Ella no necesita hablar, ni dar explicaciones. Como la protagonista de la película de Sebastián Lelio, Una mujer fantástica, ella se propone llevar adelante su vida y acercarse a lo que necesita ser, a lo que percibe como inevitable. Son lxs demás quienes se muestran empecinadxs (incluso un poco desesperadxs) por hablar del tema. Azul y la navidad es una obra saturada de palabras y lo mejor que tiene es ese silencio de Azul, que no implica quedarse callada, sino habitar su deseo le diera una templanza que la coloca en una instancia del conflicto donde entendemos que a los otros personajes les falta un lenguaje para interactuar con ella.
El texto de Lorena Romanín es expositivo siguiendo un lineamiento del teatro comercial un tanto aleccionador donde cada personaje ocupa un rol claramente diferenciado para abordar el conflicto desde lo temático. El tío de Azul es absolutamente machista, un ser de una sola pieza. La tía, Virginia (a cargo de Cecilia Tognola), intenta ser más comprensiva, quiere conciliar pero se enreda sin encontrar una forma efectiva. Al mismo tiempo es alguien que empieza a ver los efectos del machismo en ella misma. En Azul y la navidad los momentos más interesantes son aquellos en los que los personajes (especialmente los femeninos) comienzan a darse cuenta de que todas las dificultades sociales que acechan a Azul al decidir su transición, no son tan ajenas. Las otras mujeres de la obra pueden reconocerse determinadas por las dos figuras machistas que en este texto se muestran sin contradicciones y que aparecen en las figuras del padre y el hijo, el tío y el primo mayor de Azul.
La obra se vuelve más interesante a partir del vínculo que se genera entre Azul y Gonzalo, su otro primo, un personaje entrañable interpretado por Tom CL. El tiempo que pasaron sin verse debido a la pelea entre Checha, la madre de Azul (a cargo de Eugenia Guerty) y Virginia, la madre de Gonzalo, y Facundo hace posible el descubrimiento, instala una sensación de mayor extrañamiento. La reunión navideña supone y determina una idea de reconciliación. La obra resulta ilustrativa en su armado, en la disposición de la trama, en la asignación de personajes.
Milagro, la novia de Facundo, expresa un esmero desmesurado por mostrarse abierta, moderna y progresista hasta llegar a idolatrar a Azul. El personaje que interpreta Luciana Grasso señala cómo la exagerada corrección política puede esconder una inquietud, una perturbación que se resuelve de una manera positiva. Milagros se aleja de la parodia cuando la figura de Azul la lleva a discutir los modos en que se desarrolla su noviazgo, un poco como si indagar en esa chica a la que recién conoce le permitiera entenderse a sí misma.
Azul, en un trabajo sutil de Carolina Unrein sostenido en su belleza que resulta fascinante y magnética, es la protagonista pero se ubica en la escena como espectadora, como si su drama se hubiera desplazado y en realidad ahora no le perteneciera. Querer convertirse en aquello que se siente como inevitable, que ocurre incluso mas allá de la voluntad es conflictivo pero se vuelve más complejo y más difícil al observar la conmoción que esa decisión causa en los demás.
Ese lugar donde el sexo no se corresponde necesariamente con el género y la asignación sexual no necesariamente implica una elección sexual en relación al objeto de deseo es la gran revolución de nuestro tiempo porque implica que los sujetos podemos cambiar en aquello que nos constituye, que podemos transformarnos mas allá de lo biológico pero también que no sabemos quiénes somos, de quién nos podemos enamorar y cómo somos capaces de habitar la sexualidad.
En Azul y la navidad la apuesta pasa por sostener estos cambios en el espacio social, en este caso en una familia que se supone convencional pero que está herida y rota como cualquier otra. Romanin apuesta a un personaje que se piensa desde la integración, incluso con aquellos con quienes las diferencias resultan insalvables. Azul quiere vivir con los otros, no es una fugitiva ni una solitaria. Es una mujer trans cuya decisión lleva a su entorno a aceptar que es posible ceder, cambiar, dejar a un lado los prejuicios.
Azul y la Navidad se presenta los lunes a las 20 en El Picadero