“Creo que David Lynch es el artista surrealista contemporáneo más importante”. El realizador Alexandre O. Philippe no le pone ningún tipo de filtro a su descripción de la obra del cineasta estadounidense, creador de relatos alucinados en los cuales el final del arcoíris no esconde tesoros sino nuevas pesadillas. Si bien en el cine de Lynch no suele haber prismas multicolores, –aunque sí pesados cortinados que, al ser descorridos, conducen inevitablemente a otros mundos paralelos–, la mención no es nada casual. “No hay un solo día en el cual no piense en El mago de Oz”, declaró hace ya un par de décadas, durante una presentación en el Festival de Nueva York, el director de Imperio y Terciopelo azul. La frase forma parte de la materia primigenia que propulsa el motor de Lynch/Oz, largometraje con formato de ensayo audiovisual dirigido por Philippe que estará presentándose exclusivamente en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, el encuentro cinematográfico que comienza el próximo jueves 3 de noviembre y se extiende hasta el domingo 13. No se trata, ni por asomo, de un documental clásico, aunque las intenciones del realizador no excluyen el llegar a la audiencia más amplia posible. Dividido en seis capítulos, con la participación en la pista de audio de figuras como John Waters, Karyn Kusama y David Lowery, entre otros, los 108 minutos de Lynch/Oz proponen un viaje inmersivo y apasionante hacia el interior de los sueños y las pesadillas lyncheanas, rastreando la influencia en la cultura popular de los Estados Unidos y el resto del mundo del célebre film de 1939 dirigido por Victor Fleming (entre otros nombres de relieve no acreditados en la secuencia de títulos) y protagonizado por Judy Garland. Además de, por supuesto, su innegable impacto en la obra de David Lynch. Pero, ¿acaso hay hombres de lata en los retorcidos pliegues del terciopelo narrativo de Twin Peaks? ¿Es el taconeo de unos zapatos rojos lo que empuja a los personajes de Corazón salvaje a seguir su camino por las rutas y callejones más peligrosos? ¿Algún tornado sacude los cimientos de la trama de Carretera perdida o un hada madrina recoge las lágrimas del protagonista de El hombre elefante? En la película de Alexandre O. Philippe –suizo de nacimiento pero habitante de Denver, Colorado, desde hace muchos años– siempre hay más de lo que los ojos pueden advertir en un primer vistazo. Bienvenidos a Lynch/Oz, un homenaje vital al gran surrealista del mundo audiovisual y una reflexión sobre el perenne influjo de las aventuras de Dorothy en la mágica tierra de Oz.

“Cuando se observa en toda su dimensión la obra narrativa estadounidense, en este país extraño donde se mezclan toda clase de argumentaciones, es casi imposible hallar una historia sobre la cual todos podamos estar de acuerdo”. El primer segmento de Lynch/Oz, guiado por la voz de la crítica cinematográfica Amy Nicholson, prologa de esa manera todo lo que vendrá, mientras se suceden velozmente imágenes tan diversas como es posible imaginar: el carruaje de La diligencia con paisaje del Monument Valley de fondo, E.T. bicicleteando delante de la luna, Superman surcando los cielos con la bandera de los EE.UU. en sus manos, Harry el sucio apuntando con un revolver a un malhechor, Joaquin Phoenix bailando en las calles del Guasón, Dennis Hopper haciendo la señal del dedo del medio en Busco mi destino. Y luego, compartiendo pantalla de manera sincrónica, escenas paradigmáticas de ¡Qué bello es vivir! y El mago de Oz, dos films que siguieron una trayectoria similar en la memoria colectiva, del fracaso de taquilla inicial a su transformación en íconos culturales que atraviesan las décadas y las generaciones. Un minuto después, la balada compuesta por Harold Arlen y Yip Harburg, “Over the Rainbow”, tema central de la banda sonora de Oz, le cede el pentagrama a Nicholas Cage imitando a Elvis en la secuencia del bar metalero de Carretera perdida. ¡Que los juegos comiencen!

Alexandre Philippe acaba de aterrizar de un viaje europeo y se hace tiempo para conversar sobre su última película. Mientras comienza a responder las preguntas advierte que está manejando, aunque en cierto momento, por lo que puede oírse a través del teléfono, detiene por completo el automóvil y pone balizas. La charla parece haberlo atrapado. “Como es fácil de imaginar, soy un fan del cine de David Lynch desde hace bastante tiempo. En cuanto a El mago de Oz, la descubrí más tarde en la vida, cuando tenía unos veinte años. Nací en Lausana, crecí en Ginebra, y lo cierto es que en Suiza esa película no es tan popular como en los Estados Unidos. En otras palabras, mi relación con El mago de Oz es muy diferente a la que puede tener el público de los Estados Unidos. Lo bueno de eso es que me permite tener un poco de distancia, un paso hacia atrás al menos, lo cual habilita una perspectiva diferente. Por supuesto que he visto la película muchas veces y me encanta, está muy cerca de mi corazón”.

UN DESEO IRREFRENABLE

El capítulo dos de Lynch/Oz, titulado “Membranas”, cuenta con la participación del documentalista Rodney Ascher como guía. Ascher dirigió hace diez años el largometraje Habitación 237, una vivisección de El resplandor, de Stanley Kubrick, que llega hasta la última molécula de sus elementos esenciales, de la teoría cinematográfica a los símbolos ocultos, de la reflexión narrativa a las más improbables conspiraciones nacionales y universales. Un alma gemela de Philippe. Ascher comienza afirmando que una noche estaba mirando Volver al futuro, “la película menos lyncheana que uno pueda imaginar”, y de pronto se encontró pensando en El mago de Oz, descubriendo paralelos y coincidencias que, probablemente, no sean tales. Philippe no podría estar más de acuerdo: “Si uno busca en foros online y otros sitios dedicados al tema, verá que los fans han venido destacando los parentescos entre Lynch y Oz desde hace mucho tiempo. Es muy interesante darse cuenta de hasta qué punto esas líneas llegan a hacerse paralelas. Para ser honesto, cuando comencé a pensar en el proyecto no estaba seguro de que hubiera suficiente material para sostener un largometraje, pero estaba equivocado. Es como entrar en la madriguera del conejo: fue impresionante la cantidad de cosas que fuimos descubriendo en el proceso”. 

La exhibición de Lynch/Oz en el Festival de Mar del Plata no es una primera vez para Philippe: dos de sus películas previas, ambas dedicadas al medio cinematográfico, fueron vistas en la ciudad balnearia. Es el caso de 78/52, análisis exhaustivo, obsesivo, de las 78 posiciones de cámara y 52 cortes de montaje de la celebérrima escena de la ducha de Psicosis, y The Taking, que recorre la vida cinematográfica del Monument Valley, más allá de los westerns de John Ford. Otros títulos en la filmografía del director incluyen Doc of the Dead, un recorrido por el subgénero de los muertos vivos, The People vs. George Lucas, centrado en la insatisfacción de algunos fans de la saga Star Wars con su figura paterna, y sendos largometrajes dedicados a El exorcista, la Alien original y a los trekkies, esa particular raza de adoradores de la ciencia ficción. En todos los casos, películas bien alejadas de la simple celebración acrítica o la mera reproducción de datos y anécdotas.

Philippe odia el adjetivo “académico” aplicado a sus películas. La vehemencia de la afirmación viene a cuento de algo indiscutible: el ensayo audiovisual como género terminó de cuajar hace un par de décadas, y es una herramienta indispensable de la cinefilia para el análisis profundo del arte cinematográfico, además de erigirse en el material extra ideal en las ediciones hogareñas de clásicos en dvd y bluray, regalo amoroso para el cinéfilo. Pero la idea de Phillipe a la hora de encarar sus proyectos siempre fue la opuesta a la del gueto académico. “No pertenezco al ámbito universitario, hago películas sobre películas. Incluso pondría en discusión el concepto de que mis films son documentales en un sentido estricto. Mi intención siempre fue romper la barrera entre los estudios cinematográficos, como se los entiende en la academia, y el público general. Creo que todo el cuerpo de mi obra ha intentado hacer eso. Son experiencias cinematográficas pensadas para ser experimentadas, justamente. Si no son divertidas y atrapantes siento que he fallado. Lo que deseo es transmitir mi amor por el cine. Antes que realizador soy cinéfilo, así que es muy importante conectar con la gente a la que le gusta el cine pero también con los curiosos. En el caso de Lynch/Oz, como en el resto de mis films, lo ideal sería que les interese a los fans más duros sin dejar de ser accesible para aquellas personas que sienten algo de interés. En el fondo está la idea de que intentar descubrir los misterios de una película es algo que todo el mundo puede hacer: los fans, los académicos y los neófitos. Algunas de las mejores experiencias las he tenido con gente que nunca había visto Psicosis o El mago de Oz y que, después de ver una de mis películas, siente el deseo irrefrenable de hacerlo”.

David Lynch

LA VIDA EN TECHNICOLOR

El mago de Oz fue la película que me hizo querer estar en el show business, crear personajes, salir en buscar de aventuras. Incluso tomar LSD”. Las palabras de John Waters, director de clásicos trash como Pink Flamingos y autoproclamado Rey del Vómito, revelan con su usual sentido de la ironía un nuevo ejemplo del poder cultural del clásico de 1939, fantasía en blanco y negro que de pronto se abre a los magníficos tonos saturados del Technicolor. “Los Estados Unidos no han cambiado demasiado y la gente sigue queriendo volver a casa”, afirma también, haciendo hincapié en una de las frases más famosas de Oz, antes de acotar que, tal vez por eso, nunca se fue de Baltimore, su ciudad natal. La afinidad de Waters con la famosa producción de la Metro-Goldwyn-Mayer incluye el amor más desatado, en su caso transmutado en sensibilidad camp. “Sólo me puse ropa de mujer una vez en la vida, en una fiesta de disfraces: fui disfrazado de Bruja Mala del Oeste”. A la hora de acercarse a los posibles colaboradores del proyecto, Philippe recuerda que “fue un proceso de múltiples pasos. Por supuesto, el primero de ellos fue hallar a la gente que deseara participar en el proyecto tal y como estaba pensado. Esencialmente, que estuviera en sintonía con la idea de explorar las relaciones misteriosas entre Oz y Lynch. Luego hicimos lo que me gusta llamar ‘entrevistas jazzeras’: conversaciones telefónicas de varias horas de duración en las cuales conversamos sobre el tema, y que fueron grabadas en baja resolución, porque la idea nunca fue usar esos audios para la película. Cada una de esas charlas derivó en una suerte de tesis personal, punto de partida para comenzar a escribir el guion. Las seis partes del guion fueron luego enviadas a cada uno de los participantes, se hicieron las correcciones y cambios necesarios –con varias idas y vueltas–, se quitaron y agregaron cosas, hasta que estuvimos de acuerdo en la versión final. Eso fue lo que finalmente se grabó en un estudio profesional mientras, en paralelo, comenzaba la búsqueda y selección de material visual. Por supuesto, hubo gente que dijo que no o que directamente ni respondió, así que fue un camino lento. En una película como Lynch/Oz la estructura debe construirse paso a paso, así que no fue cuestión de llamar a veinte o treinta personas y después elegir qué usar y que no. Todo lo contrario. Soy un firme creyente en la idea de que cuando alguien te dice que sí y otra persona te dice que no, es por una razón. Las películas siempre desean ser algo, y es importante prestarle atención a eso. Se dio una especie de simbiosis interesante entre los participantes, que a su vez se refleja en los capítulos del film. Al fin y al cabo, Film/Oz es fundamentalmente una película sobre los misterios inherentes a las influencias en el proceso creativo”.

Karyn Kusama (Girlfight, golpes de mujer; Diabólica tentación), David Lowery (La leyenda del Caballero Verde, A Ghost Story) y la dupla integrada por Justin Benson y Aaron Moorhead (Resolution, Spring) completan el sexteto de narradores que señalan cada una de las paradas en el camino de ladrillos amarillos. Lowery es quien destaca una de las tantas leyendas urbanas que existen alrededor del rodaje de El mago de Oz: ampliando la imagen de un plano en particular es posible ver el cuerpo de un extra disfrazado de munchkin, colgado de un árbol de utilería luego de suicidarse. Por supuesto, ni ese mito ni el que afirma que puede verse un fantasma escondido en la escenografía de Tres hombres y un bebé –que el director de Un ladrón con estilo confiesa haber creído a pie juntillas durante la juventud–, son consistentes con la realidad. Sin embargo, los altos y tremendos bajos de la carrera de Judy Garland conforman una parábola difícil de resistir a la hora de hablar de los sueños y las pesadillas americanas. Philippe, que se encuentra produciendo un largometraje dedicado a William Shatner (“no será una película específicamente sobre Star Trek, sino sobre el actor y la persona; una aproximación filosófica a alguien que, a los 91 años, ha aprendido muchas lecciones que quiere compartir. Creo que va a sorprender a algunos de sus fans”), reflexiona sobre el público de cine de ayer y hoy. Aunque resulta indispensable hablar de universo audiovisual, ya que al centenario arte de las películas debe sumarse la ingente cantidad de series en plataformas de streaming, los shows de televisión y los videos pensados para las redes sociales. “No sé si el espectador de hace treinta o cuarenta años era mejor que el actual, pero sin duda era diferente. Hay un costado un poco oscuro ligado al fandom, esa disección de elementos que llevan a un punto en el cual todo resulta un poco demasiado. Pero los fans serán siempre fans, y seguirán buscando pistas en un tráiler de dos minutos de un film que se estrenará dentro de un año. Me fascina la cultura de los fans, tanto como me fascinan las películas en sí mismas. Más allá de los excesos, mientras haya pasión por el cine, aunque se exprese de diferentes formas, supongo que todo estará bien. Me preocupa más la capacidad de atención de las nuevas generaciones; no sabemos realmente qué cambios están provocando en nuestros cerebros esos videos de quince segundos en TikTok. ¿Qué pasará con los films más largos, con las películas producidas décadas atrás? No podemos perder eso. No podemos transformarnos en una cultura de clips de unos pocos segundos. Todo cambio cultural en los medios es interesante, pero al leer las estadísticas de consumo de las nuevas generaciones me pregunto qué ocurrirá. ¿Qué va a pasar con las películas que se están haciendo ahora? No estoy diciendo que haya que ver las películas de Bergman y Tarkovski constantemente, pero tampoco me gustaría vivir en un mundo en el cual todo se reduzca a esos clips y se olvidaran los grandes directores del pasado y el presente. Ahí sí que tendríamos un problema”.

EL MUNDO SEGÚN LYNCH

“Creo que David Lynch es el artista surrealista contemporáneo más importante”. De vuelta al comienzo, de regreso a casa, a la admiración de un realizador que nunca abandonó sus obsesiones, incluso en ese par de proyectos “comerciales” –Duna, El hombre elefante– en los cuales no tuvo acceso al corte de montaje final. Y que en su película más “normal”, Una historia sencilla, logró esconder algún cortinado de terciopelo a través del cual se cuelan destellos de belleza y deformidad llegados de otros mundos. “Lo realmente particular en David Lynch es que se trata de un surrealista de corte popular. Esta teoría mía tiene dos partes. Por un lado, creo que Lynch es autor de obras entretenidas que, más allá de cuán confuso pueda estar el espectador al recorrer una de sus creaciones, siempre te toma de la mano. Además, combina el horror y la comedia de una manera magistral. Es imposible no destacar lo genial que es la escena del comedero Winkie's en El camino de los sueños, una de las escenas de terror más extraordinarias en la historia del cine. ¡Y ocurre a plena luz del día! Pero no solemos hablar de esa secuencia, como si no formara parte del cine de terror. La otra razón por la cual creo que Lynch es popular, sobre todo en los Estados Unidos, es precisamente porque no sólo es un excelso narrador, un verdadero entertainer, sino porque sus películas estén saturadas de imágenes, ideas, temas y motivos presentes en Oz. El espectador de este país ve culquiera de sus películas y sigue viendo, conscientemente o no, zapatos rojos y cortinados. Y escuchando el viento. Y a las brujas. Y a la gente que se oculta detrás de las cortinas. Son elementos que resuenan de una manera notable. El mago de Oz es inmensamente popular y ha marcado de una manera muy profunda la psique del público de este país. Esa es otra de las razones de peso por las cuales el cine de Lynch sigue resonando y lo seguirá haciendo en el futuro”.