Desde hace tiempo, las películas y series de terror las prefieren heroínas. De Jamie Lee Curtis a Toni Collette, y de Jaime King a Sadie Sink, los personajes femeninos arremeten contra el mal en cualquiera de sus formas. Estrenada en septiembre, la serie estadounidense El diablo en Ohio (Netflix) retoma una temática de actualidad no solo en Estados Unidos: el poder devastador de las sectas religiosas en las costumbres y conciencias de las personas.
Escrita por Daria Polatin y dirigida por Steven A. Adelson, Brad Anderson, Leslie Hope y John Fawcett, está protagonizada por Suzanne, una psiquiatra (Emily Deschanel) que se lleva a vivir a su casa a Mae (Madeleine Arthur), una adolescente tan perturbada como perturbadora que huye del condado de Amon, donde una comunidad adoradora del diablo ha decidido sacrificarla en uno de sus rituales. Y que, además, no se resigna a dejar a Mae en manos de la familia de Suzanne. Peter, su esposo (Sam Jaeger), y Jules (Xaria Dotson), Helen (Alisha Newton) y la simpatiquísima niña adoptada Dani (Naomi Tan), hijas de la pareja, abandonan de improviso el ambiente de confort doméstico y entran a un submundo amenazante.
En la serie, de ocho capítulos, predominan los presagios (verdaderos y falsos, como las pistas de los policiales) y los símbolos. El más evidente de estos es la cicatriz que Mae tiene en la espalda y que, de señalarla como la “elegida” para el rito satánico, se transforma en un signo del coraje de la joven para dejar atrás el pasado y vivir la vida de una chica de su edad. En ese sentido, Jules (que también es una adolescente) funciona como modelo de Mae hasta cierto momento, cuando se vuelve más bien un obstáculo. En El diablo en Ohio, ser una víctima (¿y qué otra cosa podría ser una chica perseguida por el propio padre con el propósito de ser entregada a las llamas?) no otorga un certificado de inocencia.
“Es importante que Mae se sienta a salvo”, le dice Suzanne a su familia. ¿Pero ellos están a salvo? El hecho de que decida llevarse a vivir con ella a la fugitiva de una secta satánica sorprendió incluso a Stephen King. “Disfrutándola hasta ahora, con una excepción: Suzanne (¡una psiquiatra!) arrojando a una niña traumatizada y abusada sobre su esposo e hijas sin discusión previa o preparación me parece prepotente y sorda”, opinó el escritor en su cuenta de Twitter. “¡Crítica válida! Pero está basada en hechos reales. ¡Mi primer trabajo fue en una miniserie de Stephen King donde te conocí cuando hiciste un cameo como el repartidor de pizzas! Encantada de haberte conocido hace tantos años y halagada de que hayas visto #DevilInOhio”, le respondió Deschanel. La serie también ahonda en los infiernos que pueden representar las familias, adoren o no al diablo.
El personaje de Suzanne es uno de los logros de la serie, debido en gran parte al encanto de Deschanel, conocida por integrar una familia de artistas (su padre es director de cine y su madre y su hermana son actrices célebres), por su papel como la doctora Temperance Brennan en las doce temporadas de Bones y por su activismo en defensa de los derechos de los animales. Así como Mae se identifica con Jules, a Suzanne le sucede algo similar con Mae, cuya presencia la arroja (para usar el verbo del tuit de Stephen King) a un pasado de abuso, miedo y violencia. El trauma de la adolescente despierta el trauma de la psiquiatra y también aquello que motoriza la trama: el afán de redención a cualquier precio.
El diablo en Ohio (Netflix)
Ocho episodios. Con Emily Deschanel, Madeleine Arthur, Sam Jaeger, Xaria Dotson y Gerardo Celasco.