Quizás tenía otras expectativas y sentí que era un acto muy protocolar sin el calor que dan los y las compañeras de lucha de estos 40 años. Nada podrá empañar la alegría de que se haya concretado finalmente la expropiación de la Quinta de Funes. Vinieron a mi memoria muchos nombres que se arremolinaron uno a uno y se me escaparon unas lágrimas. Cecilia Nazabal, la primera de ellas, luchadora incansable hasta su muerte, con una memoria prodigiosa y nuestras discusiones con Bonasso por su mirada tan cortante sobre los blancos y los negros, los buenos y los malos de las y los compañeros detenidos desaparecidos de la Quinta. Con todas y todos habíamos compartido desde minutos hasta horas de nuestra militancia por un mundo mejor. No lo logramos pero vaya que lo intentamos, sin pedir nada a cambio. Recuerdo a Carlos Benassi buscando a su hermana, al papá del Nacho (Laluf), a mis suegros Matilde y Fidel recorriendo todo el país buscando al Cabezón, a Cecilia que atesoraba los dibujos y cartas de Fernando para su hijo del mismo nombre. Recuerdo la señalización que hicimos y que duró 48 horas y el castaño que plantaron los HIJOS frente a la Quinta y que duró un poco más. El poema que escribió Federico y los rostros de las Madres de la Plaza 25 de Mayo.
Muchos años pasaron y todavía no se terminaron los juicios a los genocidas. 40 años desde que la Quinta de Funes dirigida por Galtieri se transformara en un centro clandestino de detención. Hoy se cierra una etapa, la lucha por expropiarla, y se abre otra, el trabajo para concretarlo. Nuestros sueños y el de los ausentes están vigentes. No nos han vencido.