Desde Río de Janeiro
Tanto tiempo pasó hasta llegar a este momento en que Brasil define su futuro. Nos acostumbramos a vivir situaciones decisivas, pero ninguna tan trascendental como ésta.
Hemos llegado al momento de definir nuestro destino, desde hace mucho tiempo. Nada será como antes, después del próximo domingo. Seremos profundamente felices o infelices. Recuperaremos el poder de decidir el destino del país en nuestras manos. O renunciaremos definitivamente al poder de definir con nuestras propias manos lo que queremos para Brasil.
No hay término medio. Definiremos entre lo peor y lo mejor. Entre lo que nos promete recuperar lo mejor que ha tenido Brasil o lo peor que hemos tenido.
Votaremos pensando en todos o dejaremos definitivamente a Brasil en manos de unos pocos. Decidiremos por la democracia o la autocracia. Por los que hablan en nombre de todos o por los hablan por sí mismos y por unos cuantos más. Por los más ricos o por todos.
Brasil fue, casi siempre, de unos pocos, de los más ricos, de los que acumulan poder y riqueza. En pocos años, hemos tenido la sensación real de que el país podía ser diferente, que podía servir a todos, que no era el destino dejar a un número cada vez mayor de brasileños abandonados en las calles, durmiendo en la desesperación.
Hemos vivido unos años que nos hicieron sentir orgullosos de ser brasileños y no avergonzados. En el que estábamos seguros de que Brasil tiene arreglo, puede ser un país mucho mejor, puede derrotar a los que siempre gobernaron el país. Ya supimos que todos pueden ser felices, todos pueden ser cuidados, que nadie tiene que ser abandonado.
Brasil ya fue visto como un ejemplo y no como un país a evitar. Un país que planteó esperanza y no desesperación. Ya miramos al futuro con confianza y no con incertezas.
Ahora podemos reafirmar lo que queremos para nuestro querido Brasil y derrotar lo que no queremos. Derrotar a los que no les gusta Brasil, a los que no les gusta nuestro pueblo y odian la democracia. Hacer triunfar a los que nos representan, a los que les gusta el pueblo y la democracia. A los que representan el Brasil que queremos.
Será un breve momento, hacer cola, presentar el documento, entrar en la cabina para votar, apretar el 13 o el 22. Por Lula o por Bolsonaro. Salir confiados en los resultados, confiados en que estamos del lado bueno de la historia, del lado del pueblo, del lado de la democracia, del lado de Lula.
Volver a casa, a esperar los resultados, ansiosos, ilusionados, hablando para compartir sentimientos y esperanzas. Sabiendo que en poco tiempo habremos definido nuestro destino.
¡Sin miedo a ser felices!