“La iniciativa surgió dentro del Centro Universitario de Industrias Culturales Argentinas (CUICA). Pero hubo un importante trabajo previo para lograr que el Mercado de Industrias Culturales Argentinas, MICA, reconociera los videojuegos como industria cultural y los incluyera en su ámbito de competencia, en el que fueron centrales Nicolás Sticotti y Rodolfo Hamawi”, relata Mishka De Caro, a cargo de la coordinación de la diplomatura.

Nicolás Sticotti es gestor cultural y participó de la gestación del MICA. Rodolfo Hamawi es el Decano del Departamento de Artes y Humanidades de la UNDAV. Creado por el Ministerio de Cultura, el MICA es un mercado que se plantea como el centro de un sistema de políticas públicas creado para la formación y la vinculación de productores, empresas y profesionales de las industrias culturales a nivel nacional e internacional. Funciona como incubadora, ofrece financiamiento y formación y facilita el intercambio de experiencias. “La inclusión de la industria del videojuego en la Ley de Economía del Conocimiento, en 2020, fue otro paso importante, al permitirnos acceder a un régimen de promoción muy beneficioso”, agrega De Caro.

Argentina es actualmente el segundo jugador a nivel latinoamericano, detrás de México. La actividad está geográficamente concentrada en dos grandes polos urbanos, el área metropolitana de Buenos Aires y Córdoba. Mendoza es el tercero que puja por consolidarse. En los últimos años, empezó lentamente a consolidarse una oferta de formación en las instituciones públicas. Históricamente, era un sector dominado por las universidades privadas. “Hay algo sobre producción en la Universidad Nacional de Rafaela, algo de desarrollo en la Universidad Nacional de Jujuy, hay una cátedra sobre videojuegos en FADU de la UBA. Nuestra diplomatura depende de Humanidades porque priorizamos el aspecto artístico o de consumo cultural por encima de lo técnico o tecnológico”, agrega De Caro.

Años atrás, la formación en videojuegos, además de privada, era generalidad. Pero últimamente, la industria se ha complejizado y diversificado tanto, que la formación se vio obligada a acompañar ese proceso. Hay quien se especializa en investigación, en desarrollo y en testeo. Esto último está vinculado a lo que se denomina quality assurance (algo así como garantía de calidad) e incorpora muchos elementos de psicología del juego.

Quien ingresa a la actividad, aún sin los conocimientos específicos que brinda la diplomatura, puede trabajar en forma tercerizada en el área de testing unas veinte o veinticinco horas semanales a diez dólares la hora. Las mayores dificultades tienen que ver con lograr cierta continuidad laboral y con que las empresas suelen pagar a través de plataformas como Paypal.

“El único requisito es secundario completo. Se presenta todo tipo de gente y nosotros intentamos reflejar en la matrícula esa diversidad geográfica, de género y de educación formal. La última vez hubo mil ochocientos preinscriptos para ciento sesenta vacantes. Obviamente, es gratuito. Nadie paga un peso”, subraya.

“Todos los años tenemos graduados que se insertan en la industria, que inician su camino profesional. Es un sector muy acostumbrado al pluriempleo, a trabajar por objetivos, sin horario fijo, con fechas de entrega y modalidad home office. Nosotros promovemos la coproducción y el trabajo colaborativo. Muchos proyectos y emprendimientos en el área se dan a través de cooperativas de hecho, aunque nunca se formalizan ante el INAES. El mercado es global, pero existen nichos donde insertar productos con identidad social y cultural propia, con elementos locales. Preguntados o Atuel, de Matajuegos, son buenos ejemplos de eso”.

El sector tuvo dos reuniones con el Ministro del Interior Wado De Pedro, a instancias del Ministro de Cultura, Tristán Bauer. Hubo una representación amplia del sector, que incluyó a la cámara empresaria (ADVA), desarrolladores independientes, cooperativas, la organización Women In games, y espacios educativos como la Fundación Argentina de Videojuegos, FundAV.

En la primera reunión, el ministro manifestó el interés de la embajada alemana de conocer en detalle las posibilidades del sector. En la segunda, ya con la presencia del embajador alemán, se plantearon posibles líneas de trabajo. Alemania es el mayor polo europeo del sector y muchos argentinos trabajan ahí. Uno de los ítems es cómo recuperar algo de ese talento emigrado: convenios de coproducción, intercambios docentes, etc.