Máximo Peralta --patagónico-- se graduó de arquitecto en la Universidad Católica de Córdoba y es urbanista y sinólogo. Vivió en China por cinco años y habla muy bien el idioma: trabajó como arquitecto en ese país que recorrió a fondo --desde las megalópolis a las aldeas campesinas-- con su ojo analítico para leer el lenguaje de la arquitectura y el diseño urbano de ciudades. Tanto en los espacios urbanos como rurales, Peralta busca identificar los procesos evolutivos y mutaciones de cada territorio, y su relación con el entorno natural.
--¿En qué medida la Gran Muralla China es una metáfora de la garra confuciana y su milenarismo? Si hacemos una interpretación semiológica de esa proeza ingenieril ¿en qué medida ese diseño refleja el pensamiento chino?
--La Gran Muralla tiene tantos años, etapas y segmentos inconexos que el pensamiento chino puede haberse modificado en el camino. Lo primero que se ve en la muralla es el concepto de defensa y ataque. Ya antes de que existiese entre China y Mongolia, las ciudades estaban amuralladas. Y tuvo la lógica del Zanjón de Alsina: separar “civilización” y “barbarie”, el norte nómada y pastoril del sur verde y sedentario.
--La idea de lo amurallado sigue omnipresente en el urbanismo chino. Dentro de una ciudad, esos barrios centenarios llamados hutong están en parte amurallados. Y dentro de ellos, esas casas tienen otro muro perimetral que las separa de la calle interna, generando una suma discreción.
--Hasta hoy, China sigue diseñando ámbitos amurallados. Muy pocos arquitectos se están animando a abrir los espacios. El concepto actual de espacio público es el de un espacio abierto, no cerrado en sí mismo. Pero en China hay murallas exteriores e interiores: siempre han tendido a amurallar para que quede claro: “éste es el límite de tal espacio”. Puede ser un edificio público, uno privado o una plaza: todo está bien demarcado. Lo ves en los hutones de Beijing y en los megabloques de manzanas surgidos fuera del segundo anillo de la ciudad. Algunos miden hasta un kilometro de largo. Adentro tienen calles interiores como en los hutones. Y esas casas o edificios poseen a su vez micromurallas. Es muy difícil ver un espacio privado chino, pero es fácil darse cuenta dónde está ese límite.
--Beijing tuvo su muralla. Después levantaron la Ciudad Prohibida en el siglo XIV que tiene dos muros: adentro tiene cantidad de murallitas cuadradas y rectangulares.
--Yo tengo un mapa de Beijing de 1820 y aún está la muralla. La autopista del segundo anillo de la ciudad ocupa su espacio (queda un fragmentito en pie). La demolieron hacia 1950. La Ciudad Prohibida con su muro equivalente a cinco pisos era impenetrable. El emperador no tenía mucha idea de lo que hacía la gente en la ciudad. Todos los lugares gubernamentales en China se amurallaban. A la clase política se la mantenía apartada del ejercicio cívico del pueblo. Gengis Kahn --conquistador de China-- no era así: una muralla es la contracara del nómada mongol y es una característica de los Han.
--En un contexto de opulencia arquitectónica, en Occidente también se demarca el límite, pero se desea mostrar la posesión. Pensemos el modelo parisino, la idea de mansión y palacete: no suelen tener un muro sino una reja que transparenta.
--O una muralla verde más permeable a la vista. En China, hasta los parques suelen estar amurallados: el Palacio de Verano y el Templo del Cielo en Beijing. Este último fue exclusivo del emperador, pero ahora es público y sigue teniendo sus cuatro entradas. Y entrás por un hutong. El Templo del Cielo es un espacio cerrado para nosotros, pero para ellos es abierto porque se convirtió en público desde que no hay emperador. Esa dualidad es difícil de entender desde Occidente. Es abierto, a pesar de que tiene una muralla.
--En 1930, Osvald Siren observó en un viaje: “No es posible encontrar una ciudad sin muralla, sería tan inconcebible como una casa sin tejado. Los chinos cercan el territorio, lo dividen en recintos y parcelas; ese es el rasgo central de su urbanismo. En el norte apenas hay ninguna población, sea cual sea su extensión o antigüedad, que no tenga al menos una muralla de barro o restos de alguna”. Hay una lógica defensiva casi tribal que los chinos se resisten a abandonar.
--En cada una de esas megamanzanas amuralladas sigue habiendo un centinela que te dice: “por aquí podés o no podés entrar”. Una vez adentro, esos barrios los transitás por una calle pública sin vida, que es solo para trasladarse. Esto lo ves mucho en ciudades nuevas o la periferia de Shanghái. Al haber una estructura amurallada, desde el lugar del peatón no podés leer lo que pasa dentro de la manzana. Ellos se sienten seguros de ese modo, les genera sensación de pertenencia a esa comunidad, al grupo. Y este es un pensamiento confuciano. Mao siguió con la lógica de agrupar en megamanzanas de un kilómetro, creando unidades de trabajo con la fábrica rodeada por la residencia obrera: delimitaban bien cada unidad factoril. Y cruzando la calle, había otra. Tienen incorporada la idea del límite: “acá se termina este sector y allá comienza otro”.
--Esa arquitectura parece pensada para unir y solidificar al grupo: es lo necesario para el gregarismo confuciano que viene de la aldea arrocera. Y hay una búsqueda de discrecionalidad. Nosotros tenemos el “country” como barrio cerrado.
--Claro, pero es distinto: fue creado para irse a vivir más lejos con mayor calidad de vida. En China se trata de unidades habitacionales cerradas dentro de la ciudad con cierta autonomía. Es la ciudad en sí misma casi toda subdividida. Adentro, esas unidades tienen su escuelita, sala de salud, espacio para juntarse y delegado municipal: el gobierno está presente en cada una, resolviendo problemas. Las llaman xiaoqu (pequeño distrito). Las casas dan a una calle interna del bloque y luego salís por las entradas generales, algo que facilita las cuarentenas. Esa lógica sigue, pero en lugar de casas, hay edificios de veinte a treinta pisos. Incluso esa escuela puede estar amurallada. Una vez entré a un hutong con sus callecitas de cinco metros de ancho y para ir al hospital, tuve que pasar por la entrada de la escuela. La ciudad fue diseñada cuando solo se la caminaba: aun es común caminarla entre dos murallas de 5 metros de alto.
--Allá las ciudades tienen vallas metálicas con ruedas en muchas calles. Se las puede trasladar, abrir y cerrar como un acordeón. ¡Son murallas flexibles!
--En Beijing y Shanghái muchas calles doble mano no tienen boulevard, sino una reja que va por el medio. Si hay algún problema, el policía corre la reja de vereda a vereda y corta la calle, la cual está preparada para solucionar inconvenientes. La cantidad de rejas que hay es impresionante. Miden metro y medio de alto y las ponen por precaución de que se les desborde la gente. Cuando buscan dirigir la masa colocan esas rejas y hacen que la gente vaya para tal o cual lado.
--Esas rejas parecieran ser otro invento chino como la pólvora. La valla occidental es distinta y excepcional. En China esas rejas están en cualquier lado.
--Son kilómetros y kilómetros de esas rejas. Están también en veredas angostas muy transitadas para que la gente no cruce la calle. En China abre un Starbucks nuevo y la calle se te llena de transeúntes, saturándose: esperan horas si desean comprar algo. Esas rejas te solucionan todo. No son para contener desbordes políticos. En general hay bastante orden, una especie de comportamiento colectivo responsable respecto al uso de la calle. Esas rejas son un elemento de la smart-city, son parte del mobiliario de la ciudad.
--Al fin y al cabo, existen murallas y murallas por todos lados creando espacios internos y subdivisiones, uno dentro de otro. La arquitectura china es un juego de cajas chinas.
--¡Totalmente! Aunque hoy es difícil definir qué es la arquitectura china. Un arquitecto chino evita diseñar con el estilo tradicional del siglo XVII. En la arquitectura china hay como una abolición del pasado y toman lo importado como algo positivo. Se crean muchos edificios de arquitectura muy occidental, trasladada a la disposición espacial interna china. También ves mucho academicismo francés en edificios públicos. Pero hay una nueva camada de arquitectos buscando integrar lo contemporáneo con lo tradicional.
--El barrio Pudong de Shanghái parece la ciudad de Blade Runner II. Pero tiene el Ping an Finance Building: un templo griego perfecto al que le encajaron un rascacielos encima sobrecargado de columnitas hasta la cima.
--A mí también me llamó la atención. Si un estudiante diseña eso en una facultad occidental, está bochado por trasladar conceptos de siglos anteriores y reformularlos al estilo de un rascacielos. En ese edificio quisieron mostrar una imagen empresarial justiciera: ese significante tendría como significado la idea de seguridad que emana de un edificio pesado y solido (así eran antes los bancos). Yo nunca había visto un edificio tan alto con fachada griega. A mí no me gusta y dudo que a los chinos sí. Ese edificio perdió la escala: de haber tenido cinco pisos, estaría mejor.
--La cultura china carece de nuestros pruritos por mantener la “pureza” --la “esencia”-- de un original. Al Templo del Cielo lo demolieron para las Olimpiadas de Beijing y levantaron otro: está como nuevo y por eso mantiene su “esencia”, un concepto occidental. Y en una cultura con estructuras de pensamiento taoísta, se concibe al mundo y las cosas en permanente transformación. No se resisten al cambio o la renovación arquitectónica: demuelen sin culpa. Y no hay problema en replicar.
--Nosotros diríamos que el Templo del Cielo ya no es real, pero dudo que el anterior fuese el original: para ellos el nuevo mantiene la idea y el concepto. A mí como arquitecto me gusta ver lo original, porque nací en un lugar que tiene 100 años: eso sería imposible en la mayor parte de China. La mayoría de los templos y edificios antiguos chinos son de madera: no hay forma de conservar el original. Y tienen artesanos que siguen haciendo esos trabajos como hace mil años.
--El sinólogo Francois Jullien plantea esa idea del pragmatismo chino y su adaptabilidad a la circunstancia: nunca hay un plan prefijado de acción, sino un diagrama situacional adaptable a la pendiente que viene dada. Al mismo tiempo, si la corriente va contra el interés personal o del grupo, hay que esperar e ir horadando la situación hasta tornarla favorable. Si un edificio, un paisaje o un sector de una ciudad ya no son funcionales, se los modifica de raíz en pos de la eficacia. Es común en una ciudad china encontrar una manzana completa demolida hasta sus cimientos. Las ciudades están en permanente cambio a una velocidad inconcebible.
--No le temen al cambio: en diez años, una ciudad es otra. Eso no pasa en otros países. Lo que me parece un problema es esa idea de querer modificarlo todo. En la planificación urbana, llenan cada metro con decoración. En cada lugar tiene que haber algo. Los paisajistas europeos del siglo XIX hacían eso, algo que están dejando de lado en favor del vacío en el espacio público. El 60% de las costas chinas están modificadas --el país que más lo ha hecho-- y ninguno ha creado más islas. Hace un siglo el mapa tenía otra forma.
--Hace 2800 años crearon una montaña a pura pala para ocultar la tumba de Qin Shi Huang, el primer emperador.
--Y en el siglo VI excavaron el Gran Canal de Beijing a Hangzhou --1700 kilómetros-- aún en uso. El concepto de modificar el territorio existe hace milenios y es parte de la garra confuciana, de la potencia del grupo: “si tenemos un problema con la gente del norte, amurallamos el imperio”. Tienen una relación entre lo natural y lo artificial, donde lo construido domina. Viven tratando de modificar el entorno, de poner una piedra, agregar cemento... escriben textos gigantes en las construcciones y hasta en la montaña. Y les gusta: se sacan fotos en esos lugares. Eso me hace ruido: no me gusta modificar mucho el ambiente. Para sufrir menos sus tormentas de arena, en Beijing plantaron árboles a lo largo de 200 kilómetros por 5 de ancho, convirtiendo al desierto en bosque.
--En Occidente hay cierto morbo con la idea de las “ciudades fantasma” en China que están como para estrenar, pero vive poca gente. Se las considera un fracaso.
--En China surgió una nueva forma de generar ciudad. El gobierno busca descomprimir ámbitos urbanos y crear industria en los nuevos territorios. Y los preparan con 50 años de antelación. A 20 años de haberse construido, algunas ciudades tienen vida autónoma y otras no. Generaron la infraestructura para un millón de personas, pero en los primeros 5 años llegaron 50.000 personas. Es etnocéntrico creer que fracasaron. No fueron creadas para poblarlas de golpe. China tiene el plan de trasladar la parte industrial pesada de Beijing para descomprimirla y dejar solo el poder político, reduciendo su población de 20 a 15 millones.
--Occidente es incapaz de hacer esas cosas, porque su capitalismo se desarrolla de manera más azarosa e individual.
--Claro. En otros países de Asia también se ha aplicado la idea de mover capitales o crear ciudades: Malasia y Kazajistán. Los chinos diseñan la ciudad con edificios y ponen gente a vivir, designan alcalde y empleados que mantienen las calles. El término ghostcity me llama la atención: en verdad vive gente ahí, no están vacías.
--También es difícil entender la escala de las magnitudes de lo social-urbano.
--No es posible entender la escala si no fuiste a China. La cantidad de pueblitos uno al lado del otro es muy notoria. Por miles de años esa gente ha vivido ahí, casi de la misma manera. A las ciudades de 100.000 habitantes las consideran población rural. En Argentina se dice que con 5000 habitantes hay población urbana, pero para ellos es la manzana de una ciudad. Beijing en 2011 tenía tres líneas de metro y ahora quince. En 2010 vi un plan urbanístico para la ciudad de Shenzhen del tamaño de Avellaneda. Cuando fui en 2016 ya estaba hecho.
--El concepto smart-city está de moda y apunta a coordinar tecnológicamente la calidad de vida, la efectividad del transporte y la seguridad. Parece una sofisticación de la biopolítica que teorizaba Foucault.
--En la ciudad china el gran tema es la masa de gente, un río humano que, si se sale de cauce, puede ocasionar una catástrofe: quizá por eso tanto celo con el covid. Cada chino tiene un smartphone y así el gobierno puede predecir cómo se moverán: si van demasiado para “este lado”, diseñan la ciudad para que se vayan para el otro. Crean estrategias para frenar desplazamientos o estimularlos.
--¿La smart-city no tiene algo de eufemismo cool para una sociedad de biocontrol digital? Y no hablo solo de China.
--Me suena... totalmente: todos ofrecemos voluntariamente nuestros datos y fotos en redes sociales que terminan siendo un big-brother estatal, en China y el resto del mundo.