La Cámara de Diputados aprobó el proyecto de Presupuesto 2023, con holgura en la votación general. Queda el Senado que se insinúa menos ripioso. Respiro para el oficialismo, un poroto a favor del ministro de Economía Sergio Massa. La sesión se prolongó muchas horas aunque menos que las negociaciones previas. Tramitó de modo menos sobreactuado e intratable que de costumbre. En buena hora. Contra dictados de la moda hegemónica este cronista opina que las tratativas son necesarias o imprescindibles, inherentes al sistema democrático.
La Cámara Baja cuenta con más integrantes que la Alta, alberga más identidades políticas… sabe ser más polícroma, y bulliciosa. Características que uno valora positivamente, se entiende.
En praxis parlamentaria lógica el frondoso proyecto del Ejecutivo es leído por representantes de las provincias, de los gremios, de las organizaciones sociales, de corporaciones patronales, de organismos públicos y ministerios, sin agotar la lista. Todos cinchan para corregir la propuesta y sacar tajada. Lo bien que hacen, en cuanto a procedimiento. Los resultados, claro, son otra cosa y se juzgan aparte. Las provincias en la contingencia están mejor financieramente que la Nación y procuran sostenerse. Exigen su parte. Las Universidades meten cuchara tratando de mejor la ración que les toca. Cien etcéteras. Esos juegos motivan correcciones que se truecan por votos en el recinto. Eso es democracia funcionando aunque fastidie a críticos mal arriados sin calle ni estaño ni sentido común.
Positivo que se haya regateado, que se haya corregido, que hayan mediado acuerdos.
Mejor saldo que el año anterior con Presupuesto rechazado en la misma Cámara. Se declama que eso favorece “al Gobierno” (queriendo expresar “al Ejecutivo”) que puede hacer lo que le venga en gana con la plata. Los macaneadores ignoran los enrevesados circuitos de las asignaciones de partidas. Fabulan que el presidente o los ministros pueden apretar “la botonera” y la guita pasa como por encanto (inventemos) de la Dirección de Remonta y Veterinaria a la Secretaría de clavos y clavitos en un santiamén. La realidad tiene otro espesor. La reasignación de partidas es farragosa, recorre un itinerario administrativo de montaña: demora o cae a un precipicio en alguna curva. Los administrados se enfadan, esperan puntualidad. Los funcionarios riñen entre sí. Las disfunciones se acentúan si la inflación es elevada y la tardanza devalúa lo transferido.
La valoración del resultado de las tratativas es otro cantar; amerita otro párrafo.
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Otro párrafo: El diputado oficialista Carlos Heller es baqueano en estas lides, versado… defendió lo mejor que pudo el proyecto corregido-mejorado, enalteció los aportes. Quiso dejar sentado que no hay ajuste. Cometido complicado aunque el rótulo simplista engaña a menudo.
Massa presenció el debate, aplaudió al resultado, recibió plácemes. Volvió a ocupar el centro de la escena (algo que bien sabe y le gusta) en la Cámara que presidió con soltura y humor. Ahora afronta desafíos más rudos.
Norma barroca por antonomasia, el Presupuesto solo puede ser interpretado de volea por expertos. Ni qué hablar con la inflación galopando y sin proyecciones certeras. El sesenta por ciento anual proyectado expresa una meta del oficialismo modesta y quizá inalcanzable. Cotejada con la de 2022 sería un avance, un logro. Como nadie termina de creer que se concrete ese techo se pactó con la oposición una variante de cláusula gatillo. Se reabre el presupuesto en septiembre si los precios exceden la proyección, una rareza histórica congruente a un contexto inédito. Una solución sensata para aligerar diferencias.
Quedan pendientes polémicas sectoriales. La más resonante, la proyección sobre el presupuesto educativo. Se añadió una adenda que autoriza al presidente Alberto Fernández a aumentarlo. ¿Es una directiva o una facultad? ¿Cuál su alcance numérico? Las paritarias docentes, comenzando por la Nacional en verano, pondrán sobre la mesa demandas y respuestas. Los sindicatos y los ministros de todas las jurisdicciones se harán oír y sentir. Habrá que ver.
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La opo es la opo y la Corte es la Corte: El diputado Javier Milei encarnó al anticasta Javier Milei, quien prefiere escandalizar a cumplir su rol votando a favor o en contra. Se rajó sin expedirse sobre un impuesto barato a los vuelos aéreos. Los cambiemitas se lo reprocharon, haciéndole el favor de publicitarlo.
Las bancadas de Juntos por el Cambio se dividieron por preferencias en concordancia con sus respectivos intereses territoriales o políticos. Lógica instrumental al mango… conspiranoicos abstenerse.
Los cambiemitas dieron rienda a su idiosincrasia defendiendo la impunidad impositiva de los jueces. La cruzada contra el pago de impuesto de las ganancias. Los únicos privilegiados sois los millonarios. Los jueces de la Corte Suprema y colegas dispersos pontificaron para defender su tarasca, que de eso se trata. “Me gustaría pero la Constitución lo impide”, tierno argumento. Las opiniones difieren, sus Señorías lo saben. El bipresidente Horacio Rosatti (Corte y Consejo de la Magistratura, doblete anti republicano) se expidió a favor de la constitucionalidad unos añitos ha, cuando no era Supremo.
Los magistrados adornan la defensa corporativa con deditos en ristre dando lecciones a los otros poderes del Estado. Sería mejor que pagaran impuestos, no fueran fariseos, laburaran 44 horas semanales, no se tomaran más de los suntuosos 45 días de licencia que tienen por año. Ya que estamos: que no frizaran expedientes enojosos, que tuvieran plazos perentorios para sentenciar, que no pusieran fin a procesos mediante resoluciones infundadas, una barbaridad autoritaria que cometen a diario, subterfugio para no deslomarse trabajando.
Puestos a pedir: que debatieran en ámbitos públicos, en medios, con otras voces. Que se expusieran, dejando la comodidad endogámica de la familia judicial y de las clases opulentas.
Volvamos al eje.
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La gente también existe: Rigió una breve pax massista, una tregua en el Congreso hasta la votación del Presupuesto. La oposición conocía la precariedad, amaga ofenderse.
Nuevos proyectos cobrarán bríos. El presidente prometió revivir el impuesto a las rentas inesperadas, canto del cisne del exministro Martín Guzmán, meses (¿o siglos?) atrás. Movida encomiable que busca resolver las carencias mediante ingresos genuinos, pagados por los más ricos y enriquecidos.
También se reactivará el refuerzo para personas necesitadas por un año, proyecto de la senadora Juliana di Tullio (FdT). Tendría vigencia por un año, razón por la que el proyecto supera al “bono soja” para indigentes sin ningún ingreso, que se está implementando por única vez. Se hizo trabajosa la inscripción para dicho refuerzo. Muchas personas no tienen acceso a Internet o destreza para manejarse. Deben asumir trámites presenciales, hacer colas, amansar. Unas cuantas serán rechazadas porque la vara para otorgarlo es exigente. Un motivo adicional para desaconsejar parches siempre útiles pero a la vez super transitorios que imponen sacrificios y hasta sinsabores a gente vulnerable.
El Gobierno explora la posibilidad de aumentos para trabajadores registrados en la actividad privada. Un bono por única vez o una suma fija para adicionar a los salarios. Leandro Renou describió bien las alternativas que se barajan ayer en Página/12. La intención parece estar, el gobierno tendrá que ponerse las pilas para no recaer en su costumbre de anunciar sin concretar. O de ceder ante los rezongos o desplantes de las corpos empresarias.
Queda clavado un mes hasta diciembre, es poco.
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Luz contra el apagón: En una semana eficiente el Senado hizo ley la prórroga por cincuenta años de los fondos de específicos asignados para las industrias culturales. Se frenó con mayoría cómoda el apagón cultural promovido por Mauricio Macri durante su mandato. El plazo concluía con este año. La idea de cerrar empresas públicas no rentables, un simplismo extremo, se explaya y amenaza distintas facetas de la vida en común. La producción cultural y el acceso a ella son derechos ciudadanos.
El sistema político “reabrió la función” con goleada en el recinto. La norma fue bancada por trabajadores de la cultura, creadores, militantes, funcionarios, gente de a pie comprometida. Hicieron el aguante. El ejemplo es grato, el gol llegó casi sobre la hora.
Queda para debatirse y concretar cómo se crean nuevos mecanismos de recaudación para sostener la actividad nacional. Las ganancias de las plataformas trasnacionales pueden ser una fuente de ingresos equitativa, un modo de redistribuir riqueza a través de la política fiscal.
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Brasil a cara o cruz: El oficialismo polemiza acerca de la conveniencia de suprimir o suspender las Primarias Obligatorias nacionales (PASO). A su manera, mediante intercambios de declaraciones periodísticas. Las divergencias son factibles, el método deteriora aunque paradójicamente todos los frentistas parecen estar de acuerdo en acentuarlo. En el mes mundialista que viene se dirimirá la cuestión que tiene final abierto.
Parte del futuro nacional, nada desdeñable, se resolverá en Brasil. Elección polarizada, a cara de perro, alternativas inconciliables, paridad extrema.
El sociólogo y consultor Hugo Haime sintetiza bien en una aconsejable columna publicada en Perfil: “El resultado electoral de Brasil de mañana va a traer consecuencias políticas inmediatas en lo local. Si vence Lula, tendremos al oficialismo y sobre todo al kirchnerismo sintiendo que la historia les da una nueva oportunida (...). Si llegara a ganar Jair Bolsonaro, Macri y Milei casi querrían sacarse una foto juntos. Finalmente el liberalismo y el antisistema habrían triunfado. El lunes será un día diferente”. Macri y Milei abrazados para la selfie, no sería extraño: la derecha y la ultraderecha autóctonas son contiguas.
La magnitud de los peligros (patente también en el país hermano) debería espabilar a las fuerzas populares no ya para denunciarlos sino para ofrecer un camino de salida, una perspectiva de futuro, un horizonte que trascienda el esquivo fin de mes.