The Walking Conurban, parodia de la popular serie The Walking Dead, es un proyecto que cosecha más de 66 mil seguidores en Twitter y 380 mil en Instagram. Lo que comenzó como un juego, en el presente, es una iniciativa que marcha a todo vapor: muestras fotográficas, concursos y presentaciones en los 24 partidos que forman parte de la región. Con mezcla de divulgación histórica, argumentación calibrada e ironía, construyen un relato contrahegemónico sobre el conurbano: ese espacio en el que viven nada menos que 11 millones de habitantes. Más allá de la Ciudad Autónoma hay un espacio circundante que no es primitivo ni rural ni atrasado ni analfabeto.

Un territorio que los políticos buscan granjearse cada vez que se acerca una nueva elección; pero también un espacio variopinto, repleto de heterogeneidades y complejidades. Una geografía en que un chalet de gran porte se entremezcla con una casilla de chapa; un departamento luminoso en pleno centro barrial con una habitación de monoblock; y en la que countries monocromáticos por obligación parecen querer huir al borde las autopistas y rutas de turno. Como el proyecto mismo define como eslogan: el conurbano es “un paraíso post-apocalíptico a minutos del obelisco”. Realismo y surrealismo conviven y se retuercen.

¿Qué hace The Walking Conurban entonces? A través de las redes sociales, exhiben la belleza que también caracteriza la contradicción de un territorio que, por lo general, es emparentado solamente con la oscuridad. Con un gris que únicamente es intervenido por las luces parpadeantes de los coches de la policía. Una reivindicación de lo que está más allá de las fronteras de tierras porteñas.

Una tormenta que fue origen

Diego Flores, Ariel Palmiero, Guillermo Galeano y Ángel Lucarini son los cuatro jóvenes que están detrás de este proyecto audiovisual y que, aunque no sabían cómo tomar una foto ni grabar un buen video cuando todo comenzó en 2018, aprendieron en el camino. Los orígenes, sin embargo, hay que rastrearlos seis años atrás: en 2012, cuando la tormenta causó estragos (se calculan 30 fallecidos y daños materiales millonarios), sobre todo, en zona sur. “Al día siguiente, teníamos que salir a la calle para encontrarnos y ensayar con una bandita de rock que teníamos, y el recorrido que siempre nos llevaba 10 minutos, nos tomó muchísimo más, más de una hora. Era un escenario postapocalíptico, que nos sirvió de puntapié para pensar”, explica Galeano para quien las ideas en torno al conurbano, que intercambiaban estos cuatro amigos desde la infancia, primero en forma de chiste y luego con seriedad, emergieron de modo germinal.

Las primeras imágenes con sus respectivos epígrafes fueron compartidas en Instagram a modo de bitácora; sencillamente, para que se genere un archivo, un registro. Sin embargo, gracias a la magia de internet, muchas se viralizaron, y aprovecharon para construir un perfil distintivito. Galeano lo relata de este modo: “Al principio solo mostrábamos paisajes urbanos abandonados, como fábricas o casas. Luego empezamos a poner la mirada no solo en lo que nos parecía gracioso, sino también volcábamos una perspectiva política sobre esas imágenes. Como venimos de las ciencias sociales, le imprimimos un contenido mayor. Recuperamos el contexto”. Detrás de una fábrica abandonada o de una casa a medio terminar hay una historia y un proceso socioeconómico subyacentes que explican ese presente.

En la actualidad, The Walking Conurban recibe en su correo electrónico entre 50 y 100 fotos diarias de parte de sus seguidores, que las envían para que las publiquen.


Concursos e ironías

Uno de las actividades más emblemáticas fue la organización de un concurso para escoger a Las ocho maravillas del conurbano bonaerense, con el objetivo de que “esos escenarios fundamentales que marcan el talante esencial del conurbano queden incorporados al imaginario colectivo”.

¿Qué imágenes fueron seleccionadas? El "Tanque absoluto" (tanque de agua intervenido, en Monte Grande) con más de 25 mil votos; “La puerta de Pereyraburgo” (la entrada al Parque Pereyra) y la “Pava de Goliat” (un tanque con forma de pava en Tres de Febrero) con más de 23 mil; el “Elefante blanco” (un complejo de edificios inconcluso en Avellaneda) con más de 24 mil; “La libertad bailable” (antes Daytona, boliche bailable en Quilmes); “El castillo olvidado” (exresidencia de la familia Ayerza en Berazategui) con 22 mil; la “Feria Persa” (paseo de compras en San Miguel) con más de 27 mil; y “Troya” (en Florencio Varela, también un tanque de agua) que llegó a los 21 mil.

The Walking Conurban cultiva un estilo paralelo al del escritor, guionista y productor Pedro Saborido que, en 2020, publicó “Una historia del conurbano”. En la actualidad, entre otras iniciativas, brindan charlas conjuntas para abordar la temática conurbanera.


El objetivo político: desestigmatizar

Buscamos desdramatizar la imagen que se crea sobre el conurbano. Salir de la mirada criminalizadora que puede tener un producto como Policías en acción, un lugar de matanza, delitos, tragedias y ridiculizaciones de las clases populares. Pero también superar la mirada romántica y condescendiente que tenía otro producto como Ser urbano. Iban y te mostraban al pobre mientras comía de la basura y su relato atado, ese que tenían que caminar todas las mañanas 15 kilómetros para ir a la escuela”, explica Galeano que cursa la Licenciatura en Sociología. Ni miserabilismo ni glorificación: a las culturas populares no hay que denostarlas ni celebrarlas.

En relación a ello, Diego Vázquez, sociólogo y magister en estudios urbanos, apunta que los imaginarios sobre el conurbano están basados principalmente en la idea de la periferia de la ciudad. “Una definición que en principio se da por lo negativo, es decir, por lo que no es, por su opuesto: la ciudad central. Así, el conurbano sería la parte de la metrópolis que no es la ciudad central, tradicional, consolidada”, explica. Y continúa: “Estas ideas del conurbano como lugar peligroso, anómico y sucio es ampliamente repetido por los medios de comunicación porteños que refuerzan el sentido común”.

Desde la mirada porteñocéntrica, el conurbano se concibe como una realidad que se bambolea entre lo oscuro, lo primitivo y lo bizarro. Una mezcla, una hibridación, que en cualquier caso indica lo grasa, lo que hay que evitar desde el punto de vista de las élites porteñas. Para Galeano, “hay un encierro muy palpable en la mirada porteña. Todo lo que está por fuera de los límites parece exótico. Cuando uno piensa durante tanto tiempo que el conurbano es ‘picante’ y es ‘una cagada’, los que vivimos aquí tratamos de gestar una fortaleza”. No obstante, hay un problema adicional: dicha fortaleza y sentido de pertenencia suele confundirse con otro sentido común que se reproduce, el del aguante. “Como vivís en el conurbano, un lugar difícil, tenés que bancártela más, ser más guapo”.

Desde este proyecto procuran anteponer otro relato, uno que fomente la circulación de sentidos y significados en otra dirección. Poner en imágenes y en palabras lo conurbano, historizarlo, dar testimonio de su existencia. Un acto de justicia narrativa.

Recuperar la historia

Durante los siglos pasados, el primer imaginario histórico del conurbano está relacionado con el límite entre la ciudad el campo: un espacio de frontera entre la civilización y la barbarie. “Es el lugar donde el gaucho se encontraba con los trabajadores artesanales en las pulperías y en donde había una mayor libertad para ciertas prácticas que estaban prohibidas en la ciudad central”, destaca Vazquez.

La primera conurbación de Buenos Aires se produjo hacia finales del siglo XIX y principios del XX, a partir de la masiva inmigración europea. Sin embargo, este fenómeno tuvo un aspecto peculiar: paradójicamente, el primer conurbano de Buenos Aires se conformó a partir de barrios porteños como Almagro, Chacarita, Villa Crespo y Chacarita. “Todos los prejuicios que hoy pueden sobreimprimirse en el conurbano bonaerense ya estaban presentes en las ideas que la elite criolla se daba sobre estos barrios y los inmigrantes que los habitaban: el peligro, las inmoralidades y los excesos, la falta de voluntad de trabajo y de progreso, la suciedad”, explica el becario del Conicet y divulgador.

Luego, en 1930, con el segundo proceso de conurbanización de Buenos Aires producto de la industrialización, los migrantes de otras provincias sí se asentaron en los partidos del Gran Buenos Aires. De esta forma, emergió “una nueva barbarie ligada a estos migrantes con una tez más oscura, con pasados, culturas y creencias mestizas. Acá la oposición clave se da entre los blancos civilizados y descendientes de europeos que pueblan la ciudad central y los cabecitas negras que encima de sus creencias atrasadas simpatizaban políticamente con el peronismo”. 

La constitución de esta idea del conurbano no fue solo simbólica, sino también material. Por caso, la construcción de la Avenida General Paz como una barrera urbana para separar la ciudad central del conurbano funciona como ejemplo al respecto. Organizar el espacio, gestionar los límites, también es una manera de marcar las distancias sociales, económicas y culturales.

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