El director Marcelo Moncarz encontró en Twitter un texto escrito por Paula Marull y pensó en su próximo espectáculo, y también en la actriz que lo interpretaría, Laura Conforte. Si ella aceptaba, claro está. Se trataba de Soy una canción, texto de estructura poética, escrito inicialmente como preámbulo para un tema musical –”Martelena”– que Gloria Carrá incluyó en su último disco, según le relata el director a PáginaI12. Ante su sorpresa, a las dos horas Conforte aceptó la propuesta. Es que hace unos dos años el mismo Moncarz le había ofrecido interpretar La maldecida de Fedra, monólogo de Patricia Suárez, y la actriz y cantante lo había rechazado por falta de coraje: “Hoy me arrepiento, pero en ese momento pensé que no me animaría a estar sola en el escenario”, asegura. Finalmente, Soy una... ya puede verse los martes a las 20.30 en Hasta Trilce (Maza 177), con vestuario y escenografía de Jorge López y diseño de luces de Jorge Iriarte.
Formado con Julio Chávez y Augusto Fernándes, Moncarz ya lleva estrenadas muchas obras con elencos numerosos, pero en los últimos tiempos encara mayormente monólogos de mujeres, muy diferentes entre sí pero todos en relación directa con el sentimiento amoroso. “No los busqué especialmente –afirma–, pero cuando encuentro un texto bello no puedo dejar de hacerlo”. El director asegura que, sin haberlo calculado, la trilogía de textos que dirigió últimamente habla de las experiencias amorosas de tres mujeres de generaciones diferentes. Los monólogos a los que el director se refiere son Mi querida, de Griselda Gambaro, que interpretó Georgina Rey (“una historia de desamor”, según precisa Moncarz); y el segundo, la mencionada La maldecida de Fedra, que fue interpretada por Eleonora Wexler y, en otra versión, por Maiamar Abrodos. En realidad, su proyecto inicial era presentar el unipersonal a lo largo de toda una temporada pero interpretado por nueve actrices diferentes, consciente de que la temperatura actoral de cada intérprete transformaría la puesta en cada oportunidad.
–Soy una canción es un texto poético que pareciera no ofrecer demasiado espacio para la acción...
Marcelo Moncarz: –Sí, es un monólogo que muestra a una mujer “pegada” a un sillón que está ensayando un discurso. Porque está tratando de decirle a la persona que ama que deje de maltratarla, que la mire y la escuche.
Laura Conforte: –Es verdad: es un texto que casi no tiene acción, ni movimiento.
–¿Eso es una limitación?
L.C.: –Para mí fue un desafío. Vengo de un mundo –la comedia musical– donde hay mucha parafernalia técnica, mucha música y luces, muchos actores. Pienso en Rent o en La novicia rebelde. Y mi formación inicial es en la danza clásica, o sea que tengo mucha relación con el movimiento. Así que hacer esta obra fue animarme a hacer un gran cambio, algo completamente distinto. El personaje también es distinto a como yo soy habitualmente.
M. M.: –Laura es una persona muy dinámica, hiperactiva. Y su personaje no tiene fuerzas como para despegar de ese sillón, está agotado, pero debe encontrar el modo de decir aquello que tiene para comunicarle a quien ama. Ella ensaya, como en muchas situaciones límite ensayamos todos cuando debemos hacer o decir algunas cosas. Y es a través de ese ensayo que ella descubre todo lo que fue e hizo, y que merece la pena recomenzar su vida de otra manera.
–¿Buscó expresamente hacer textos con personajes femeninos?
M. M.: –Cuando estaba en el secundario y mi profesora de literatura (Adelaida Moreira del Lago, se llamaba) pidió que leyésemos Fedra y yo fui el único que lo hizo. Ella me dijo “se ve que a usted le gustan las mujeres difíciles”. Creo que es cierto (risas). Es que cuando me aparecen textos de tanto valor poético, creo que tengo que hacerlos cueste lo que cueste.
–¿Es una obra sobre maltrato?
L. C.: –Aquí el maltrato es psicológico, no se habla de golpes ni de violencia. Aunque sí de la violencia que a veces hay en una mirada o en un gesto que puede destruir o paralizar al otro.
M. M.: –Este personaje tiene la delicadeza del ser humano que, en medio de un mundo agresivo, solamente espera un gesto de buen trato. O que simplemente le hablen y lo miren como a una persona.
–¿Es arriesgado estrenar obras como ésta, de corte intimista?
M. M.: –El teatro pasatista, las “comedias inteligentes” se imponen sobre otro tipo de teatro que habla con profundidad y con poesía. Un teatro que puede ser catártico, sanador. Pero me arriesgo a hacerlo porque quiero ser fiel a mí mismo. El teatro tiene que ser, para mí, algo que no tiene que herir a la mirada del espectador, aunque sí puede mostrar algo violentamente bello. Como en este caso, que fue una búsqueda bella en lo oscuro y doloroso.
L.C.: –En cambio, para mí el teatro siempre representó alegría. No casualmente elegí hacer teatro musical. Recién hace unos pocos años que comencé a ver y a querer hacer otro tipo de teatro. Con el título de esta obra, tal vez la gente crea que va a escucharme cantar. Pero no.
–¿Qué es lo que más le atemoriza de un monólogo?
L.C.: –Estar sola en escena es muy difícil, porque no está la mirada de otro actor que de algún modo me sostiene. O que me da la letra en caso de que me la olvide. Pero ahora me doy cuenta de que estar sola en escena me da mucho vértigo y que me está gustando.