Israfel, drama en dos actos y dos tabernas”, así llamó Abelardo Castillo a la obra que escribió sobre la vida del narrador estadounidense Edgar Allan Poe. Publicada en 1964 y estrenada dos años después con Alfredo Alcón en el rol protagónico, otra versión de la misma pieza es hoy digna de recordarse. Es la que se estaba presentando el 26 de enero de 1977 en el teatro La Botonera, de Mar del Plata, bajo la dirección de Rubén Benítez. Cuando la obra iba cerrando el primer acto, un grupo de tareas ingresó a los camarines para llevarse detenido a Carlos Waitz, quien tenía a su cargo el rol del tabernero. “Queremos rendirle un homenaje a este actor desaparecido a quien dedicamos este espectáculo”, dice Daniel Marcove a Página/12, director de la recientemente estrenada versión de Israfel en el Centro Cultural de la Cooperación de Corrientes al 1500.

Esta obra que Castillo escribió cuando tenía apenas 24 años no solamente aborda aspectos biográficos de Poe sino que se centra en su historia para referirse a la lucha de quienes desean vivir de su arte, cueste lo que cueste. El elenco está integrado por Aldo Pastur, Juan Manuel Correa, Cristina Allende, Marcos Woinski, Antonia Bengeochea, Miguel Sorrentino, Diego Sassi, Mario Petrosini, Christian de Miguel, Julieta Pérez y Martín Fiorini. El diseño de vestuario es de Paula Molina, la iluminación, de Miguel Morales y Horacio Novelle, en tanto que la dirección de arte es de Héctor Calmet. La música original es obra del violinista Ezequiel Moyano, quien la interpreta en vivo a lo largo de toda la obra: “El violín es como el corazón de Poe, es otro personaje protagónico”, explica Marcove.

Con unas 100 puestas de piezas de autores argentinos en su carrera como director, Marcove recuerda que 27 años atrás estuvo a punto de comenzar a ensayar esta misma obra en el Cervantes, lo cual no pudo concretarse por cuestiones de presupuesto. “Abelardo siempre me preguntaba cuándo la dirigiría”, cuenta Marcove y, tal como explica, de allí surgió la necesidad de agregar un personaje para corporizar al propio autor, fallecido en 2017. Así, jugando al ajedrez –una de sus pasiones- Castillo (Aldo Pastur) se encuentra con el Poe que protagoniza su obra (Juan Manuel Correa), en un corte sintético del periplo que emprende el autor de El cuervo, entre 1826 y 1849.

-¿Qué características tiene esta pieza?

-Abelardo escribió esta obra monumental cuando tenía solamente 24 años y no había ido nunca al teatro. En Israfel crea un universo nuevo, totalmente diferente al teatro que se hacía entonces, con personajes hablando en un living. Abelardo se identificaba con Poe. Hasta era dipsómano, como él, es decir, era un bebedor que puede dejar de serlo si se lo propone pero cuando vuelve a caer, lo hace con gran intensidad.

-¿Hubo muchos cambios respecto del original?

-A Silvia Iparraguirre, quien fue la esposa de Abelardo, le gustó mucho la idea de que el autor estuviera en escena. Ella y la escritora Claudia Solans colaboraron mucho con la puesta, con sus correcciones. También hubo recortes, como hice en otros casos, los que por suerte siempre fueron aceptados. Es que el teatro aparece en el escenario, junto al actor, que es un gran creador.

-¿Cómo surgen las escenas donde se plantean registros de actuación diferentes?

-Yo pienso la puesta como un electrocardiograma teatral, con sus diferentes dinámicas y colores. El tono onírico de la obra me permitió que le diera hasta algunas pinceladas caricaturescas.

-La puesta subraya el tema del doble que ya está en la obra…

-Sí, porque entre los personajes del autor y de Poe se da un juego de espejos amoroso y, en cambio, entre Poe y William Wilson, personaje de uno de sus cuentos, un doble trágico. Me conmueve muy especialmente el destino trágico de Poe, su lucha por vivir de su profesión. Como Van Gogh, Poe fue un “suicidado por la sociedad”, en palabras de Artaud.

-¿En qué medida esta obra habla del presente?

-Más allá de hablar de la historia de Poe, la obra es una alegoría del artista y del hombre contemporáneos que tiene, incluso, una crítica sobre el capitalismo. Nos habla del arte no recompensado económicamente, de la cultura concebida como un gasto y no como una inversión.

*Israfel, Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543), viernes a las 19 y sábados a las 22.30