En 2001, antes de empezar la filmación de Area común de seguridad, Park Chan-wook propuso un brindis. Su película sobre soldados que forjan una amistad a través de la frontera que separa a Corea del Norte y del Sur, iba contra el Acta de Seguridad Nacional. "Podría haber ido a prisión", dice ahora con aire casual, como alguien que recuerda que podría haber ido al cine. Pero en ese momento fue necesaria una buena cuota de coraje.

Sus fans lo saben. Podría decirse que prepararse para ver una película de Park Chan-wook podría involucrar un trago fuerte, o dos. ¿De qué otra manera asumir el impacto? Park, de 59 años, hace películas que dejan una marca. Está su éxito internacional de 2004 Old Boy, con la ahora famosa escena en la que su héroe maldito inhala un pulpo vivo (el film ganó el Gran Premio de Cannes). Su thriller de 2016 La doncella es celebrado como una obra maestra erótica, con abundantes escenas explícitas. Esas y otras películas, viscerales para decir lo menos, han establecido a Park como un director idiosincrático, con debilidad para la efusión de sangre y los desnudos frontales. Quentin Tarantino es uno de sus fervientes fanáticos.

Decision to Leave, entonces, resulta sorprendente. Galardonado con el premio al director en el Festival de Cannes de este año, el film más reciente de Park carece de su marca registrada de sexo y violencia. En Busan, Jae-joon (Park Hae-il) es un detective de modos tranquilos que lleva toallitas húmedas en el bolsillo. Cuando un hombre muere al caer desde un acantilado, Hae-joon es convocado a investigar por su hermosa viuda Seo Rae, interpretada con afectada ambigüedad por Tang Wei (en el mejor trabajo de su carrera), conocida por su fulgurante aparición en 2007 de Crimen y lujuria, de Ang Lee.

En el papel, la trama evoca a Bajos instintos con algunas notas de Vértigo, pero siendo una producción de Park los eventos se van espiralando. Decir más sería caer en el spoiler, pero lo que prueba Decision to Leave es que las películas de Park siempre fueron más que el brote gore. De algún modo, sin mucho más que un dedo cortado o un trasero desnudo, el director conjuró uno de sus films más turbulentos. Resulta que la sangre y el sexo no son los ingredientes esenciales de una película de Park Chan-wook.

El director explica que evitar esas tendencias fue una decisión consciente. Estaba pensando en los espectadores: "Si hay mucha violencia y desnudez, abrumaría completamente al público y dominaría su impresión de la película". Park sabe y entiende que puede ser difícil para el espectador dase cuenta del núcleo real de su trabajo cuando está rodeado, como sucede a menudo, de carne tierna y huesos expuestos. Con Decision to Leave, Park toma un escalpelo y va a fondo, cortando excedentes hasta que todo lo que se ve es el corazón. "Traté de evitar toda estimulación excesiva, para que el público pudiera enfocarse realmente y leer las pequeñas cosas, como el temblor de un ojo."

En una película que carece de momentos ruidosos, aún los más calmos resuenan fuerte. Es por eso que, sin un solo pecho palpitando en pantalla, Decision to Leave es muy sexy, tan sexy como podría esperarse del hombre detrás de La doncella. Para una película en la que el ápice de la tensión sexual es compartir una barrita de manteca de cacao, "incluso aplicar loción en una mano puede convertirse en algo muy erótico", dice Park.

Decision to Leave

Lo explica así: "Imaginá una película que solo muestra primeros planos. A menos que haya un primer plano aún más extremo, la audiencia no sentirá nada. Allí donde el film tiene una cierta distancia, y de pronto hay un plano medio, aun solo el busto, se sentirá tan fuerte como un primer plano extremo de un ojo o algo así." Se puede tomar la escena en la que Hae-joon y Seo Rae están en el asiento trasero de una patrulla, esposados uno al otro. "Empiezan a compartir la misma respiración, al mismo ritmo. Hace que tu corazón lata un poco más rápido."

El riesgo dio resultados. Las reseñas de Decision to Leave no solo han sido celebratorias, sino que además destacan el motor emocional que rara vez se ve en el trabajo de Park. ¿Lo ve como una vergüenza que le haya tomado algo así como una revisión estilística para llegar a este punto? "No tengo ningún remordimiento", sonríe.

Es difícil imaginar que Park, tan gracioso y genial como es, pueda sobrevivir en los despiadados escenarios que presenta en sus películas. Decision to Leave puede ser la excepción. Puede sospecharse que dentro del gastado bolso de cuero a sus pies también hay un paquete de toallitas. Viste ropa deportiva ideal para el otoño, pantalones grises y medias grises. Da largas respuestas, a menudo mirando a la distancia mientras lo hace, o tomándose el pecho en un intento de conseguir de manera física lo que está sintiendo. Mientras espera que el traductor haga su trabajo, Park toma sorbos de un café negro, pero de todos modos está atento al modo en que sus palabras están siendo expresadas.

Park nació en 1963, el mayor de dos hermanos en Seúl, cuando Corea del Sur estaba bajo un gobierno militar. Fue criado como católico y fue a misa todas las semanas. Un día, el sacerdote local le dijo a su madre que debía mandarlo al seminario; podía ser un buen clérigo. Hoy Park es ateo. Hablando de su decisión de dejar la iglesia, es característicamente poco dramático. "Nací en una familia católica, con lo que no fue mi elección", se ríe. "No fue como si me hubiera golpeado una iluminación, me di cuenta que tenía que abandonar mi religión familiar. Crecí y seguía haciendo lo que venía haciendo, o hacía algo diferente. Supongo que desde el principio no tuve una fuerte fe, con lo que decidí no continuar."

De todos modos, no hay dudas de que la religión tuvo una influencia en sus películas. "Subconscientemente, por supuesto", dice. "Me volví bastante sensible con respecto a conceptos como el pecado o la culpa, de vivir en el pecado, de la redención del alma y la salvación". También lo cautivó el arte del catolicismo. En la misa se escuchaba a Mozart, y de chico vio el trabajo de El Greco y Hieronymus Bosch, cuya vívida visión del infierno muestra a los pecadores a horcajadas de cuchillos gigantes o siendo desollados por cuerdas de arpa. "Estoy seguro de que eso tuvo un impacto en mi alma y en mi gusto", señala.

El padre de Park era profesor de Arquitectura, especializado en color ("Se puede ver el impacto de eso en mis películas, donde el color juega un rol crítico") y pintor amateur. Park y su hermano eran llevados regularmente a visitar galerías. Su abuelo materno era un gran coleccionista de arte. "¡No, 'gran' no!", corrige al traductor con una risa. "Puedo ir hacia atrás en mi línea de sangre y ver que hubo un gran interés en el arte en general." En 2011, junto a su hermano, el artista multimedia Park Chan-kyong, filmó un cortometraje llamado Night Fishing con un iPhone. A Park le gustó la idea de ser un dúo de directores hermanos, como los Coen. Se bautizaron PARKing CHANce. Pero su hermano estaba menos entusiasmado con la idea.

Park estudió Filosofía en la prestigiosa Sogang University de Seúl a mediados de los '80, una época de convulsión política y manifestaciones estudiantiles. Allí se involucró en la fotografía y asistió al cineclub universitario, que proyectaba VHS piratas de cine extranjero. En ese momento parecía poco plausible para Park que los films coreanos pudieran ser el punto de referencia para el cine que son hoy. Que una película coreana pudiera llevarse el Oscar al mejor film extranjero sonaba ridículo. "Nunca podría haber imaginado que la cultura del K-Pop pudiera ir más allá de las fronteras y ganar los corazones del mundo."

Cuando Park empezó a hacer películas, sus ambiciones eran casi increíblemente modestas. "Solo pensé que sería lindo su pudiera hacer un film que no fuera tan malo en comparación con los Estados Unidos o el Reino Unido". Para el momento en que OldBoy había desperado a la comunidad internacional al encanto de Park, ya era un nombre destacado en su país gracias a Area común de seguridad. "Tuve que tener una fuerte determinación y coraje para hacerla", recuerda, y explica de qué manera su thriller político era una violación al Acta de Seguridad Nacional de Corea del Sur, que aún prohíbe la representación "positiva" de los norcoreanos. De chico, a Park se le enseñó que eran "demonios y monstruos". A través de sus años escolares, participó regularmente de "concursos de discursos, concursos de dibujo de posters, concursos de redacción de slogans que atacaban a Corea del Norte".

En el momento en que estaba haciendo Area común..., el Acta era "fuertemente implementada", dice Park, y agrega: "En esos artículos había cierto espacio para la interpretación, pero básicamente señala que si describís al Norte de un modo positivo podés ir a prisión." Hace una pausa. "Pero 'positivo'... ¿cómo interpretás eso? ¿Qué significa exactamente describir positivamente al Norte?" De todos modos, concede que si el gobierno hubiera querido castigarlo por hacer la película, definitivamente tenía el terreno legal para hacerlo. Pero contra todos los pronósticos, incluyendo la muy real amenaza de la cárcel, Area común de seguridad  fue un éxito comercial. En ese momento llegó a ser la más taquillera de Corea.

"Finalmente, por supuesto, nada pasó", señala. "Para el momento en que fue estrenada, la relación entre los dos Estados se había descongelado. Un encuentro cumbre entre el Norte y el Sur había creado un clima muy progresivo a favor del Norte." El temor a la prisión no era tan grande como el de que Area común... "fuera vista como si me hubiera aprovechado de ese clima positivo, en vez de considerar en primer lugar el coraje de hacer la película", se ríe.

Tras esa película, Park fue testigo de un nuevo de tipo de cine emergiendo en la escena. "Es casi como si un género único, presentando a surcoreanos y norcoreanos juntos. Ahora, cada año vemos una película que juega con esa premisa." Un cínico podría decir que Area común... simplemente probó que se podía hacer dinero vendiendo ese argumento particular, pero Park cree que hay algo más profundo en juego.

"Lo que este nuevo género muestra es que en Corea del Sur -y estoy seguro que sucede lo mismo en Norcorea-, aun cuando hay una diferencia de ideología y de sistema, y a pesar de la tensión militar entre los dos Estados, individualmente como personas queremos estar juntos. Hay un sentimiento muy fuerte de pertenencia. De que somos un pueblo. Está arraigado en nuestro subconciente", dice. "Y cuanto más hostiles se vuelven estos dos Estados, más fuerte es el deseo de una reconciliación en un nivel individual." Apunta como prueba de ello el éxito de películas y series televisivas como la exitosa comedia romántica Crash Landing on You. "Todo esto proviene de nuestro deseo de estar conectados."

No puede ser una coincidencia que las películas y series coreanas que resuenan fuerte más allá de las fronteras tienen un tema en común: la lucha de clases. Pero quizás la mejor frase aquí es "guerra total". Películas como la ganadora del Oscar Parásitos (Bong Joon-ho) y series como el exitazo de Netflix El juego del calamar (Hawng Dong-hyuk) evocan una imagen herida y ensangrentada del capitalismo en una escala rara vez abordada por películas estadounidenses o británicas. En la mirada de Park, es Simpatía por el Sr. Venganza (2002) la que lidia de manera más explícita con las clases. Pero si se mira de cerca eso se ve en todo su trabajo, dirigiendo la narrativa a su modo.

Para Park, ese interés tiene sentido por dos razones. En primer lugar, "la cuestión de clases es bastante pronunciada en Corea, comparada con otros países", dice. "Aun cuando se trata de un problema global, para mí Coprea es un caso especial porque hemos experimentado un crecimiento económico comprimido y así descuidamos el sistema de bienestar. Tenemos un sistema de bienestar débil -excepto por el seguro universal de salud-, y la brecha entre pobres y ricos es muy amplia."

La segunda razón es internet. "La penetración de internet es gigante en Corea. Antes de la era de internet, los pobres podían estar entre ellos y tomar su realidad como la única forma de vida, sin saber lo que había afuera de su propia sociedad. Pero ahora, con el acceso a internet, ven qué clase de cosas hace la gente rica, qué disfrutan, cómo se ven sus vidas, lo que les engendra grandes dolores. Es lo que llamamos 'privación relativa'. Sentís que perdés en relación a otros que tienen cosas, ¿no?" Exhala. "Se está volviendo más y más problemático en Corea, y es por eso que estamos viendo más artistas con una alta sensibilidad hacia esta cuestión. Y por supuesto, Estados Unidos y el Reino Unido experimentan lo mismo. Es casi universal."

Hablar con Park y no preguntarle por Old Boy se siente casi como un sacrilegio. Todos recuerdan la primera vez que la vieron; esa sensación cuando sus giros finalmente se despliegan. Sin dudas es su película más icónica, pero ¿es la mejor? Park deja salir una abierta carcajada. "¡No puedo alinear a mis bebés de esa manera!", repite, aún entre risas. Lo que dirá, de todos modos, es que Old Boy es especial porque le enseñó una lección. "Hizo una declaración: para que encontremos la verdadera respuesta, tenés que explorar la verdadera pregunta." El héroe de Old Boy estaba acosado por la obsesión equivocada: la pregunta no era por qué había estado encerrado 15 años, sino por qué se lo dejó salir. "Si no hacés la pregunta correcta, no hay respuesta correcta."

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.