Una ópera del autor de Carmen, pero que no es Carmen. Entre el peso de las comparaciones y sus propias inconsistencias dramáticas, Los pescadores de perlas quedó relegada en esa amplia franja de títulos prescindibles que el siglo XIX dejó a disposición para un hipotético gran museo de la ópera. Sin embargo, la ópera-lyrique en tres actos de Georges Bizet sobre libreto de Eugene Cormon y Michel Carré -estrenada en París en 1863-, se sostiene bastante bien a partir de una música atractiva, el enigma de lo que más que un triángulo es un círculo amoroso y un maleable exotismo de cartón pintado. Eso podría bastar para alimentar ciertas formas de esperanza ante la nueva producción que con dos elencos para seis funciones se pondrá en escena desde el martes 25 en el Teatro Colón. Hacía más de un siglo que Los pescadores de perlas no se daba en el Colón. La última -y única- vez fue en la temporada 1913: tres funciones de la versión en italiano a cargo de la Gran Compañía Lírica Italiana, dirigida por Vittorio Podesti, con el tenor Giuseppe Anselmi y la soprano Maria Barrientos, entre otros.
Con la dirección de escena de Michal Znaniecki, la escenografía de Luigi Scoglio, los vestuarios de Mini Zuccheri, la iluminación de José Luis Fiorruccio y el diseño de videos de Karolina Jacewicz, Los pescadores de perlas subirá a escena el martes a las 20. Ramón Tebar estará al frente de la Orquesta y el Coro Estable. El primer elenco -que protagonizará también las funciones del jueves 27, el domingo 30 y el martes 1 de noviembre-, estará encabezado por la soprano Hasmik Torosyan como Leila, sacerdotisa del templo de Brahma y mujer con pasado; el tenor Dmitry Korchak en el rol de Nadir, pescador de regreso tras una larga ausencia; el barítono Gustavo Feulien como Zurga, jefe de la tribu de pescadores y viejo amigo de Nadir; y el bajo Fernando Radó en los paños de Nourabad, sacerdote de Brahma y odiador serial. El segundo elenco, integrado por la soprano Federica Guida, el tenor Sang-Jun, el barítono Germán Alcántara y el bajo Emiliano Bulacios, tendrá a su cargo las funciones del miércoles 26 y el sábado 29.
“Los pescadores de perlas plantea un gran desafío para cualquier director de escena”, asegura Michal Znaniecki, al comenzar la charla con Página/12. “Bizet es un compositor francés de su tiempo, que sabe mezclar bel canto con el barro. Lo sabemos por Carmen, que de todas maneras es una ópera en la que todo está menos claro de lo que parece. Evidentemente los libretos que utilizaba Bizet no eran tan sólidos, pero el compositor apelaba a una forma de naturalismo en la que una línea melódica celestial contrasta con una situación dramática tremenda”, continua el director de escena polaco. “¿Dónde están esos conflictos en la música, de qué manera los expresa? A partir de esas preguntas trabajamos con Ramón (Tebar), el director musical, tratando de encontrar un balance entre el bel canto y el barro”, agrega Znaniecki.
Buscar perlas entre la basura. Esa podría ser la gran metáfora de esta puesta de Znaniecki, originalmente programada para la temporada 2020 y pospuesta por la pandemia. “Esta es una ópera que habla de todo y de nada, con deseos, odios, conflictos, armas y violencia e historias de amor. Me resulta muy interesante cómo después de dos años de pandemia pude encontrarle un sentido distinto a lo que pensaba hacer en un principio. Antes imaginaba algo más humano, las relaciones entre los personajes, ante las cuales el mundo en conflicto quedaba en un plano abstracto. Pero después, mi mirada puso el acento en el aspecto ecológico, con una escenografía con botellas de plástico y basura en las playas de lo que era Ceylan, hoy Sri Lanka, donde se desarrolla la ópera. El coro, que aparece luchando por la supervivencia, limpia todo hasta que una ola vuelve a traer más basura”, explica Znaniecki y agrega: “Por supuesto que también están los temas personales: la violencia de género sobre una mujer maltratada y deseada, la fluidez sexual entre dos hombres que dan cuentan de un amor y una mujer que apareció para dividirlos. Pero en el centro de esta puesta está la cita de la película Mad Max, en un mundo del futuro próximo, sin valores y con grandes conflictos”.
En el final de una trama dramáticamente inestable, Zurga siente que Nadir traicionó una vez más el pacto de amistad al ver que su amor por Leila reverdece. Leila, entonces, falta a sus deberes de sacerdotisa y será castigada por Noubarad. Zurga, que alguna vez había sido salvado por Leila cuando era fugitivo, los perdona y para salvarlos decide incendiar el pueblo. Mientras todos escapan aterrorizados, ayuda a los amantes a subir a un barco y se queda solo, contemplando la fuga. Este es el final original de Los pescadores de perlas, casi una precuela de lo que sería el final del filme Casablanca. Sin embargo su época no comprendió la poética de este final y muchos trataron de “mejorarlo”, con algo de sangre y un poco más de culpa, según los cánones operísticos de la época. “Pensé en un final nuevo. En este caso, citando a Carmen, hay una muerte: es el sacrificio de Zurga por el amor, que no sabemos si es el de Nadir o de la sacerdotisa que alguna vez salvó su vida. Ellos no se van, quedan inmóviles y en el aire flota la idea que después de todo eso no pueden seguir juntos. Es un final más poético que violento y la partitura de Bizet me lo permite”, concluye Znaniecki.