La Red Bull Batalla del último fin de semana seguramente vaya a quedar en alguna buena página de la historia del freestyle argentino. Es imposible e innecesario saber qué va a pasar con todo esto, pero el evento logró, como pocas veces, capturar y capitalizar el espíritu de un momento.
La última vez que la Red Bull nacional se había hecho con público presente, la carrera de Trueno todavía era una incógnita, Zaina era un nene, y el host imprescindible, El Misionero. Hasta el evento hasta se llamaba distinto: “Red Bull Batalla de los Gallos”. Había sido una buena Red Bull la nacional de apenas tres años atrás en el Luna Park.
En el medio, la pandemia instó a la disciplina a reconvertir su propuesta. Se pausaron los potreros, se vaciaron las plazas, y los MC del mainstream quedaron en una suspensión inalcanzable, compitiendo a través de cámaras de televisión. Así alzaron el cinturón dos referentes de carrera como Tata y Klan, en 2020 y 2021, respectivamente.
En cambio, la edición de este año estuvo marcada por un retorno con peso de las competencias regionales (Córdoba, San Juan, Buenos Aires), que aportaron 12 de los 16 participantes. El resto se completó con el podio del año pasado -más Wolf que como cuarto puesto accedió por la renuncia de Klan- y Larrix, ungido por voto popular. Por otro lado, la vuelta corpórea del público es un elemento que por definición trastoca el adn de cada batalla.
“¡Volvimos!”, gritó al respecto la presentadora Taty Santa Ana, que ya había desempeñado ese rol en las televisivas dos versiones anteriores. Activista del under, su presencia revalidó la idea madre del evento, que ya desde el primer choque entre Barto y Dybbuk dejó instalado sobre el escenario un nivel diferente de electricidad.
La tarde del domingo, el Movistar Arena presentó una puesta en escena al estilo cypher, con tribunas laterales colmadas de de raperos y raperas prestos a reaccionar ante un buen acote. Los sideshows también estuvieron marcados por la estética cypher, con el hosteo de Shulio e invitados como Brasita, Roma (únicas dos freestylers femeninas en todo el evento), Mono Strong o Cold.
Había que ver la cara de los tres jurados en cada batalla. Klan, el último campeón. Acru, prodigio del rap argento que cerró la jornada con la contundencia de un set propio y prometió reventar el lugar el próximo año. Y Dtoke, cuyos ojos claros brillaban con cada buen punchline. El cruce de Jaff y CTZ -a la postre, finalista- reafirmó el nivel de musicalidad y técnica que se maneja en el freestyle que viene. Otro choque interesante de octavos fue el de Wolf contra Jesse Pungaz, que mezcló chicanas futboleras por la definición del campeonato con barras sobre madres y padres muertos.
El zeitgeist ya se había propalado a través de una idea madre: el hambre del under. La coronación final de Mecha, un animador del mainstream, no quedó como anécdota, más bien como consecuencia lógica de un desarrollo. Pero esa victoria -difícilmente discutible- estuvo lejos de agotar la riqueza del evento.
Tal vez no haya sido una edición caracterizada por grandes batallones. Pero sí en el nivel parejo y el compromiso a lo largo de todo el desarrollo. El derrotero de cruces puso en tensión permanente a lo nuevo contra lo viejo, a los humanos contra las máquinas, a las plazas contra los tablados, a los artistas contra los deportistas. Se sumó a esto la decisión de reducir al mínimo las rondas con temáticas o estímulos externos para maximizar los minutos libres, lo que favorece la creatividad de los freestylers, en particular a los vernáculos.
Nada de todo esto fue en detrimento de la competitividad, muy alta de principio a fin. El mencionado CTZ la rompió y se cargó a Larrix, uno de los favoritos. En la última no pudo contra Mecha, uno de los MCs más entrenados, competitivos y talentosos de la escena del freestyle en castellano. Un último toque under antes de la coronación en la final: la primera ronda no tuvo pista sino beatbox, en la garganta de Miloo Moya.
Habiendo pasado por Ritter, Naista y Jesse Pungaz, el cordobés -que era otro gran candidato- ganó la Red Bull de punta a punta. El festejo fue el clásico: se hizo una bolita y se echó a llorar, mientras sus compañeros le palmeaban la espalda. En la otra punta, otros consolaban a CTZ, que también lloraba al haberse quedado a la orilla del objetivo. Mecha va a viajar a competir en la internacional en Ciudad de México a fin de año, y seguramente sea un hueso duro de roer para cualquiera. Y el subcampeón tiene todavía una posibilidad de llegar, si sale votado como el mejor segundo de todas las nacionales del año.
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