"No partí suave", avisa Jorge Sharp a los dos minutos de entrevista. El alcalde de la estratégica ciudad chilena de Valparaíso no responde a ningún partido tradicional y corre por izquierda al gobierno de Gabriel Boric. Aunque con el presidente compartió infancia y militancia estudiantil en Punta Arenas, empezó a distanciarse tras el acuerdo para una nueva Constitución, que juzga que fue pactado a espaldas del pueblo. Caída la posibilidad de una nueva Carta Magna en el plebiscito de septiembre, Sharp teme que la historia se repita porque la lectura del gobierno sobre el proceso es "errónea" y "conservadora".
Pese a que no convalida a la alianza que hoy gobierna en Chile, Sharp llamó a votar por Boric en las presidenciales de noviembre de 2021. En diálogo con PáginaI12, este abogado de 37 años que cumple su segundo mandato como alcalde asegura que pese al cambio de signo político, la sociedad chilena no logra alejarse del marco neoliberal. Presente en Quilmes para participar de una conferencia junto a la intendenta Mayra Mendoza, la expresidenta de la Asamblea Nacional de Ecuador, Gabriela Rivadeneira, y la senadora y secretaria general del Morena de México, Citlalli Hernández, Sharp alerta sobre el crecimiento de la ultraderecha en el mundo y advierte: "En Chile se sigue con la idea de que las deudas se socializan y las ganancias se privatizan".
- El estallido del 18 de octubre de 2019 trajo consigo varias demandas populares. ¿Se están cumpliendo?
- Ninguna de las demandas de los que protagonizaron la revuelta social están siquiera cerca de poder ser satisfechas. Y eso tiene que ver con que hay una renuncia a la discusión de los temas de fondo vinculados al modelo de desarrollo chileno. Chile vive hoy día al igual que otros países en Latinoamérica una crisis bien profunda. Y la dificultad que se está teniendo es que las respuestas para poder resolver la crisis que el neoliberalismo generó siguen estando dentro del marco del mismo neoliberalismo. Por tanto, estamos frente a un cuadro bastante complejo.
- Boric llamó días atrás a "salir de la zona de confort". ¿No le cree?
- La lectura que hace el gobierno y las coaliciones que sostienen al gobierno sobre el resultado del plebiscito del cuatro de septiembre es conservadora. Es decir: leen el rechazo de la propuesta de la nueva Constitución como una especie de giro conservador de la sociedad chilena. Nosotros tenemos una lectura distinta, pensamos que la discusión es sobre la necesidad de construir en Chile una sociedad que garantice derechos sociales con participación protagónica de los pueblos originarios, un modelo de desarrollo sostenible ambientalmente con plena libertad, igualdad y unidad entre hombres y mujeres, con más poder a los territorios. Lo que se rechazó fue una propuesta dentro de un contexto de enfrentamiento contra un sector político que ocupó toda su fuerza mediática, económica y cultural para detener el proceso de cambio, que fue la oligarquía chilena. Sí tiendo a compartir parte de lo que dice el presidente Boric en cuanto a que efectivamente si queremos avanzar en una propuesta de superación del neoliberalismo en Chile se requiere la construcción de una mayoría política y popular que hoy día no existe. El Apruebo logró identificar a una no despreciable suma de casi cinco millones de personas, pero no nos alcanza.
- ¿Peligra la posibilidad de tener en Chile una nueva Carta Magna transformadora como se la pensó en un principio?
- Hay una posibilidad abierta de que no tengamos nueva Constitución y lo que tengamos sea un ajuste a la actual Carta Magna. Reformas puntuales sobre ciertos temas en que la clase política esté de acuerdo pactar. Hoy la discusión sobre la continuidad del proceso constituyente está radicada en el Congreso y no en la sociedad. Y eso sería volver a repetir el error en el que ese sistema político incurrió el 15 de noviembre de 2019, cuando acuerdan un proceso constituyente sin la participación de la sociedad. Como dice Marx la historia se repite dos veces, una como tragedia y la otra como comedia. Hoy día se está hablando de que expresidentes como Ricardo Lagos y Sebastián Piñera sean parte del comité que va a asesorar a este nuevo órgano que se crearía. Eso claramente está en las antípodas de lo que la gente el 18 de octubre dijo en las calles.
- ¿Qué opina de la alianza que está actualmente gobernando en Chile?
- En Chile hay un oficialismo bicéfalo. Es una decisión profundamente estratégica que tomó el gobierno a pocos días de haber resultado electo en segunda vuelta, una decisión que evidentemente no comparto porque creo que el presidente Boric no fue electo para hacer más de lo mismo. El ejemplo más claro de cómo ha ido decantando ese escenario está dado en el debate sobre el TPP 11 (Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico). La gran discusión sobre la relación de Chile y el mundo está puesta no sobre lo que está pasando con la guerra entre Ucrania y Rusia, no está puesto en los problemas de Sudamérica vinculados a la crisis ecológica que vivimos en la Amazonia, o la integración entre Chile y Argentina, sino más bien en si se aprueba o no se aprueba este tratado que amarra las posibilidades de desarrollo de Chile. El gobierno tiene que reponer la discusión sobre el modelo de desarrollo. Tiene que ser capaz de poner también sobre la mesa una agenda de protección social que permita a la gente enfrentar los problemas de la crisis económica que estamos viviendo.
- ¿Cómo evalúa la respuesta del Estado chileno frente a la violencia en la Araucanía?
- El problema de fondo es que mientras no exista sobre la mesa una solución política al conflicto entre el Estado chileno y el pueblo mapuche, la situación de tensión y los problemas de desarrollo van a seguir existiendo. La solución al conflicto no es militar ni policial, es política. Y tiene que ver con el rol de las forestales en el sur. Tiene que ver con la capacidad que tenga el Estado de reconocer la existencia de un pueblo preexistente al nacimiento del Estado nación como es el mapuche. Y hoy día todavía no existe, no lo hubo con Piñera y no existe una instancia política de conversación con las comunidades sobre estos temas. Lo interesante es que también la propuesta de nueva Constitución entregaba herramientas para que una nueva institucionalidad pudiese hacerle frente a la complejidad de este conflicto. Pero como fue rechazada nos quedamos sin esas herramientas y al menos hoy debiese existir una mesa de conversación que permita canalizar el conflicto y no convertirlo en un problema de seguridad interior o de quién es o no terrorista. Vamos por la novena renovación del estado de excepción constitucional en la Araucanía. El neoliberalismo es así. Su única posibilidad de proyectarse y crecer en el tiempo es a partir de las crisis. Ya hemos normalizado la declaración de estado de excepción constitucional en Chile, cuando eso no es normal en ningún país del mundo.
- ¿Le preocupa el crecimiento de la ultraderecha a nivel mundial?
- La ultraderecha ha dejado de ser un actor marginal y en algunos casos ha pasado a ser un actor central en el tablero político. Creo que han sabido capitalizar el discurso impugnatorio. Creo que incluso le han robado a la izquierda algunas banderas de la rebeldía, de lo políticamente incorrecto. Es bien brutal lo que acabo de señalar, lo sé y me hago cargo de ello, pero este ideario progresista del que se habla mucho, ¿qué es? Suena para la gente a más de lo mismo. Entonces la ultraderecha logra dar respuesta a la crisis que ellos mismos como neoliberales generan, en los mismos códigos y con los mismos sentidos del neoliberalismo. Por ejemplo, en Chile la propuesta de nueva Constitución consagraba el derecho a la vivienda digna y adecuada, un derecho que nunca ha sido reconocido en el Estado chileno desde el año 1810, desde que Chile es Chile. Se generó una campaña que conectó con un temor que tiene la población de perder su casa. La propuesta consagraba por primera vez en nuestra historia un sistema de seguridad social. Pero lo que instalaron estos grupos de ultraderecha fue la idea de que el Estado te iba a expropiar la plata y la iba a poner en una especie de fondo común. Entonces creo que hay un fenómeno que hay que observar con más calma y profundidad. Estas nuevas referencias de derecha le logran hablar al corazón de las personas. Creo que las izquierdas tenemos que ser capaces de mirar con atención lo que está pasando, y creo entender que no estamos en el ciclo progresista de inicios del siglo XXI. Lo dije días atrás y lo repito: si todo sigue igual, el próximo presidente chileno va a ser de ultraderecha.
- Usted dice que hay que dejar de darle tanta importancia a Twitter, porque se está descuidando el territorio. Es una idea que parece ir a contramano de estos tiempos...
- Yo digo que tenemos que construir en cuatro dimensiones. Primero fuerza política. Capacidad para poder transmitir, como diría Álvaro García Linera, un horizonte de previsibilidad para la sociedad. Certezas en base a ideas como bienestar, justicia social, feminismo, dignidad, libertad. En segundo lugar fuerza territorial. Un proyecto sin capacidad de irradiación al territorio, sin la capacidad de ejercer el control democrático con la comunidad, va a ser siempre más propenso a ser asediado por los medios de comunicación. Fuerza comunicacional también, pero no dependiendo de los likes o los 140 caracteres de Twitter, sino tener capacidad de construir medios propios, de poder desarrollar iniciativas de comunicación directa. Y tercero, construir desde los sentimientos, desde el amor, desde la solidaridad, desde la sed insaciable de justicia, desde no perder nunca la rebeldía. En definitiva, proyectar un humanismo del siglo XXI porque es nuestro cable a tierra ya no con las grandes ideas, sino con lo que vive una familia en nuestros países a diario. Cómo paro la olla, cómo pago las cuentas, cómo hago que mi hijo o hija tengo la mejor educación, cómo hago para no endeudarme si es que me enfermo, cómo hago para tener un lugar donde vivir y dejarle a mis hijos. Hay que construir fuerza territorial sin duda, pero también estas otras dimensiones que demandan y sacuden a las actuales fuerzas políticas de izquierda en Latinoamérica. Y quizás no tengamos que reivindicar el lugar de la izquierda para poder hacer esto, quizás tengamos que reivindicar el lugar de los pueblos, el lugar de los de abajo respecto a las élites.