La elección del domingo en Brasil generó tanta atención en la Argentina, como si se tratara de un comicio local. Lula y Jair Bolsonaro tienen reflejos en la política argentina a la que no le falta demasiado para encarar una encrucijada similar. Con diferencias y particularidades, representan fuerzas equivalentes a las que confrontarán aquí. Lula despierta las mismas expectativas en el movimiento popular de Brasil que aquí genera el Frente de Todos. Y Bolsonaro, con sus alas de radicalizados y moderados, es seguido con atención y expectativa por el macrismo.
La persecución judicial que sufrió Lula, es vista aquí como parte de la persecución contra Cristina Kirchner, componentes ambas de la misma estrategia internacional de campañas con noticias falsas y causas judiciales armadas contra los movimientos populares.
En contrapartida, durante la campaña, Bolsonaro se cansó de gritarle “ladrón” a su adversario, como siempre sin mostrar pruebas concretas. Aquí en la Argentina se hizo la misma acusación contra los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, pero esas causas se están cayendo sin pruebas, mientras que las causas por los negociados que hizo el Grupo Macri, mientras éste estuvo en la presidencia, avanzan con pruebas consistentes.
Pero así como Lula es reconocido públicamente como cercano a Cristina Kirchner y Alberto Fernández --quien lo visitó cuando estaba en prisión--, Eduardo Bolsonaro, uno de los hijos del derechista brasileño, se reunió en la Argentina con dirigentes de Juntos por el Cambio y Libertad Avanza, como Miguel Pichetto, Ramiro Marra, Carolina Píparo, Joaquín de la Torre, Nahuel Sotelo, Dina Rezinovsky y Francisco Sánchez.
Lo más recalcitrante de la derecha
Son los ámbitos afines no solamente con relación a Brasil, sino en todo el mundo. El PRO está afiliado a la Unión Demócrata Internacional, fundada por Margaret Thatcher, Ronald Reagan y George Bush. Es una internacional que más que a liberales, agrupa a partidos conservadores, muchos de ellos marcados por un anticomunismo ya anacrónico. La internacional tiene su sede en Londres y de alguna manera explica también la actitud concesiva del gobierno macrista con relación a Malvinas. También revista en esa agrupación el partido derechista Likud, que gobierna Israel desde hace varios años.
Juntos por el Cambio está relacionado lateralmente con la internacional Liberal y la Socialista, a pesar de que son enemigos del Estado de Bienestar. La relación con la socialdemocracia es a través de los radicales cuyo partido a esta altura quedó integrado por el sector más conservador de esa fuerza, con el alfonsinismo socialdemócrata reducido a su mínima expresión.
Macri acaba de regresar de Madrid, donde participó en una reunión de la Fundación de Mario Vargas Llosa, en la que despotricó contra el populismo y anunció el fin del “buenismo”. El diputado Gerardo Milman, quien deberá declarar ante la Justicia por declaraciones sospechosas respecto al intento de asesinato contra Cristina Kirchner, lo acompañó en esa gira. Milman es un claro exponente del recorrido de gran parte del radicalismo. Empezó como radical progresista, se fue con Margarita Stolbizer y finalmente quedó encuadrado en el sector más reaccionario de Juntos por el Cambio, junto a Patricia Bullrich.
Cualquiera sea el resultado de las elecciones en Brasil, será más capitalizado por el Frente de Todos que por Juntos por el Cambio. Si gana Lula, porque facilitará o empiojará las relaciones con quien gobierne en la Argentina. Y es probable que entre los indecisos un triunfo de Bolsonaro genere cierto temor a un gobierno de ese corte.
La red mundial del macrismo
El relacionamiento internacional del macrismo está marcado por una nutrida red mundial de think thanks y fundaciones derechistas que dan cursos y otorgan becas con financiamiento a estudiantes y a muchos periodistas.
La fundación alemana demócrata cristiana Hanns Seidel, la FAES del expresidente español José María Aznar y Atlas, que es una especie de central de organismos de este tipo, han sido de las principales financistas. A las que se suman las redes de think tanks RELIAL y Latinoamérica Libre. El macrismo se relaciona con ese mundo, que se materializó al mismo tiempo que la globalización neoliberal, con las Fundación Pensar y últimamente con otra que se llama Cambiar es posible en Latinoamérica (CEPLA), pero que pasará a llamarse Fundación Mauricio Macri.
Millones de dólares han sido volcados en América Latina a través de esta nutrida red de fundaciones y centros de estudio y numerosos periodistas y funcionarios han recibido formación y becas a través de este mecanismo.
El resurgimiento de intelectuales y profesionales con ideas recalcitrantes desde el punto de vista económico, social y político, ideas que parecían superadas por la evolución de las sociedades, o lo que se llamó la modernidad, se explica en gran medida por el funcionamiento de este abigarrado tejido de producción del pensamiento reaccionario.
Casi todos los integrantes del gabinete del jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta provienen de la desaparecida Fundación Sophia, en especial su ministra de educación, Soledad Acuña, cuya especialidad es el achicamiento del Estado. En Uruguay, donde Larreta tiene familiares, hay una fundación Sophia muy reaccionaria creada a partir de una red de colegios católicos privados. El think thank larretista desapareció en los hechos cuando confluyó con el macrismo y surgió la Fundación Pensar.
Tantos centros interconectados, que relacionan gobiernos, funcionarios, empresas y universidades, además de producir desde un punto de vista intelectual, también genera un sentimiento de pertenencia que antes no tenía la derecha. Por las internacionales, ser de izquierda siempre fue formar parte de una gran comunidad internacional, daba un sentido de pertenencia.
El mundo de la fama y el dinero
La derecha tomó ese esquema y, desde allí, algunos de sus dirigentes acusan a los gobiernos populares de estar aislados en el mundo. No lo dicen solamente por una cuestión de diplomacia –lo cual no es real porque los gobiernos populares han sido mucho más activos en el plano internacional-- sino porque para ellos, estar aislados es estar por fuera de ese universo en el que se sienten contenidos y súper relacionados.
Es un sentimiento engañoso pero tiene explicación porque el sentido común hegemónico es el que ellos asumen y es el que prima en las academias y los grandes centros de calificación del pensamiento, los que asignan fama y las mejores becas y premios internacionales. Es el que difunden las grandes corporaciones mediáticas, que los entrevista y ensalza. Muchos intelectuales y profesionales recalan en ese puerto por simple oportunismo, consiguen fama y trabajo, aunque desnaturalicen el sentido crítico del pensamiento. Ir a contrapelo de ese sentido común, ciertamente implica más dificultades en el camino y multiplicar el esfuerzo.
En ese mismo recipiente del pensamiento reaccionario se encontrarán con personajes nefastos, como Steve Bannon, un genio de las comunicaciones que atrasó décadas el reloj civilizatorio con un manejo brutal de las redes y el reinado de la difamación, el insulto y la violencia por encima de la información. Bannon ha sido uno de los asesores de campaña de Bolsonaro y por cierto también el maestro de las granjas de trolls y los influencers macristas que incitan a la violencia en la Argentina.