“Hay cola desde las cuatro de la mañana”, dice el guardia y pide a los que se amontonan frente a la puerta que vayan tomando su lugar en la fila, porque “no hay otra forma de entrar”. La cola tiene más de una cuadra: nace junto a entrada de la Anses, llega hasta la esquina y da la vuelta. Los que la forman son varones la mayoría, y de ellos muchos son mayores de cincuenta. “Hago changas de lo venga: descargo camiones, hago corretaje.. hago lo que el cuerpo aguante”, resume José Antonio. Llegó hasta acá en bicicleta, con los pantalones cubiertos por lo que parece polvillo de materiales de construcción o marcas de escombros. Lo primero que dijo en la entrevista es que no tiene “nada de nada, ni siquiera teléfono para anotarme por internet”. Hasta la pandemia manejó un remís, “pero se me embromó la vista, me operaron, me quedé sin trabajo". Ahora vive de trabajos de fuerza, aunque cumplió los 60.
En el primer día de inscripción para cobrar el refuerzo de ingresos destinado a indigentes, en todas las sedes de Anses se escucharon historias similares: feriantes, cartoneros, vendedores ambulantes, trabajadoras de limpieza en casas particulares. Laburantes informales, en general desvinculados de cualquier sindicato u organización social -y en muchos casos también sin una red familiar- que para comer dependen de lo que ganen en el día. Durante el fin de semana, 100 mil personas habían hecho el trámite para anotarse en este bono por la web, pero muchos más se acercaron en persona a realizarlo. Anses habilitó la inscripción de manera presencial en sus oficinas. En las redes sociales hubo fotos de largas filas en todo el país.
El bono será pagado en dos partes, durante los meses de noviembre y diciembre, por un total de 45 mil pesos, 24.500 en cada cuota. Es un ingreso para la franja más desposeída entre los indigentes y las restricciones para inscribirse son altas. Hay que tener entre 18 y 64 años, carecer de trabajo registrado, no cobrar jubilación ni pensión ni ningún tipo de asistencia del Estado: ni AUH, tarjeta Alimentar ni plan de empleo o ayuda social. También hay filtros patrimoniales: no pueden anotarse quienes posean una motocicleta con una antigüedad menor a 10 años, o los que hayan usado en los últimos dos meses una tarjeta de débito o crédito, o incluso quienes hayan recibido una transferencia bancaria. En el caso de que algún integrante del grupo familiar tenga trabajo registrado, el peticionante también queda afuera.
Por eso en las colas había rechazados: gente que intentó completar el formulario vía web y no consiguió inscribirse.
“Me anoté por internet pero no me aprobaron, por eso vengo a Anses. En el sistema aparece que ya estoy recibiendo una ayuda y quiero que me expliquen cómo puede ser, porque yo no tengo sueldo fijo, no tengo AUH, ni pensión, ni plan, solamente la garrafa social, que son 500 pesos por mes. No puedo creer que por la garrafa social no me den el bono... ¡si recibí 500 pesos y la garrafa cuesta 700! El mes pasado tuve gas porque un vecino ayudó para poder comprarla”, contó Ema Calderón, de 59 años, feriante, en la cola del Anses de Caseros, partido del conurbano que no está entre los de mayor pobreza.
Ema agregó que vive de vender bijouterie en las ferias. “En un buen día hago mil pesos, de eso separo una parte para reponer la mercadería y lo que queda es para comer. Trabajo todos los días, siempre en distintas plazas, como la de San Miguel o Morón… voy con una manta y la mochila. Eso me lleva todo el día, desde la mañana hasta la tarde. Antes de volver a casa viajo hasta Flores para reponer lo que haya vendido. Hace años que me mantengo así, sola. Que me expliquen si con 500 pesos puedo vivir”.
El siguiente en la cola era Hector Martínez, de 53 años. Tenía un reclamo parecido: “Me salió como que me están pagando algo pero la pantalla no dice qué. Trabajo en las ferias, vendiendo sal. Voy a las ferias del Churruca, a la de Sarratea, a la de Marcos Paz… cambio porque el que compra sal hoy no necesita otro paquete hasta el mes siguiente”.
Entre las mujeres, varias contaron que limpian casas. Ese era el caso de Silvia Cantalicia, que llegó para hacer el trámite, precavida, “con el DNI y un documento de Anses que muestra que no cobro nada del Estado”. Silvia dijo que no tiene idea de sus ingresos, porque el trabajo es desparejo y a veces va a cuidar a alguno de los nietos y las hijas le pasan un poco de dinero. "Depende, cada día es distinto".
María Rodríguez, de 49 años, es cartonera. “Junto papel y cartón, latas… Me presta el carro una vecina. No gano mucho, a veces llego a los dos mil pesos, pero no siempre y a veces me falta para comer. Alquilo en la casa de una señora que es un pan de dios, porque al alquiler a veces me lo cobra y a veces no. Cuando tengo algo de plata la ayudo a pagar la luz. Cuando no tengo nada, ella me da un plato de comida. Antes vivía con mi marido, en la Carlos Gardel, pero hace 15 años que murió y dependo de lo que gane en el día”.
El bono será pagado con una parte de lo que el Estado recaudó con las retenciones a exportaciones del complejo sojero durante septiembre, tras recibir el beneficio de un dólar diferencial. Las organizaciones sociales que impulsaron su creación apuestan a que esta semana el Congreso sancione un proyecto de ley para convertir este refuerzo de ingresos en un mecanismo permanente. El proyecto fue presentado por la senadora kirchnerista Juliana Di Tullio y se descuenta que será aprobado en la Cámara alta, aunque no es seguro que reúna los votos necesarios en Diputados.