En 1776, Adam Smith afirmaba que toda mercancía tiene valor por ser resultado y fruto del trabajo humano. De modo que el precio real de todos los bienes son las penas y fatigas necesarias para su creación. El trabajo constituye la medida real y más universal del valor de todas las mercancías, afirmaba también aquel autor.

Las mercancías deben su existencia a diferentes tipos, complejidades e intensidades de esfuerzo humano. El valor de las mismas se determina por la cantidad de trabajo que encierran. Es también de este esfuerzo físico y mental que surgen la ganancia empresaria y la renta.

La ganancia y el capital son trabajo no remunerado al trabajador. Constituyen una parte del factor productivo (fuerza de trabajo) por el cual no se retribuyó o pagó parcialmente precio alguno. Es decir, una parte del trabajo necesario para producir se dispone sin tener que pagar nada por él de parte del empleador. 

Pero todo lo que este esfuerzo, imprescindible para la creación de los bienes y servicios, genera en valor, sí se cobra a través del precio de venta de esos artículos o servicios. Es de esta manera, fundamentalmente, ocurre el proceso de obtención y acumulación de ganancias que se convierten en capital.

El empleador o empresa utiliza el recurso energías físicas e intelectuales de las personas trabajadoras para la creación de bienes y valores en el proceso económico-productivo. Este trabajo entregado a la empresa es el que da lugar a la existencia de las mercancías. En el valor o precios de las mercancías, se reflejan esas cantidades de trabajo utilizadas. El precio de venta que cobra la empresa refleja las cantidades totales de trabajos necesarios para producir los bienes.

Ganancias

Sin embargo, el empleador, aunque cobra toda la cantidad de trabajo utilizado en crear la mercancía, retribuye o devuelve solo una porción del mismo a la parte trabajadora mediante el salario o retribución. Visto de otro modo, el salario solo contiene o retribuye una parte del valor total entregado o aportado a la empresa por las trabajadoras o trabajadores.

Por tanto, una parte del esfuerzo humano que se utilizó para producir y que se cobró al vender el bien no retornó al empleado. Esta porción del precio, valor o riqueza se obtiene por el empleador sin haberle costado nada, dado que no lo paga en el salario. Lo dispone y acumula acrecentando sistemáticamente esas cantidades de trabajo no pagadas que constituyen trabajo no retribuido o como comúnmente se les conoce: Ganancias, Beneficios y Capital.

El salario reviste la apariencia de ser el pago por todo el trabajo realizado. Pero no lo es. En estas condiciones, el producto íntegro del trabajo no pertenece al trabajador, sino que ha de compartirlo con el propietario del capital que lo emplea.

Disputa

Justamente, es ese producto del trabajo, aquel que no es remunerado al trabajador, el que se disputa entre el salario y la ganancia. Cuanto más perciba una de esas partes, menos recibirá la otra y viceversa. Ese es el conflicto o puja de la distribución de la riqueza.

En El Capital, la gran obra de Carlos Marx, se expresa que “lo que la mercancía le cuesta al capitalista y lo que en realidad cuesta son cosas distintas”. En este sentido Smith, previo a Marx, no estuvo distante del planteo de El Capital: “tan pronto como el capital se acumula en poder de personas determinadas, algunas de ellas procuran regularmente emplearlo en dar trabajo a gente laboriosa para sacar un provecho de la venta de su producto o del valor que el trabajo incorpora a los materiales”, decía Smith.

En el mismo sentido, Smith agrega que "el valor que el trabajador añade a los materiales se resuelve en dos partes una de ellas para el salario de los obreros y la otra para las ganancias del empresario".

También es oportuno plantear que los beneficios o ganancias del capital que recibe el empresario, empleador o capitalista no son salarios por una particular especie de trabajo como es el de inspección o dirección. Estas partes se regulan por principios de una naturaleza distinta. Los primeros no guardan proporción con la cantidad, el esfuerzo o la destreza de la supuesta tarea de dirección y supervisión, sino que se regulan enteramente por el valor del capital invertido, agrega Smith.

A contramano de las ideas de los economistas clásicos, para la moderna concepción de la ganancia empresarial, ésta proviene de las habilidades de gestión del “capital” y de premio al riesgo de haberlo invertido.

* Docente en UBA y en UNQ en Economía y en Impuestos