"Es difícil decir algo después de estos días", expresó el domingo Cristian "Wachi" Molina, coordinador del Festival Internacional de Poesía de Rosario, que por primera vez tuvo su edición en la Biblioteca Argentina: "Aún me dura la emoción positiva de este FIPR. Hubo y hay cosas que mejorar siempre. Pero por primera vez disfruté cada momento, disfruté el festival. Hicimos un esfuerzo enorme, titánico, para llegar con esta edición desde la última semana de julio hasta ayer. Estoy muy feliz por mis compañerxs de trabajo, por todo lo que hizo cada unx, porque si esto no fue magia es por ellxs. Ahora miro las fotos en que nos etiquetan. Perduran las sonrisas, la dicha compartida. La mayoría de este FIPR fue eso: una apertura para que se tome el espacio y se lo disfrute. Lo logramos".
Una foto inolvidable: la de Molina ofreciendo a les poetas invitades, en el almuerzo del sábado, una inmensa torta de cumpleaños celebrando el trigésimo aniversario, los 30 años del Festival de Poesía de Rosario. María Lanese, quien atesoraba el archivo del Festival, lo puso en orden junto a Virginia Russo y de allí surgió la increíble galería de fotos, videos de las lecturas, recortes de prensa, postales y programas de mano (una de las cosas que los poetas mayorcitos extrañamos) que recibía al público en la entrada de la Biblioteca Argentina por calle Presidente Roca. La otra entrada, por Pasaje Juan Álvarez, fue espacio de encuentros en su patio abierto y daba directo a la Sala de Lecturas. Allí, como debe ser, transcurrieron las lecturas (sin mesa, aunque se sigan llamando Mesas de Lectura) bajo una suave luz violeta. Tres poetas fallecidos de la ciudad y la región se hacían presentes a través de dos vitrinas de arte en pequeño formato donde se lucían, ricos en ingenio, los collages de Estela Figueroa y de Hugo Diz, o las lacas y dibujos de Beatriz Vallejos, de cuyo nacimiento se conmemoran cien años. Emotivos homenajes a todos ellos tuvieron su clímax afectivo con la presentación de la Poesía reunida de Gilda di Crosta, el video de cuya lectura en una edición anterior del Festival pareció traerla por unos instantes al mundo de los vivos. Dos multitudinarias funciones trasnoche tuvieron lugar en Ciudad Cultural Lavardén; no alcanza el espacio para enumerar las actividades que se desarrollaron desde los "días Claudia Caisso" (otra poeta que partió hace poco) en escuelas, cárceles y vidrieras de la ciudad. Los jóvenes residentes, entre colegas de diversas edades y lugares, dieron voz a un Festival fresco y movedizo, sin las fraternas cenas de antaño pero con tragos, bocadillos y un espacio bien aprovechado: la L de la planta baja de la Biblioteca sirvió de espacio expositivo a una feria de casi 40 editoriales de todo el país (se extrañó una pantalla gigante, como hubo en antiguas ediciones, que permitiera a los editores -poetas en su mayoría- seguir el Festival). El SUM del cuarto piso, accesible desde ahí, alojó una nutrida agenda de presentaciones y conversatorios, entre ellos el de "La Palabra Colectiva", donde se planteó la literatura como trabajo (ver nota aparte).
Inolvidable también fue el gesto inaugural de Molina, quien el jueves hizo subir al escenario a todo el equipo de trabajo en curaduría, producción y prensa. "Antes de ceder la palabra a Osvado Baigorria" y dar "la bienvenida al 30 FIPR, organizado por el Ministerio de Cultura de Santa Fe, la Municipalidad de Rosario y el Centro Cultural Parque de España", dijo "que el festival es posible por el trabajo de muchxs" y agradeció a: Maia Morosano, Marcelo Cutró, María Lanese, Dahiana Belfiori, Milagros De La Horra, Enrique Gabenara, Mariana Pacchione, Dante Silnik, Eliana Bianchi, Paula Imhoff, Yamilia Yabale, Marcos Ramos, Gastón Miranda, Marina Mesanich, Alejandro Chavo Ghirlanda, Norman Petrich, Cintia Martínez, Geo Paladino, Horacio Çaró, Mumi y Dahiana Ducret y "a lxs técnicxs que ahora siguen haciendo su trabajo y no pueden estar acá. Y a todxs lxs funcionarixs que habilitan que el FIPR sea posible 30 años después", resumió. Y fueron aplaudidos por el público, con la misma gratitud que los poetas invitados que leerían.