Un amigo, proveniente del fútbol, me muestra una vieja nota a Juan Román Riquelme, quien afirma que lo primero es saber jugar al fútbol. Es decir, tener la habilidad para dar bien un pase, recibir la pelota sin que te rebote a 20 metros, y poder eludir a un adversario.
Es así como dice él, es muy simple aparentemente, pero lo más simple suele resultar imposible para el que no sabe. En la natación también es muy simple. Se debe enseñar la técnica lo más individualizada posible, dar una base aeróbica a los niños. Allí hago una acotación para los que aún bien intencionados o encaminados se ponen tensos o alertas, cuando escuchan la palabra "enseñar".
Es que el fútbol es muy diferente, ya que tiene un elemento, la pelota, con la que se juega. Incluso se puede inventar, es decir, crear acciones nunca antes vistas. Es un juego maravilloso, sin otra limitación que los reglamentos o las propias de cada persona.
La natación en cambio no es un Juego. Es un deporte con movimientos pre establecidos por un reglamento. Los cuatro estilos o técnicas de competencia de lo cual no se pueda salir, inventar, crear.
Por lo tanto, es muy acotada la posibilidad creativa, que existió sin embargo y acotada siempre al reglamento, en unos pocos genios de la historia de ese deporte como Kahanamoku, Rademacher, Weismuller, Pankratov.
En natación, el entrenador es decisivo para enseñar una técnica efectiva. Es decir, nadar más rápido con el menor costo energético posible, y respetando el reglamento de cada estilo. Por lo tanto, en ciertas disciplinas y momentos de la formación hay que sacarse de la cabeza la maravillosa y a veces única música de: hay que dejar a los pibes que aprendan y jueguen solos. Esto funciona en un juego, y por supuesto allí la habilidad debe ser también positivamente encauzada.
Igualmente, y para mostrar que ese no es un axioma irreductible hay una historia que abrevio. Había un chico de nueve años al que no le gustaba demasiado la escuela, en donde además no tenía una gran relación con sus compañeros Por eso muchas veces se quedaba a jugar en la pileta por varias horas, luego del entrenamiento en donde tenía un técnico excepcional, que enseñaba todos los estilos y sus variantes, incluso las individuales.
El joven hacía todo tipo de juegos e incrementó mucho su sensibilidad acuática, ya que el agua se puede sentir, y eso va más allá de las sensaciones primarias de frío-calor. Esto, seguramente, aunque imposible de comprobar en cuánto, le ayudó luego en su extraordinaria carrera: su nombre, Michael Phelps.
Debo llegar a una conclusión, porque ya hay demasiado escrito. Riquelme tiene razón, dejen a los pibes tranquilos con su tesoro, la pelota, y no les den cargas físicas y tácticas en el entrenamiento que dificulten o limiten su evolución técnica y creativa.
En natación, en tanto, es enseñar la mayor riqueza posible de movimientos multilaterales vinculados a las técnicas de nado, y no sobrecargar a tempranas edades con entrenamientos desmedidos que involucren stress físico y emocional.
Para todo eso se necesitan técnicos en serio, con una formación profunda en los aspectos técnicos, biológicos y emocionales del ser humano, y no simplemente adiestradores teóricos.
* Ex Director Nacional de Deportes.