos Comunitarios, Campesinos y Populares en Abya Yala, desde donde se intercambió sobre el feminismo campesino popular, las estéticas feministas y los cuerpos, y las epistemologías del cuidado.
Este evento se llevó adelante en agosto de este año y también tuvo una gran demanda, pues se congregaron en Tilcara más de 2 mil personas y se contó con las disertaciones de María Galindo, Silvia Rivera Cusicanqui y Rita Segato. Esta masividad también representó una sorpresa para sus organizadores, puesto que "generalmente los encuentros y las actividades de este tipo se hacen en centros urbanos", donde "nosotras somos las que tenemos que viajar", dijo González Burgos.
Fue allí que surgió con más fuerza la idea de contar con un espacio propio, no sólo por quienes eran parte de la colectiva, sino por una demanda que demostraron las asistentes del encuentro. "Terminó el encuentro y salimos a buscar la casa", contó. "Desde la Casa, pretendemos establecer diálogos co-creadores con otros proyectos políticos, comunitarios, populares, e intelectuales, con los que compartimos objetivos e intereses", manifestaron en la presentación.
Comunidades de diálogo
Uno de los abordajes que se pretende realizar en el área de atención y acompañamiento de mujeres y disidencias en situación de violencias de género, se basa en las "comunidades de diálogo". Este concepto surge después de considerar que la gran mayoría de los "abordajes que se hacen para mujeres y disidencias en situación de violencia de género siguen prácticas occidentales", dijo la coordinadora, quien aseveró que esos abordajes "siempre están en función de la víctima de violencia que termina siendo objeto, todos los discursos giran alrededor".
"Nosotres queremos romper eso y proponer una lógica comunitaria que se aborda dentro de la idea de comunidades de diálogo", en la que primero se reconoce que la violencia es un problema estructural y la persona que la sufre "no es responsable de esa situación de violencia". Eso conlleva a que las diferentes situaciones "transiten en comunidad y no a partir de un caso, de una persona, sino que podamos compartir todas y todes qué es lo que estamos viviendo y cómo lo estamos viviendo", expresó la coordinadora general de la casa.
En esa posibilidad de asumir la responsabilidad en comunidad es que se pretende "buscar la forma de poder acompañar y sostener", sobre todo cuando "haya que salir a las calles en lucha y resistencia en comunidad". González Burgos manifestó que el objetivo máximo es poner a circular en las comunidades la palabra, pero desde un cuerpo que es territorio, donde además, "estas comunidades y prácticas filosóficas están atravesadas por lo espiritual".
Si bien ahora se encuentran organizando precisamente los horarios de atención del área de abordaje, la coordinadora inidcó que la Casa también representa un espacio de celebración, puesto que "nuestra lucha y resistencia es a partir de la celebración y la fiesta". Eso quedó demostrado en las copleras que asistieron a la inauguración, además, de la música que acompañó todo el evento.
"Mama Quilla es una homenaje a la dignidad", expresó, agregando que toda la colectiva busca cambiar y "levantar el puño arriba" con alegría permitiéndose correrse del lugar de sufrimiento.
La Casa no sólo surgió con el fin de plantear otras lógicas de abordaje para cuestionar la violencia como un problema estructural, sino porque también "el Estado no da respuesta". "Sabemos que tampoco vamos a solucionar el problema (de la violencia hacia las mujeres y las disidencias), pero sí creemos que es importante (contar con un espacio propio)", sostuvo. "No es fácil tener un casa y ojalá que esta casa se multiplique en todos los territorios", deseó.